Casi 3 mil kilómetros en carretera recorrió Norma Torres Mendoza en automóvil, en tres días, para ir de Boston a Houston, ciudad donde su mamá, Carmen, trabaja aseando casas.
Fue por ella para que sea testigo de su graduación de maestría en la Universidad de Harvard, que será la próxima semana. La razón del largo viaje es sencilla: su mamá no puede subirse a un avión porque, igual que ella, es indocumentada.
La joven queretana de 25 años salió de México rumbo a Estados Unidos a los 9 años de edad junto a su madre, quien buscaba mejores oportunidades de vida.
Norma egresará el jueves 26 de mayo de la Maestría en Política Pública de la Kennedy School de la institución educativa, quien le becó la totalidad de sus estudios con solvencia económica para su estancia en Boston.
Ella apoya el DREAM act, propuesta legislativa en Estados Unidos que, de aprobarse, ayudaría a los indocumentados que cruzaron la frontera siendo niños o adolescentes a lograr la residencia permanente.
MIEDO COTIDIANO
Cuando Norma era niña, el dinero que su mamá ganaba por asear casas en Querétaro difícilmente alcanzaba para comer, pagar útiles escolares y comprar medicamentos para su abuela enferma.
Ante esta situación su madre cruzó con ella la frontera. Lo hicieron sin documentación y a bordo de un tráiler.
«Sentí muchísimo miedo, pero era una niña. No entendía bien lo que estábamos haciendo ni por qué lo tenía que hacer. No quería estar sola, sin mi mamá», comparte en entrevista.
Ya en una casa en Houston, entró a la escuela pública, sin embargo, el miedo continuó, esta vez con las historias constantes de conocidos suyos que de repente eran deportados.
Su temor de todos los días era que podría ser la próxima, pero ese miedo, afirma, fue lo que la motivó en sus estudios.
«Me decía a mí misma ‘tengo que sacar un 10 en este examen, porque tal vez es el último examen que voy a tomar’. Yo sentía que en cualquier minuto alguien iba a recogerme y regresarme a México, un país que es precioso, pero que no conozco en realidad», expresa.
«Yo caminaba con este miedo, pero este miedo también fue lo que me dio fuerzas para salir adelante».
Así se volvió una de las pocas estudiantes latinas que cursó las clases avanzadas de su escuela, lo que la preparó para entrar con beca a la Universidad Rice en la ciudad texana, de donde egresó de Ciencias Políticas en el 2009.
LATINOS EMPODERADOS
Norma recuerda cuando llevaba a la escuela en su lonchera tacos de chorizo que su mamá le preparaba para el recreo y las burlas y reacciones de disgusto de sus compañeros ante ese platillo ajeno a ellos.
«Eran terribles. Se reían de mis tacos, decían que olían feo. Entonces llegué con mi mamá y le dije que no me hiciera más tacos, sino un sandwich de peanut butter and jelly (crema de cacahuate y mermelada), ‘porque quiero ser americana ahora'», recuerda.
«Esto muestra cómo nos hemos asimilado, poco a poco, aunque sea con algo tan simple como la comida, pero estamos dejando nuestra cultura, y esto es algo que debemos cambiar».
Durante su maestría en Harvard, que cursó por dos años luego de trabajar en la consultora Deloitte, el área de estudio de Norma fue la situación de los migrantes e hijos de éstos, a quienes busca ayudar con asesorías para solicitar becas para universidad.
Aunque aún no tiene residencia estadounidense, ya recibió un permiso de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), medida ejecutiva que beneficia a quienes llegaron a ese país antes de los 16 años de edad.
Este estatus le ha permitido regresar a México exclusivamente para viajes educativos, lo que ha hecho en dos ocasiones, en marzo del 2015 y este año, cuando llevó a alumnos de Harvard de origen mexicano a conocer el país de sus padres.
En estos viajes conocieron a Diputados y Senadores, visitaron sedes del PRI y del PAN e incluso conocieron las instalaciones del periódico REFORMA, en la Ciudad de México.
Los recorridos también contemplaron paradas turísticas en otros estados como Monte Albán, en Oaxaca, con el fin de conocer de primera mano un poco de la cultura mexicana.
En este año electoral estadounidense, la joven también busca empoderar a los ciudadanos latinos a que ejerzan su derecho al voto y sean ejemplo de valores democráticos.
«Yo no puedo votar, pero si puedo convencer a 100 personas de que lo hagan, habré tenido un mayor impacto que con un solo voto», explica.
De 52 años, la mamá de Norma aún trabaja como empleada doméstica en Houston, sin oportunidad de tener un estatus regular en el país vecino.
Cada día, Norma trabaja para que su madre y tantos otros latinos en la misma situación puedan, finalmente, vivir sin miedo.
CON INFORMACIÓN DE: elnorte.com