Mauricio Zapata
Son víctimas de la pobreza.
Todo es un conjunto de situaciones que se conjugan para que toda una familia tenga que salir a la calle a buscar el sustento diario.
Son niños de entre cuatro y seis años de edad que en medio del sol y el tráfico de un crucero con mucho flujo vehicular torean, no sólo los vehículos, sino el desdén de autoridades, la educación y una vida digna.
Son pequeños que buscan un peso. Un solo peso para poder llevarse algo a la boca, aunque sea sólo una vez al día.
Sus papás están en otra esquina. En otra calle. En otro sector haciendo lo mismo.
La situación es así:
Es la calle Carrera Torres con el bulevar Fidel Velázquez. Hay muchísimo flujo de carros.
Los niños esperan a que se detenga el carro, con un trapo intentan limpiar el vidrio, pero su escasa estatura apenas les alcanza para sacudir el polvo de la puerta, porque ni siquiera el vidrio alcanza.
En otro caso, se logran trepar hasta el cofre del carro para alcanzar el parabrisas y limpiarlo, pero lo hacen por torpeza, se les nota debilidad, se les nota en sus ojos que su alimentación no es la adecuada. El cristal queda manchado, quizás más sucio que antes.
Se muestra su falta de habilidad para hacer ese trabajo. Su inexperiencia, su edad.
El vidrio de un carro se baja y les da una moneda de dos pesos. El niño se emociona. Se le dibuja una sonrisa en el rostro.
Corre con quien parece ser su hermano y se la muestra. El otro niño había recibido cinco pesos. Ya eran siete en total.
Parece que nadie los vigila o nadie los mandó.
Todo hace suponer que son niños que por iniciativa, o quizás, mandados desde la casa van por algo de dinero.
Así empiezan una “carrera”. Muchos de los que hoy se dedican de lleno, comenzaron desde muy niños.
HAY QUE SACIAR EL HAMBRE
Es Arturo. Trabaja en el crucero del Eje Vial y la Calzada Tamatán.
Llega un vehículo y desde lejos le echa el chorro de agua con jabón para poder encauzar el trabajo y de esa manera obligar al automovilista a que se toque el corazón viéndolos trabajar y les den una moneda.
“Yo empecé allá por el Nueve Bulevar. Empecé porque no había nada que comer en la casa. Mi papá se fue con otra mujer y mi mamá no tenía dinero. Lavaba ropa pero no nos alcanzaba”, plática.
Y añade: “Al principio buscaba dinero para la escuela, yo sí quería estudiar, pero no había dinero. Pero ya después de juntarte con los ‘compas’ y ver que no sale, ya dejas la escuela y trabajas en esto”.
El asunto es que así empiezan.
“Tenemos hambre y no hay trabajo. Los jefes (padres) no te dan, no alcanza y no hay jale para nadie, entonces vas buscar la papa aquí, a la calle, para no robar”.
Los muchachos sacan unos 50 o 60 pesos diarios. A veces los tratan mal, a veces no les dan, a veces les dan hasta diez pesos en una limpiada; el asunto es que todo se conjuga con la falta de oportunidades.
LOS NIÑOS
Los pequeños siguen en su crucero, cerca de la Central.
Al final de cuentas van empezando en el negocio. Según ellos, trabajan muy duro, sin embargo, no hacen más que ensuciar más los vehículos y aun así les dan su moneda.
Los niños empezaron su jornada a las diez de la mañana, según dan cuenta testigos, quienes aseguran que llegaron solos, que quizás vivan ahí cerca y que han visto que los demás “chavos” así se ganan la vida.
Eran las 12:00 del mediodía y continuaban con su trabajo.
Son tan pequeños y tan inocentes que se les complica torear los carros.
Los conductores paran y les dan el paso para evitar arrollarlos, les echan la mano en ese aspecto, pues. Se les nota la inocencia.
HAY PROGRAMAS
Según autoridades del Sistema DIF estatal y municipal hay programas que evitan a los niños salir a la calle a buscar qué comer.
Son los desayunos escolares que otorga el organismo que se une y trabaja en coordinación con la Secretaría de Educación en Tamaulipas (SET) para dar comida a los alumnos en escuelas de tiempo completo.
El DIF señala que hay programas para persuadir a los papás a que lleven a sus hijos a las escuelas, es decir, señalarles que no pagarán un solo peso, que a los niños les darán de comer y que no es necesario el gasto para poder llevarlos a la escuela.
El objetivo es disminuir la deserción escolar por falta de recursos.
Las escuelas en esas colonias tienen mecanismos para apoyar a esos padres y muchos maestros van hasta las casas para decirle a los papás y convencerlos de no dejar la escuela.
La SET cuenta con programas de apoyo en los planteles, con psicólogos y maestros de apoyo para ayudar, no sólo a los niños a integrarse, sino a los padres de familia a que puedan tener una mentalidad que los lleve a tener una mejor vida.
“No se les abandona, pero a veces muchos papás no tienen tiempo o abandonan a los hijos a su suerte que hace que ellos se salgan a la calle a ver qué hacen”, indicó una fuente del DIF.
Aun así, lectores de El Diario que denunciaron atención por parte de las autoridades para que rescataran a los pequeños que vieron trabajando a muy temprana edad para encauzarlos a una vida mejor, quizás, dándoles facilidades de trabajo a los padres.
Mientras tanto, los pequeños buscan una moneda para pasar el día, una moneda o un bocado que sólo han podido encontrar fuera de casa.