noviembre 5, 2024
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julio 10, 2016 | 314 vistas

BRUSELAS, Bélgica, julio 9 (AP)

La Unión Europea ha atravesado diversas crisis desde su inicio –la controversia sobre si crear una constitución, el problema de la deuda que ahogó a países como Grecia, el ingreso de miles de refugiados de naciones distantes–, pero la salida británica del bloque conformado por 28 naciones europeas es hasta ahora la crisis más grave de su historia. Que un país decidiera abandonar la Unión es algo que nunca había ocurrido antes.

A pesar de obstáculos ocasionales, la UE ha crecido de manera impresionante, tras haber empezado como un acuerdo para la exportación de carbón y acero entre seis naciones en 1951. Hoy en día es un amplio bloque económico y político que apenas tres años atrás recibió a su miembro más reciente: Croacia.

Ahora que Gran Bretaña ha decidido irse, revirtiendo el proceso de integración iniciado hace más de seis décadas, nadie sabe exactamente cómo proceder. ¿Debe la UE ejercer más autoridad, o menos? ¿Cómo debería explicar a sus habitantes la importancia de este proyecto que parece tan difícil de entender? ¿Es acaso culpa del bloque que haya ocurrido esta crisis, cuando mucha gente simplemente está descontenta con sus propios gobiernos?

Grecia se siente marginada, resentida por una serie de duras condiciones económicas impuestas por sus acreedores a cambio de ayuda financiera. Italia está peleada con Alemania sobre la necesidad de imponer esas medidas de austeridad. Y los húngaros van pronto a un referéndum para decidir sobre los límites a la entrada de refugiados.

Lo cierto es que Europa se encuentra en un limbo total.

Mientras en Gran Bretaña el resultado del referéndum acabó con carreras políticas –como la renuncia del primer ministro David Cameron y la derrota de tres dirigentes de la campaña por abandonar la UE–, en Bruselas nadie ha perdido su empleo. Por ahora viene un receso en julio y agosto y después habrá una cumbre de la UE en Bratislava el 16 de septiembre, en la que los líderes debatirán cuáles serán los próximos pasos a seguir.

El presidente de la Comisión Europea –que a lo largo de los años ha procesado miles de leyes que regulan la migración, el comercio y la educación por todo el continente– ha sido uno de los primeros en caer bajo los dardos de los críticos. Jean-Claude Juncker administra una entidad de unos 33 mil empleados. Junto con sus comisionados, con frecuencia son tildados en la prensa como burócratas ilegítimos obsesionados con imponer leyes engorrosas y complicadas a los ciudadanos comunes.

Lo cierto es que muchos en Gran Bretaña suscriben a esa opinión, aun cuando la mayoría de esas propuestas se debaten entre los países miembros y el Parlamento Europeo –cuyos miembros son elegidos cada cinco años– antes de convertirse en ley.

Sin embargo, Juncker, quien lleva apenas dos años en el cargo y había prometido aplicar reformas al bloque, ha dejado en claro que no abandonará el cargo.

“No permitiré que la comisión sea culpada por el resultado del referéndum británico. No aceptaremos esa responsabilidad”, dijo Juncker el martes ante legisladores europeos. “Nunca he dicho que soy partidario de crear unos ‘Estados Unidos de Europa’”.

Afirmó que la Comisión cuenta con el respaldo de todas las naciones que la integran, inclusive la saliente Gran Bretaña.

“Esta es una comisión que tiene el mandato para aplicar reformas y eso es exactamente lo que estamos haciendo”, agregó Juncker. “No ha perdido su legitimidad de un día para otro”.

 

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