CIUDAD JUAREZ (AP) — El papa Francisco advirtió el miércoles que los problemas de inseguridad no se acaban cuando se encarcela a alguien y urgió a atender las causas estructurales de la violencia.
En su último día en México que lo llevó hasta la frontera con Estados Unidos, el pontífice visitó una prisión de Ciudad Juárez para enviar un mensaje de misericordia a los presos.
A unos 700 internos de la que fuera una de las cárceles más peligrosas del país el papa les pidió «no quedar presos del pasado, del ayer» y «aprender a abrir la puerta al futuro».
Pero su mensaje fue más amplio: «El problema de la seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado a intervenir afrontando las causas estructurales y culturales de la inseguridad, que afectan a todo el entramado social».
Una interna agradeció la visita del papa, a quien le dijo que su presencia era un «llamado para aquellos que se olvidaron que aquí hay seres humanos» y que aunque hayan cometido un delito «la mayoría tenemos esperanza de redención».
El pontífice les aseguró que les hablaba desde la experiencia y sus propias heridas «que el Señor quiso perdonar y reeducar». A los presos les pidió orar y «perdonar a la sociedad que no supo ayudarnos y que tantas veces nos empujó a los errores».
El papa insiste en ir a prisiones en casi todos sus viajes al extranjero, algo que forma parte de su antigua costumbre de atender a los presos en su creencia de que lo más bajo de la sociedad merece dignidad.
Francisco ha criticado el abuso de la detención pendiente de juicio, descrito las cadenas perpetuas como una pena de muerte encubierta e instado a un abandono global de la pena capital.
La situación de las cárceles en México suele ser de inseguridad y corrupción. Un día antes de la llegada del papa, un motín en otro penal dejó 49 presos muertos.
Más tarde el papa se encontrará con trabajadores y empleados y luego oficiará una misa en la frontera entre México y Estados Unidos, en el que se espera que envíe un mensaje sobre la migración.
Los últimos actos de Francisco cierran una atareada visita de cinco días que se centró en las injusticias que afrontan los más pobres, oprimidos y vulnerables en México ante la violencia instigada por las drogas. El pontífice intentó ofrecer consuelo al tiempo que reclamó a los líderes políticos y religiosos que no han cumplido con su pueblo.
Hasta no hace mucho Juárez era considerada la capital mundial del asesinato, ya que la guerra entre cárteles del narcotráfico elevó la tasa de homicidio a 230 por cada 100.000 habitantes en 2010. Una epidemia de asesinatos de mujeres, muchas de ellas trabajadoras pobres de fábricas que simplemente desaparecían, atrajo la atención internacional.
Los tiempos han cambiado. El año pasado la tasa de homicidios de la ciudad fue de unas 20 por cada 100.000 personas, más cerca de la media nacional mexicana de 14 por cada 100.000 y muy por debajo de lo que registran ahora otros puntos de intensa violencia por el narcotráfico como la ciudad turística de Acapulco, en la costa del Pacífico, y el estado de Guerrero donde se encuentra.
Muchos negocios que cerraron durante los años más oscuros de Juárez han reabierto. Los turistas vuelven a cruzar desde Estados Unidos para comprar y cenar. La gente dice que ya no tiene que marcharse pronto de las fiestas para evitar las calles después del anochecer.
«Al menos ya salimos. Vamos a los parques. Ya andamos un poquito más a esas horas de la noche», comentó Lorena Díaz, de pie bajo una gran bandera con la imagen de Francisco que colgaba de su balcón en el segundo piso.
Francisco también tiene previsto visitar la frontera con El Paso, Texas, donde se espera que haga una parada en la cerca y ofrezca una bendición en honor de los migrantes al otro lado, además de rezar por los que murieron tratando de llegar a Estados Unidos.
Su visita culminará con una misa multitudinaria al aire libre que se retransmitirá en varias pantallas gigantes al otro lado del río Bravo (conocido como río Grande en Estados Unidos) en el Sun Bowl Stadium, donde las autoridades estadounidenses esperan un público de al menos 30.000 personas.
La migración es un tema importante para Francisco. En el pasado ha pedido que los países den la bienvenida a los que huyen de la pobreza y la opresión y ha criticado lo que describe como la «globalización de la indiferencia» hacia los migrantes.
Es un mensaje que no ha entusiasmado a algunos en Estados Unidos, donde las detenciones de familias y menores sin acompañante en la frontera se dispararon en los últimos tres meses de 2015.
Los aspirantes a la candidatura republicana a la presidencia Donald Trump y el senador Ted Cruz han prometido expulsar a los aproximadamente 11 millones de migrantes que viven de forma ilegal en Estados Unidos, así como construir un muro que cubra toda la frontera de Texas a California.
En la víspera del viaje de Francisco, Trump criticó la parada del papa en la frontera.
«No creo que comprenda el peligro de la frontera abierta que tenemos con México», dijo Trump en una entrevista con Fox. «Creo que México le hizo hacerlo porque quieren mantener la frontera como está. Ellos están ganando una fortuna y nosotros perdemos».
El reverendo Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, dijo que al papa le preocupa la situación de los migrantes en todo el mundo, no sólo en Estados Unidos.