noviembre 23, 2024
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febrero 14, 2016 | 150 vistas

Claudia Alvarado

Son las seis de la mañana del sábado 13 de septiembre, la señora Magdalena Ramos escucha la alarma de su teléfono celular y se levanta de la cama de su hotel ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, se dirige a su maleta y saca la ropa que usará ese día.

Después despierta a su esposo, el señor Joaquín Velásquez, para avisarle que es momento de levantarse, pues ambos tienen una cita muy importante.

Aproximadamente 40 minutos más tarde ambos están listos para salir de su habitación y emprender su camino rumbo al Zócalo de la Ciudad de México, que les queda a unas cuantas cuadras, para cumplir uno de sus más anhelados deseos, conocer al Papa Francisco.

Se enfilan sobre la Avenida Cinco de Mayo mientras platican sobre la rapidez con la que el tiempo pasa; fue apenas en noviembre cuando tomaron la decisión de viajar desde su natal Guatemala a la Ciudad de México para ser parte de la visita del Sumo Pontífice a tierras mexicanas.

Tuvieron que administrar bien sus ingresos como maestros para poder cumplir su meta y solventar los gastos del viaje, recibieron el apoyo de sus familiares, que se entusiasmaron mucho con la noticia.

Desde el principio planearon su viaje hasta la Ciudad de México, pues era casi un hecho que Francisco no podría visitar nuestro país sin conocer a la Virgen Morena, grande fue su sorpresa cuando se reveló que el Papa estaría en Chiapas, pero decidieron continuar su plan de viajar hasta la Ciudad de México.

Dos cuadras antes de llegar al Zócalo encontraron un filtro de seguridad en donde les revisaron sus pertenencias y posteriormente pudieron ingresar, tomaron un lugar privilegiado en las vallas que rodeaban la plancha del Zócalo e iniciaron la espera.

Se esperaba que el Papa arribará a eso de las 09:45 horas, la pareja pasó el tiempo observando la llegada de más personas y cómo poco a poco se llenaba el sitio de fieles católicos que anhelaban igual que ellos conocer a Francisco.

Voluntarios del evento se acercaron a la multitud para entregarles refrigerios de manera gratuita para hacer más ligera la espera. El matrimonio Velásquez Ramos estaba ahí, de pie, tomando el primer alimento del día que sació su hambre y les dio aún más fuerzas de esperar a Su Santidad.

Transcurrían los minutos. Joaquín en ratos volteaba a una de las pantallas en donde se transmitía en vivo el recorrido del Papa desde la Nunciatura hasta el Zócalo.

Mientras Magdalena hacia ajustes a su teléfono móvil para tenerlo listo y grabar el momento justo en el que el argentino pasara frente a ella, pues era una encomienda muy especial de su hermana Mónica, quien deseaba conservar ese momento especial.

De pronto escucharon en el sonido local que el Papa estaba a solo unos minutos de arribar, sus corazones latieron de emoción al conocer la noticia y se aferraron fuertemente a la valla, pues los empujones se empezaron a sentir.

Las miles de personas que se congregaron frente al Palacio de Gobierno gritaban con gran ánimo frases como: ¡Francisco te queremos! o ¡Papa Francisco, eres bienvenido! La pareja veía con agrado esas muestras de afecto a Su Santidad por lo que de inmediato se sumaron e hicieron vibrar sus voces.

No pasaron ni cinco minutos cuando la comitiva del Papa Francisco pasó frente a ellos anunciando su llegada, los gritos y porras estremecían sus corazones, Magdalena preparó su teléfono y empezó a grabar para no perder detalle.

Los gritos iban en aumento, a lo lejos pudieron observar el papamóvil y en su interior de pie, agitando sus manos y esbozando una sonrisa estaba Francisco, que se aproximó y pasó justo frente a ellos, por escasos cinco segundos, los cuales fueron muy emotivos para los Velásquez Ramos.

Magdalena no pudo evitar derramar lágrimas de felicidad y regocijo al poder cumplir uno de sus sueños más profundos, conocer y ser parte de la visita del máximo representante de la iglesia católica en el mundo.

Su esposo de inmediato la abrazó y juntos compartieron ese momento único que guardarán siempre en su memoria y los acompañara hasta el último día de su vida.

Fueron más de mil 200 kilómetros de viaje desde su país hasta la capital mexicana, alrededor de 16 horas de camino, las que aseguran valieron completamente la pena.

Su fe movió montañas y superó cualquier obstáculo, ellos se retiraron del Zócalo rumbo a la Basílica de Guadalupe para intentar ingresar al atrio y al menos escuchar la Misa que Su Santidad ofrecería la tarde de este sábado en donde por fin se reuniría con la Morenita del Tepeyac.

Si no podían participar de la misa no descartaron la posibilidad de acudir a la Nunciatura Apostólica para poder verlo más de cerca e incluso, si tienen suerte, tener contacto con él.

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