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marzo 9, 2016 | 141 vistas

WASHINGTON, EU., marzo 8 (AP)

¿Puede Donald Trump cumplir su promesa de construir un muro a lo largo de los tres mil kilómetros de frontera entre Estados Unidos y México para impedir la migración irregular? Y lo que es más, ¿puede hacer que México lo pague?

Por supuesto que puede construirlo, pero no es tan sencillo como dice.

Levantar el muro, una iniciativa muy festejada en los actos de campaña del magnate, que busca la candidatura presidencial republicana, es una empresa compleja y rodeada de dificultades. En su camino se alzan numerosos obstáculos burocráticos, diplomáticos, ambientales, monetarios y logísticos.

Y obligar al Gobierno mexicano a pagar la factura no será sencillo. Su presidente ha rechazado de plano esa posibilidad.

No es la primera vez que se intenta colocar una barrera física entre México y Estados Unidos.

Durante el segundo mandato del presidente George W. Bush, el Congreso autorizó mil 200 millones de dólares para construir varias millas de cerca doble, pero el Gobierno afrontó un sinfín de obstáculos. Propietarios privados que rechazaban las ofertas de compra de terreno. Preocupaciones ambientales y demandas.

Ahora hay 1.046 kilómetros (650 millas) de cerca en la frontera, lo que incluye un valla de acero de cuatro metros (15 pies) de altura en muchas zonas urbanas, diseñada para detener o reducir el número de personas que cruzan, así como barreras para vehículos, postes de acero más cortos llenos de cemento y plantados en el suelo.

Construir eso ya fue un desafío, y un nuevo muro más alto como el que quiere Trump afrontaría sin duda la misma oposición, si no más.

En primer lugar, un acuerdo de fronteras de 1970 regula la construcción de estructuras a lo largo de los ríos Colorado y Bravo en la frontera mexicana. El texto indica que las estructuras no pueden perturbar el flujo de los ríos, que pasan por Texas y 38 kilómetros (24 millas) en Arizona y definen la frontera entre ambos países, según la Comisión Internacional de Fronteras y Agua, una agencia conjunta estadounidense y mexicana que administra el tratado.

Trump dijo que su muro no tendría que cubrir los 3.379 kilómetros (2.100 millas) de la frontera, pero aunque se excluyan los tramos bloqueados por accidentes geográficos, sigue habiendo graves problemas.

En algunos lugares, las obligaciones del tratado y las zonas de inundación designadas en el río requerirían levantar el muro bien entrado el territorio estadounidense, lo que sería incómodo si el gobierno mexicano paga y supervisa el proyecto.

Además de crear una especie de tierra de nadie entre el muro y la frontera real, un gobierno o el otro tendría que comprar grandes extensiones de propiedad privada, así como tierras de al menos una tribu indígena con territorio a ambos lados de la frontera en el sur de Arizona.

En zonas donde la frontera es tierra seca en New Mexico, la mayoría de Arizona y California, habría que construir estructuras para que el muro no obstruya rutas de paso naturales ni provoque inundaciones. Construir en estas zonas puede ser complicado y caro. En las sensibles dunas de arena del sur de California, por ejemplo, habría que instalar una «cerca flotante» que permitiera el movimiento natural de las dunas.

Después están las cuestiones de conservación del medio ambiente. Grupos como Defenders of Wildlife y el Sierra Club presentaron demandas por algunos tramos de la cerca parcial que existe ahora. Y en algunos lugares, la regulación federal podría impedir, o al menos retrasar de forma considerable o aumentar los costes del proyecto.

En diversos tramos de la frontera de California pueden encontrarse un total de 18 especies protegidas a nivel federal y en Arizona viven al menos 39 clasificadas como amenazadas, en peligro o aspirantes a obtener protección, según el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos.

Suponiendo que Trump pueda sortear todos estos problemas, también debe lidiar con el costo y las consecuencias diplomáticas.

Muchas organizaciones que monitorean datos han cuestionado la estimación de Trump sobre que el muro podría construirse por entre diez mil y 12 mil millones de dólares. Y han rechazado su afirmación de que podría financiarse reduciendo el déficit fiscal de Estados Unidos con México.

Cifras proporcionadas por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército y el Servicio de Investigación del Congreso indican que el precio total de la actual cerca de 650 millas fue de siete mil millones de dólares. Y eso no incluye el mantenimiento.

Trump ha insistido en que México pagará el muro, quizá con comisiones sobre el dinero que los migrantes envían a sus familias, con aranceles o por otros medios. Esas comisiones serían muy impopulares y probablemente los aranceles chocarían con el Acuerdo Norteamericano de Libre Comercio. En definitiva, el costo de esos aranceles también repercutiría en los consumidores estadounidenses.

Conseguir que el Gobierno mexicano pague la obra directamente es casi con certeza una ilusión.

El presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, dijo el lunes que no había ninguna situación en la que México pudiera pagar el muro, y comparó la retórica de Trump con la de Hitler o Mussolini. El ex presidente Vicente Fox fue más directo, y empleó una palabra soez para afirmar en una entrevista que su país no tiene la menor intención de pagar el muro prometido por Trump. Tanto Fox como otro ex presidente, Felipe Calderón, han comparado a Trump con Hitler.

De modo que hay una mala reacción diplomática a los planes, una cuestión que planteó en 2009 el Servicio de Investigación del Congreso.

«¿Superan los beneficios en seguridad de fronteras el riesgo de enemistarse con México y Canadá?», preguntó la agencia. «¿Deben las opiniones o deseos de los gobiernos de México o Canadá tomarse en cuenta en lo referente a cercas fronterizas? Dada la necesidad de coordinar actividades de espionaje y seguridad en la frontera, ¿debe imperar el mantener una relación de trabajo cordial con México y Canadá sobre la protección de la frontera con barreras físicas?».

Y el miércoles, un grupo de miembros de una comunidad nacional republicana sobre seguridad, entre los que había ex miembros del Gobierno, criticó duramente la idea.

«Controlar nuestra frontera y evitar la inmigración ilegal es un tema serio, pero su insistencia de que México financie un muro en la frontera sur aviva pasiones de escasa ayuda y se basa en una absoluta malinterpretación y el desdén sobre nuestro vecino del sur», indicaron en una carta abierta.

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