diciembre 12, 2024
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mayo 9, 2016 | 292 vistas

Carla Ramírez

La luz de su alma se refleja en cada verso escrito, en la emotiva declamación para su público, en cada obra de caridad que emprende, en la palabra de aliento para los desfallecidos, en las caricias para a sus hijas y el amor incondicional para su esposo, por ello Lupemaría de la Garza Ferrer de Pedraza ilumina a todos los que la rodean.

Mujer de fe, entregada a su familia, esmerada en cada una de sus obras literarias, pero sobre todo bondadoso ser humano. Tiene en su amplio repertorio literario siete cuentos y cinco novelas. Todos sus cuentos llevan en el nombre la palabra luz porque para ella ese es el significado de escribir.

Sus primeros versos los hizo al cursar la escuela primaria y fueron tan encantadores, que el gobernador de aquel entonces, Raúl Garate, le mandó a hablar al Palacio de Gobierno para entregarle una medalla de oro como reconocimiento.

“Apenas aprendí a escribir, empecé hacer poesías, para mi es la cosa más sencilla del mundo, es como una luz, me sé de memoria como unas 600 poesías; tenía como seis o siete años cuando hice mi primer poesía y por ello el gobernador Raúl Garate me mandó hablar, fui con una de las monjitas de mi colegio y me dice: dime esa poesía que hiciste y él con lágrimas se emocionó mucho”, contó la escritora.

Y es que ella creció en un hogar amoroso, donde hacer versos era cosa de todos los días, pues su padre se los escribía a ella y a sus hermanos para divertirlos y pasar un domingo familiar.

Otra de las artes en las que destaca es en la danza, fue la primera en usar el traje típico tamaulipeco y lo lució frente a cientos de personas en eventos de gran relevancia en su infancia.

A muy corta edad se fue a vivir a la Ciudad de México para estudiar danza y cuando regresó a Victoria inauguró su propia escuela que llevaba por nombre “Lupemaría”, fruto de ello fue el montaje de muchos espectáculos y el dinero recaudado siempre lo destinó para hacer obras de caridad.

“Todos los recitales que hacía, los eventos de danza, todos eran a beneficio; además a los eventos que me invitaban en todos participaba sin cobrar, ni nada”, recalcó.

Y no conforme con los logros que había obtenido, decidió estudiar la carrera de Periodismo y luego de concluir colaboró para esta casa editora, durante un año aproximadamente.

“Estudie por correspondencia, acababa yo veces bien tarde, decía yo: ‘ya están todas dormidas, pues ahora a estudiar’ y contestaba lo que me mandaban, exámenes y todo, estudie eso porque yo siempre quise ser periodista”, enfatizó Lupemaría.

Y aunque tiene una amplia trayectoria, le hubiera gustado fundar un periódico “para poner lo que yo quisiera”, dijo. Sin embargo, para ella aún queda mucho por hacer, publicar sus dos últimos libros, eventos a beneficio y formar una escuela para padres católica.

Una mujer entregada, decidida, del tipo de personas que no se da por vencida tan fácilmente, así lo demuestra día a día con andar sus pasos, que va con dificultad a consecuencia de un accidente que tuvo hace cuatro años, pero que no la dejó tumbada en una cama.

“Ahora que me quebré fue precisamente yendo a misa, se me olvidó que era viejita y corrí toda la Plaza Juárez y al ir a pasar la calle para subir los escalones del Sagrado Corazón pise una boya y salí volando, me partí la cadera, la pierna, me recogieron los de los taxis y me trajeron con mi esposo y me llevaron al hospital, me han operado dos veces, pero ahí voy… haciendo el esfuerzo”, platicó.

A Lupemaría no la detiene nadie, siempre presente, a cualquier petición su respuesta siempre es un sí, con una fe infinita y un amor por su querida Victoria incondicional, a tal grado que hace algunos años fue a hablar con el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, para exigirle que les devuelva la paz, que les regrese la Victoria tranquila, aquella que recuerda de sus años de juventud.

 

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