septiembre 27, 2024
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abril 6, 2016 | 142 vistas

Mauricio Zapata

Los acarreados, obligados por la crisis económica, están cotizándose caro en el mercado de Tamaulipas.

Durante algún tiempo sólo recibían una torta, un refresco y un paseo gratis por la Ciudad.

Una vez concluida la misión, simplemente regresaban medios llenos y sumamente cansados a sus casas.

En los tiempos electorales comían o bebían, mañana y noche, lo mismo: un pan con huevo, un agua de naranja o de horchata y una palanqueta de postre.

Los acarreados, estas personas que se aparecen en los actos públicos conquistados por el Gobierno o por los partidos políticos, sólo veían –hasta hace algunos años– cumplir el propósito de sus patrones. No el suyo.

Hoy es diferente y quizá se convirtió ya en un negocio o como ellos mismos lo señalan: en un oficio que les deja ganancias y en tiempos de desempleo cumplen las expectativas “para llevar la papa a la casa”.

En esta época, más que nunca, se cotizan y se cotizan muy bien.

“Vienen los mítines de campaña, vienen las elecciones, nos piden, quieren que vayamos, pero esto ya les cuesta a los partidos, cobramos y cobramos bien”.

Ellos habitan en zonas de la periferia, son “contratados” por los dirigentes de las colonias que a su vez son adherentes y hasta militantes de algún partido político.

Los seccionales hacen “la transacción”, negocian y luego juntan a la gente para que vaya a los mítines.

Estos, los acarreados, a su vez, también negocian con los seccionales, ya no se conforman con una torta y un refresco, además de postre piden una compensación y además si al político que apoyan llega a ser “el bueno” requieren prioridad para arreglar su calle, ponerles luz y drenaje o bien, deben ser los primeros en que les doten de servicios públicos.

“Yo estoy aquí porque me prometieron que me darían un empleo seguro”. Confesó un vecino acalorado. Dijo, entre otras cosas, que había participado en más de diez manifestaciones o mítines organizados por los partidos políticos.

¿Para qué partido? Se le preguntó.

“Para dos”, respondió. En el 2013 participé en los mítines del PRD. En el 2015, estuvo ondeando banderas del PRI.

¿Y en el PAN?, se le insistió.

“No con ellos nada. Ahí nunca dan nada; son los más codos”.

¿QUÉ ES EL ACARREO?

Además les facilitan la llegada al mitin, hasta sus casas, incluso en muchas de las ocasiones hasta la puerta de ellas pasa el micro y después del evento los dejan nuevamente ahí.

Los políticos lo han llamado como “transportación facilitada” para que los “militantes” les sea más fácil llegar al lugar del evento.

Ellos días antes preparan porras, gritos de aliento y entre sus “herramientas de trabajo” debe haber una matraca, un tambor, cornetas y pompones del color del partido al que irán a apoyar.

La instancia que “los contrata” debe dotarlos de playeras alusivas al evento y de cachuchas con los colores emblemáticos, también de banderines y además, si es preciso, mandarles a hacer mantas con alguna frase de apoyo.

Lo último que contestó el vecino victorense muchas veces desempleado por la crisis agrícola. De los puntos que –además– especificó fue sobre la gran diferencia o coincidencia entre los múltiples conceptos de acarreo político.

“Participo en esto desde las campañas en el 2004, pero en ese tiempo me decían que era un vil acarreado, después que sólo era un movilizado, por aquello de que es necesario movilizar a los pueblos”, indicó.

“En fin, las campañas terminaban y las promesas para los acarreados resultaban ser ficticias. A esperar otra campaña; era el consuelo”, relató.

Hoy los acarreados no son unos conformistas. Ya no llegan a la Plaza, el Centro Cívico Gubernamental o el Polyforum (sitios claves para las manifestaciones o movilizaciones) para recibir una torta y un refresco.

Algunos, se ponen “buzos” y piden, si se trata de torta, de que esta cuente no sólo con jamón y queso amarillo, sino que al menos lleve chile y jitomate.

Eso no es todo. Los acarreados han elaborado un pliego de exigencias a raíz de los incumplimientos políticos de los últimos años. Para empezar, además del paseo y la comida gratis, un salario que oscila entre los 100 y 200 pesos.

“Se trata de no perder el día”. Dijo el mismo vecino portador de una playera roja. Su hijo, que pasó frente a él durante la plática, presumió otro vestuario pero del PRD.

“Yo he visto a los acarreados en las plazas comerciales, en el cine, comprando ropa, comiendo. Ya no en taquerías de esquina sino en Burguer King o en Mc. Donalds”.

ADEMAS DE TODO, FORMA PARTE DE SU ANECDOTARIO

“La idea es pasársela súper bien y probar las cosas que en los pueblos no se ven o se venden. Recuerdo bien cuando de las escuelas primarias organizaban las excursiones a Tamatán. Al término del recorrido uno siempre esperaba la “bolsita feliz” dada por los cuidadores del parque: un plátano una torta y una coca”.

Para los acarreados, los mismos que están en algunas sesiones en el Congreso de Tamaulipas, o en un evento del PRI, del PRD o del Presidente del país, señalan que ya no se trata de recibir cualquier “bolsita feliz”, sino un “paquete combo” que incluya hasta el juguete para los niños.

Hoy los acarreados están a la vanguardia, con buenos celulares y relativamente bien vestidos, y siendo –cada vez más– un grupo fuerte de apoyo o de aborto de los actos públicos.

“Tenemos, sin duda, un jefe, es el que en los partidos le llaman el seccional. Ellos nos prometen nuestro “combo”, además una despensita para la semana, a veces una lana, en donde ya nos hemos puesto cuotas y para terminar, ser un enlace con las autoridades para que nos den prioridad en servicios públicos. Nosotros nos comprometemos a ir al evento, votar por quien nos digan y portarnos bien”.

¿Y saben a quién deben apoyar?

“Sí claro. Nos dicen el nombre en una junta previa y nos enseñan la foto. Hacemos varias comisiones, desde el que grita porras, hasta el que va abordar al candidato o político para saludarlo, ese es parte también del show. Hay otros comisionados que incluso piden el micrófono para hablar bien del político y hay también las señoras que los sacan a bailar”, comenta.

Y así, este y varios más se preparan para ir a su próximo evento del que cobraron, dice, 250 pesos para ir a echar porras.

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