diciembre 11, 2024
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junio 7, 2016 | 118 vistas

Mauricio Zapata

Era tarde ya, y apenas estaba despertando de una larga jornada electoral.

En su rostro se notaba el cansancio de 24 horas continuas de trabajo.

Las ojeras mostraban lo copioso de una elección, la labor de un ciudadano que quiso participar. Un ciudadano “común y corriente” y que defiende con todo lo que tiene su trabajo y sobre todo, la transparencia de una elección.

Es Juan Ramón. Pero prefiere mantenerse como “héroe anónimo”, dice, porque así se lo instruyeron, no obstante, acepta dar a conocer los pormenores de una larga jornada electoral.

La otra historia es muy similar. Ana María, quien también en su expresión se nota su cansancio, pero también su satisfacción de haber participado y de haber contribuido a hacer posible una elección.

Esta es la historia de quienes cuentan los votos y su experiencia como funcionarios de casilla, la que pocas veces se platica.

Son ellos los principales protagonistas de una elección. Son ellos los que le dan certeza y legitimidad a una contienda. Pero nadie los voltea a ver.

Normalmente, la gente se fija en el candidato ganador, quizá en el gobernante, y hay otros que se estremecen con el líder del partido triunfador.

Pero es la ciudadanía, ellos, los insaculados, los que cuentan los sufragios, los héroes anónimos, son ellos los que nadie sabe su nombre, ni siquiera los conoce.

 

HICIMOS HISTORIA

Uno de los entrevistados es Juan Ramón, la otra Ana María, Uno fue escrutador en la sección 1649; la otra secretaria en la sección 1624.    Uno es empleado en un centro comercial al norte de la Ciudad. La otra, quienes la conocen sabe que en la mañana trabaja en una dependencia de gobierno y por la tarde da clases de regularización a niños “burros”, dice.

Pero además fueron funcionarios de casilla en la elección del cinco de junio. Y ellos mismos coinciden que son “héroes anónimos” y que con su trabajo hicieron historia en Tamaulipas.

Los dos siguen sin reponerse de la cansada jornada del domingo pasado, pero no pueden descuidar su trabajo, de eso viven.

Ana María tiene 26 años y fue escogida, mediante un “sorteo” para ser uno más de esos héroes anónimos. Juan Ramón tiene casi 60.

Para Ana María fue una experiencia inolvidable.

“En principio me negué, soy apolítica, solo una vez he ido a votar, no me interesaban las elecciones”, dijo de entrada mientras se tomaba un café, ya era tarde.

¿Y entonces cómo fue que te animaste a participar?, se le preguntó.

“Me llamó la atención los comerciales del Ietam (Instituto Electoral de Tamaulipas) donde decía que si no éramos nosotros, quién contaría los votos”, dijo.

Sus ojeras eran evidentes y es que Ana tampoco se reponía de las largas jornadas de capacitación, que normalmente, cuenta, fueron en la noche y después de casi 16 horas de estar en su casilla, señala que fue una experiencia inolvidable, buena y que cumplió con un deber ciudadano, aunque después ría y saca la lengua como simulando estar bromeando.

 

AQUI NADIE HACE FRAUDE

Juan Ramón, también en un principio se negó. Dijo que no quería, pensaba que no tenía por qué prestarse a un fraude.

“Pero no, aquí nadie hace fraude, tenemos muchos ojos encima. No, al menos en las casillas, nosotros los ciudadanos no tenemos ninguna posibilidad de hacer trampas, aunque quisiéramos”.

¿Hubo alguna indicación, alguna línea para favorecer a alguien en especial?

“No, para nada. A mí me tocó hacer el cómputo, contar y anotarlo en el acta. Lo primero que se hizo fue sacar las boletas de la urna, después separamos los del PRI, los del PAN, los del PRD, los de cada partido, los nulos, todos los separamos por grupos”.

“Después a contar quién tenía más. Te pones nervioso porque atrás de ti estaban los representantes de cada partido, bueno, la mayoría, y son bien quisquillosos: que si ese es de mi partido, que se te pasó uno, que ese es nulo, que ese no lo contaste bien, que no se te pierda la cuenta, que otra vez los del PAN, así, estaban jode y jode, entonces contamos los votos hasta cuatro veces”.

Con ello, continuó platicando “te pones un poco nervioso, y es que eso es la parte más importante, pero gracias a Dios todo salió bien, se contaron los votos como debía de ser”.

¿Durante la jornada, como se dieron las cosas? Se le preguntó a Juan.

Hace una mueca de aceptación. Asienta con la cabeza sin perder de vista su trabajo.

“Bien tranquilo ¿tú crees? Yo pensé que iba a estar más complicado, pero no. Hubo poca gente, eso sí, y había ratos que estaba vacía la casilla, el calor estaba bien fuerte y de repente de aburres, te quieres parar de la silla para estirar las piernas, pero no te puedes separar de la mesa y eso fue lo más estresante”.

Ana María deja de hacer lo que estaba haciendo y se concentra en la charla:

“Yo antes pensaba en que siempre había fraude, que se contaban los votos, pero con ésta experiencia me di cuenta de que aquí no hay esa posibilidad. Yo no simpatizo con ningún partido y la mayoría de los que estábamos ahí estaban igual que yo, eran ciudadanos común y corrientes”.

“La verdad con esto ya se puede creer en las elecciones, en que no se puede, al menos en las casillas, favorecer a alguien en especial, simplemente no puedes”.

 

TODO ES LIMPIO… ES LEGAL

Por su parte, Juan Ramón agregó: “Yo chequé en Internet como quedó el resultado de la casilla en que trabajé y es el mismo que yo misma apunte en el acta, así que nadie puede decir que hubo fraude, aquí se contó muy bien los votos”.

¿Y los votos nulos, qué tal, hubo mucha intención?

Juan ríe y se avienta un chorro de agua que estaba tomando en el momento del agua. Se limpia la camisa y continúa con las respuestas.

“Sí, hubo muchas maldiciones, nombre son bien volados. Habían dibujos de manos así”, la muestra con su propia mano enseñando el dedo mayor al frente, los demás hacia abajo.

“Otros más con dibujos del chapulín colorado, con maldiciones escritas o que decían “voto por mí” en toda la boleta, y sí, hubo bastantes”.

¿Qué te deja ésta experiencia? Se le cuestionó a Ana María.

“Mucho, aprendí que las elecciones son limpias, que hay que participar, que no hay margen para hacer trampas”.

Juan Ramón también coincide: “No sé, pero en mi casilla no hay fraude, en mi casilla no hubo trampas. Todo es limpio y es legal y quien diga que hubo fraude no sabe lo que es el trabajo de un funcionario de casilla, la verdad es que sí te la rifas y no podemos estar dormidos porque no te dejan. No puedes ni siquiera tener fea letra porque hasta en eso se fijan los representantes de las casillas de los partidos y te ponen a hacer el número bien bonito para que se vea bien”.

La experiencia de Ana María y de Juan Ramón es una de tantas, una de las más de 31 mil 689 que se dieron este cinco de junio, en donde la mayoría de la ciudadanía común concluye que hoy en día, las elecciones en el país son limpias.

Son los funcionarios de casilla, los que también merecen un reconocimiento.

Son ellos, los que hicieron posible la elección.

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