octubre 24, 2024
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mayo 26, 2016 | 122 vistas

Paoletti Rodríguez

Ante la falta de oportunidades laborales pero también por el gusto de las artes circenses, Gerardo Flores práctica arte urbano desde hace muchos años, actividad con la que ha podido sacar el sustento del hogar y dar estudio a sus tres hijos.

Desde los 19 años de edad intentó buscar un trabajo estable; fue policía, barman, entre otros oficios, además tiene una carrera profesional como catador, lamentablemente en estos empleos los sueldos son muy bajos y no alcanzaba para los gastos del hogar.

Es originario de Veracruz pero vivió en Puebla y Pachuca, donde tuvo la oportunidad de prepararse profesionalmente en las artes circenses, por tal razón ahora conoce mucho sobre el tema, a sus 56 años sabe realizar diversos actos que gustan a la gente.

“Estuve en varios empleos, desde los 19 años recorrí varios oficios, pero pagaban muy poco y uno tiene que sacar adelante a la familia, tengo tres hijos y fui buscando la manera de que pudiéramos salir adelante, las artes circenses es algo que me gusta”, dijo.

En Puebla tuvo la oportunidades de cursar una licenciatura en artes circenses, lo cual hizo primeramente por curiosidad, lo que se impartía le gustó tanto que decidió continuar preparándose en este ámbito, actualmente realiza actos muy llamativos e interesantes.

“Yo tuve la oportunidad de ir a una escuela en Puebla que sale uno con una licenciatura circense, esto lo hice por curiosidad, me gustó lo que impartían ahí y pues termine el curso, después seguí preparándome mucho para ser mejor en el tema”, comentó.

CON LA ILUSIÓN A FLOR DE PIEL

En 1999 llegó a Ciudad Victoria con muchas ganas de compartir su experiencia en las artes circenses, y decidió comenzar a hacerlo en los cruceros, pues afirma que es un punto donde puede tener la atención de la gente y eso le gusta.

Señala que realizando sus actos sufrió una lesión en la espina dorsal y en las muñecas, por tal razón actualmente ya no puede realizar todo tipos de actividades como antes lo hacía, así que optó por acudir a los cruceros a trabajar.

“Por azares del destino haciendo un acto me lastimé la espina dorsal, las muñecas y ya no puedo hacer ciertos tipos de actos y opte por venir a trabajar a una calle”, indicó.

Para esto estudió otro curso en la Universidad Autónoma de Pachuca de actuación y teatro.

A pesar de las adversidades, le gusta ser el centro de atención en cruceros.

Trabajar en los cruceros le deja muchas satisfacciones, tanto el mostrar a la gente lo que más le gusta hacer, como el hecho de alegrar el día a las personas pues ha recibido buenos comentarios que lo animan a seguir adelante.

“Al pararte en un semáforo o esquina como payaso o estatua toda la atención está a ti y con algún movimiento provocas alegrías tristezas, hace rato pasó un señor y me dice, -venía bien amargado y triste y nada más de verte se me olvidó todo-”, comentó.

Don Gerardo hace malabares donde usa aros con fuego, sencillos, yoyo chino, pelotas con fuego, globoflexia, magia, sketch, ventriloquia y maneja varios aparatos.

“Eso es lo bueno del arte circense abarca muchas casas, no solo son malabares aéreos, equilibrio y tuve la oportunidad de ingresar en el mundo de payaso, eso fue algo maravilloso e increíble, sin duda alguna si esto no me gustara, yo no estaría aquí”, agregó.

UN TABÚ DIFÍCIL DE BORRAR DE

QUIENES TRABAJAN EN LAS CALLES

El señor Gerardo se enfrenta diariamente a diversos inconvenientes, el principal es un fuerte tabú que tiene la gente sobre las personas que trabajan en las calles, ya que piensan que son unos viciosos y que no quieren trabajar.

“La gente siempre apoya, siempre y cuando traigas un buen show, un buen personaje y no utilices el dinero para vicios”, expresó.

“La semana antepasada una señora me dijo -te voy a dar este billete, pero sé que te lo vas a gastar en alcohol- y le dije: ¿sabe qué? aquí tiene su dinero, cuando usted vea que soy una persona honrada, que trabajo para mi familia, me lo regala y se enojó. Piensan que por estar en la calle somos malvivientes, rateros, viciosos y que no nos gusta trabajar y por unos pagan todos”, explicó.

Llega al crucero a las nueve de la mañana, cuando acude vestido con uno de sus personajes, el de Quetzalcóatl o de Majin Buu, su proceso inicia a las cuatro de la mañana debido a la fusión de arte popular callejero y arte urbano que debe realizar.

“Tengo varios personajes, manejo varios actos y bueno manejo varias cosas, yo creo que si estudiaste pues aplícalo, ser payaso es una gran profesión y si no me gustara no estaría yo aquí”, dijo.

El hombre de 56 años debe soportar las altas temperaturas que se presentan durante esta temporada, debido a que tiene diabetes, por momentos se detiene para descansar, además el maquillaje que utiliza en todo su cuerpo lo hace transpirar aún más de lo normal”, refirió.

Su mayor satisfacción es que la gente reconozca su trabajo, pero sobre todo el poder sacar a sus hijos adelante para que sean unos profesionistas, “mi hijo el mayor es abogado, mi hija de 22 años está estudiando para educadora y tengo una de nueve años, me interesa que estudien una carrera reconocida”.

Agregó que muchas veces lo juzgan pensando que por andar en las calles es un ignorante que está así por no tener la posibilidad de estudiar, “piensan que soy un ignorante sin saber si tengo estudios o no, pero me he preparado mucho”, concluyó.

 

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