Ciudad Juárez, 17 Feb (Notimex).- El Papa Francisco advirtió que Dios le pedirá cuenta a los “esclavistas de hoy”, en una dura crítica a la precariedad e ilegalidad laboral, a la mentalidad reinante que busca conseguir ganancias a cualquier costo.
Esto durante el encuentro que sostuvo con tres mil trabajadores, sindicalistas y empresarios en el Palacio del Deporte de esta ciudad, y que comenzó con un giro entre la multitud a bordo de un vehículo de golf.
Antes de tomar la palabra, el pontífice escuchó una introducción de Jorge Alberto Cavazos Arizpe, arzobispo auxiliar de Monterrey y asesor de la dimensión de pastoral laboral de la Conferencia del Episcopado Mexicano.
También oyó los testimonios de un matrimonio formado por Daisy Flores Gámez, secretaria, y Jesús Arturo Gurrola Varela, empleado.
“El lucro y el capital no son un bien por encima del hombre, están al servicio del bien común. Y, cuando el bien común es forzado para estar al servicio del lucro, y el capital la única ganancia posible, eso se llama exclusión”, dijo -por su parte- Francisco.
“Desgraciadamente, el tiempo que vivimos ha impuesto el paradigma de la utilidad económica como principio de las relaciones personales. La mentalidad reinante propugna la mayor cantidad de ganancias posibles, a cualquier tipo de costo y de manera inmediata”, lamentó.
Afirmó que esa mentalidad olvida que la mejor inversión es invertir en la gente, crear oportunidades, y no ceñirse a un sistema que pone a las personas al servicio del flujo de capitales, provocando en muchos casos la explotación de los empleados como si fueran objetos a usar y tirar.
“¿Qué quiere dejar México a sus hijos? ¿Quiere dejarles una memoria de explotación, de salarios insuficientes, de acoso laboral? ¿O quiere dejarles la cultura de la memoria de trabajo digno, del techo decoroso y de la tierra para trabajar?”, cuestionó.
“¿En qué cultura queremos ver nacer a los que nos seguirán? ¿Qué atmósfera van a respirar? ¿Un aire viciado por la corrupción, la violencia, la inseguridad y desconfianza o, por el contrario, un aire capaz de generar alternativas, generar renovación y cambiamiento?”, continuó.
Más adelante, el líder católico constató que entre los peores flagelos que azotan a los jóvenes se encuentran la falta de oportunidades de estudio y la falta de un trabajo sostenible y redituable que les permita proyectarse, generando en muchos casos situaciones de pobreza.
Subrayó que esa pobreza es el mejor caldo de cultivo para que caigan en el círculo del narcotráfico y de la violencia. Calificó esa situación como “un lujo que nadie se puede dar”, porque “no se puede dejar solo y abandonado el presente y el futuro de México”.
Explicó que la Iglesia no pretende que las empresas se conviertan en organizaciones de beneficencia o instituciones de filantropía, sino velar por la integridad de las personas y ser una voz profética que ayude a todos a no perderse en el “mar seductor de la ambición”.
“Cada vez que la integridad de una persona es violada, toda la sociedad es la que, en cierta manera, empieza a deteriorarse. Y esto no es en contra de nadie, sino a favor de todos. Cada sector tiene la obligación de velar por el bien del todo; todos estamos en el mismo barco”, abundó.
Destacó al diálogo como única alternativa para tejer relaciones sostenibles capaces de reconstruir los vínculos sociales tan dañados por la falta de comunicación entre patrones y obreros. Aunque estableció que sólo la comunicación no basta.
Reconoció que no es fácil armonizar todas las partes en una negociación, pero señaló que sería peor la carencia de negociación y la falta de valoración, o dejar el futuro en manos de la corrupción, del salvajismo y de la falta de equidad.
Insistió que sabe de la dificultad de ponerse de acuerdo en un mundo cada más competitivo, pero constató como algo peor el dejar que el mundo competitivo termine determinando el destino de los pueblos.
“Quiero invitarlos a soñar en México, a construir el México que sus hijos se merecen; el México donde no haya personas de primera, segunda o cuarta, sino el México que sabe reconocer en el otro la dignidad del hijo de Dios”, ponderó.