CIUDAD DE MÉXICO, febrero 14 (Notimex)
El abrazo fue intenso, profundo. Rodrigo le tendió los brazos y Francisco lo recibió, el niño de cinco años se aferró fuerte del cuello del Papa y aquella postal conmovió a todo el Hospital Infantil “Federico Gómez” de la Ciudad de México, que el Pontífice sacudió hoy con una sesión de “cariñoterapia”.
El líder católico anticipó su llegada al nosocomio unos 45 minutos. Regresó a esta capital procedente de Ecatepec en helicóptero, y en el Campo Marte abordó el papamóvil para dirigirse a su cita con los pequeños.
Mientras él recorría las calles de la ciudad, en una de las recepciones del hospital, un grupo de 38 niños, la mayoría de ellos enfermos de cáncer y leucemia, esperaban ansiosos al “Santo Papa”, cada uno acompañado por un familiar.
“Le quiero decir que muchas gracias por venir a México y apoyar a todos los niños enfermos del hospital y de todo el mundo. Le pido que siga igual, ayudando a todas las personas, siendo muy honesto y amable”, dijo a Notimex Jaziel Rafael Hernández Villarroel, de 13 años, vestido con un impecable traje gris.
A unos metros, Jonhatan Cruz Benítez expresó mucha felicidad por conocer al Pontífice y le pidió ayuda para que salgan bien de sus estudios su primo, su tío y los suyos. “Papa, te quiero mucho”, añadió.
“Que me ayude en mi salud y a todos los niños que estamos enfermos que nos sane. Quiero abrazarlo y pedirle que me sane, para ir con mi familia”, exclamó Alicia del Carmen Quijada López.
No le salían las palabras a Alberto Abisail Hernández ante la pregunta: “¿qué le dirías al Papa?” Después de unos momentos logró concentrarse, afirmó estar emocionado por verlo y apuntó: “Que lo quiero mucho y que me bendiga”.
La mayoría de los pequeños estaba en silla de ruedas. Eran de todas las edades, desde bebés prematuros hasta preadolescentes, algunos de ellos vestidos con sus pijamas, y varios con gorros tejidos en la cabeza.
Un grito de emoción y un aplauso sostenido se levantaron cuando Francisco entró en la sala e inmediatamente comenzó a saludar a los infantes, acompañado por la primera dama Angélica Rivera y el secretario de Salud, José Narro.
Una de las primeras niñas que saludó fue Ximena Sánchez Torres, de cuatro años, que tenía en su regazo un cartel escrito a mano con los nombres de 20 otros pacientes, para que el Pontífice rece por ellos.
“Papa Francisco, mensajero de Dios, tú que con tus palabras nos traes paz, amor, alegría y mucha fe, gracias por querer a los niños”, decía el texto. Cuando Bergoglio tomó la hoja, se giró hacia Rivera para comentar con ella esa petición que lo conmovió.
Luego continuó besando, abrazando y saludando uno a uno a los niños. Se tomó todo el tiempo necesario, sin importar el programa establecido. Bendijo la cruz de uno.
A un muchachito le dio una palmadita en la cara, acompañada con la frase “qué cara de pícaro”. El menor le pidió un “selfie”, una foto juntos, y el Papa aceptó sonriente.
Saludados todos los pacientes, Angélica Rivera dio la bienvenida al Obispo de Roma y le aseguró que en ese hospital él siempre será bienvenido.
“Gracias por el cariño que tienen en recibirme; gracias por ver el cariño con que se los cuida y acompaña. Gracias por el esfuerzo de tantos que están haciendo lo mejor para que puedan recuperarse rápido”, dijo Francisco al tomar la palabra.
“Es tan importante sentirse cuidados y acompañados, sentirse queridos y saber que están buscando la mejor manera de cuidarnos, por todas esas personas digo: ¡Gracias!”, añadió.
Entonces acuñó un neologismo, al establecer que no sólo con medicamentos se cura sino también con la “cariñoterapia”, porque muchas veces una caricia puede sanar.
Y eso fue lo que él hizo personalmente. Tras su discurso se acercó hasta José Rodrigo López Miranda, de cinco años, y le dio una vacuna líquida en la boca. Luego de tomarla, el niño le regaló un dibujo y le tendió las manos para un abrazo, que fundió a los dos en una imagen conmovedora.
“Le dije que mucho amor, él me dijo que lo quería a mí, me abrazó muy fuerte y me dio mi medicina, estoy contento”, señaló Rodrigo a Notimex, justo después del encuentro.
Antes de despedirse, el Papa recorrió algunos pasillos del hospital y escuchó a una pequeña que le cantó el Ave María.