PORTOVIEJO, Ecuador (AP) — Inicialmente iba a ser un día alegre y festivo para toda la familia Estupiñán-Quinde, que se iba a reunir el sábado para celebrar la entrada de Sayira a la Universidad. Sin embargo el modesto Chevy Blazer en el que viajaban tuvo la mala suerte de detenerse a las 18:58 pm ante un semáforo en rojo de Portoviejo cuando el suelo empezó a temblar y un hotel se derrumbó sobre el vehículo, con toda la familia en el interior.
Un día después, la tía de Sayira, Johana Estupiñán, emprendió el viaje de regreso más largo y duro de su vida en un coche fúnebre con los cuatro cuerpos de su familia en su interior.
Mientras el nombre de Ecuador recorre el mundo por los 272 muertos y más de 2.000 heridos que ha dejado hasta el momento el terremoto más destructivo que sufre en las últimas décadas, la historia de las víctimas se escribe bajo los escombros.
«Ella era mi sobrina favorita» explicó una destrozada Johana a Associated Press. «Me había ganado una hija gracias a los seis años de felicidad que iba a tener al alojarla conmigo mientras duraba la universidad» se lamentó ante los ataúdes.
Después de mucho esfuerzo económico, su sobrina Sayira empezaría por fin a estudiar medicina el próximo lunes en la Universidad de Portoviejo gracias a una beca. Había llegado el día anterior desde la ciudad de Esmeraldas con toda su familia para completar la matriculación, hasta que el poderoso terremoto se cruzó en su camino. «Nunca pensé que la vida se nos fuera en un minuto» añadió.
Durante horas, su tía Johana sufrió a las puertas de la morgue junto a familiares y amigos desesperados que no dejaban de buscar entre llantos a sus seres queridos. Hasta la funeraria, agrietada por el sismo, no dejaban de llegar ataúdes vacíos que salían cargados de cuerpos en dirección al cementerio. Johana reconoció a su familia nada más ver la ropa ensangrentada de su hermana Lucy Estupiñán, de 37 años, de su cuñado Jorge Quinde de 41 y de sus sobrinos Sayira, de 17, y el pequeño Matías, de sólo ocho meses de edad.
Pocas horas después era ella quien, la noche del domingo, emprendía viaje a la ciudad natal de la familia acompañando tres féretros de caoba y otro más pintado de blanco, como la traición católica reserva para los niños. «Nuestra familia se vino abajo, no sabemos cómo vivir ahora» explicaba desolada.
Bajo las piedras del hotel El gato, que se vino abajo sobre la familia Estupiñán, salieron también los cuerpos de dos turistas cuyos cadáveres aún no han sido identificados, pudo comprobar AP.
En las localidades de Manta, Pedernales o Portoviejo, las más afectadas por el terremoto, todas en la costa del Pacífico, el ambiente era desolador. En Portoviejo, una ciudad de unos 300.000 habitantes, la gente recorría las ruinas en busca cualquier pista que les permitiera mantener la esperanza, como llantos, voces o sonidos de respiración entre las piedras
En Portoviejo se derrumbaron un total 27 edificios, incluido un mercado, según confirmó a AP el alcalde, Agustín Casanova, que hizo un desesperado llamado de auxilio pidiendo la llegada de más rescatistas. Varios testigos contaron a AP cómo durante muchas horas habían oído los gritos de la gente bajo los escombros sin que se pudiera hacer nada.
El edil confirmó que en la ciudad se produjeron al menos un centenar de las 272 muertes contabilizadas hasta el momento. Unas 400 familias pasaron la noche del domingo en el antiguo aeropuerto, donde recibieron colchones, comida y agua. El lugar se ha convertido en un enorme campamento al aire libre donde las familias conviven con decenas de niños y sus mascotas.
También en Pedernales y Manta muchas familias pasaron la segunda noche a la intemperie frente a sus casas derrumbadas por temor a los saqueos. En otros casos los soldados recorrieron algunos barrios para sacar a la población de las viviendas dañadas por temor a que una nueva réplica terminara por derribar las construcciones más endebles con ellos dentro. Hasta la tarde del domingo se habían producido 262 réplicas de menor intensidad del terremoto
El presidente, Rafael Correa, quien llegó directamente a Portoviejo desde El Vaticano, donde estaba en visita oficial, recorrió la zona afectada.
«Nuestro dolor es muy grande, la tragedia es muy grande, pero vamos a encontrar la manera de seguir adelante», dijo el mandatario al borde de las lágrimas. «El país está siendo operado en estado de excepción», señaló el presidente, insistiendo en que la prioridad para los servicios de rescate es la gente que continua atrapada bajo el cemento «hay señales de vida en muchos de los escombros» dijo antes de despedirse con un «hasta la victoria siempre».
El mandatario agradeció también la solidaridad internacional y dijo haber recibido las llamadas de Mariano Rajoy, de España, Dilma Rouseff de Brasil, Mauricio Macri, de Argentina, y Juan Manuel Santos, de Colombia, entre otros presidentes.
Por su parte, el vicepresidente Jorge Glas se desplazó hasta Pedernales.
«Estamos con la fuerza pública, con la policía nacional, estamos activando todos los mecanismos de socorro, de asistencia de heridos, protocolos de asistencia de salud», dijo Glas en declaraciones exclusivas para la AP a su llegada a la localidad. El vicepresidente también dijo que no se habían registrado daños significativos en obras de infraestructura hidroeléctrica ni en una refinería, que luego de una última inspección entrará en funcionamiento.
Hasta el momento se han desplegado unos 10.000 soldados y más de 4.000 policías y repartirán más de 3.000 paquetes de ayuda, con comida y 8.000 kits para dormir.
El Servicio Geológico de Estados Unidos situó el epicentro del sismo a una profundidad de 19 km (11,8 millas), 27 kilómetros (16 millas) al sur-sureste de Muisne, Ecuador.
David Rothery, profesor de Geociencias en Open University, al noreste de Londres, dijo que el sismo ecuatoriano fue unas seis veces más fuerte que el más potente de dos terremotos mortales ocurridos en el Pacífico, en la más meridional de las cuatro islas principales de Japón.
Un terremoto de magnitud 6,5 golpeó el jueves cerca de Kumamoto, seguido por un terremoto de magnitud 7,0 tan sólo 28 horas más tarde. Esos terremotos mataron a 41 personas e hirieron a alrededor de 1.500, además de derribar casas y provocar grandes deslizamientos de tierra.