diciembre 12, 2024
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julio 21, 2016 | 105 vistas

BAGDAD, Irak, julio 20 (AP)

Los iraquíes están padeciendo el día más caluroso en lo que va de este año, con temperaturas de hasta 51 grados centígrados (124 Fahrenheit) en Bagdad y hasta 53 C (127 F) en partes del sur del país.

El Gobierno dio el miércoles y jueves libre a sus empleados a causa del fuerte calor, que se espera dure hasta el domingo. Viernes y sábado es el fin de semana en Irak como en la mayoría de los países árabes.

Los veranos en este país son conocidos por su despiadado calor, pero el jefe de meteorología del Gobierno, Hassan Abdul-Karim, dijo que estos niveles superan el promedio para esta época del año. Agregó que la creciente desertificación en los últimos cinco años está haciendo que suba el mercurio.

Las altas temperaturas rutinariamente empeoran los padecimientos de los iraquíes, que desde la invasión estadounidense de hace 13 años han tenido que lidiar con violencia casi a diario, inestabilidad política, malos servicios públicos, un éxodo masivo de profesionales al exterior y altos índices de delitos graves como secuestros por rescate, robos a mano armada y asesinatos por contrato.

La actual ola de calor sofoca Bagdad en momentos en que la ciudad se recupera del peor atentado con bombas —casi 300 muertos— en 13 años, ocurrido el tres de julio, y prolongados apagones que dejan a la mayoría de los hogares sin electricidad por unas 12 horas al día.

“No hay electricidad y la temperatura es muy alta, así que vinimos a la piscina porque es la única manera de refrescarnos”, dijo Ammar Adnan, sentado en el borde de la recién inaugurada alberca techada en Al-Azamaiyah.

“Nos vamos a quedar hasta que caiga el sol, con suerte las temperaturas bajarán”, dijo.

A unos pocos kilómetros, en el atareado mercado Sinak, en el centro de Bagdad, Kazim Ali vendía cocteles de soda con sirope de azúcar, vinagre y menta por mil dinares (85 centavos de dólar).

“Nunca subo mis precios cuando hace calor, pero el tipo que me vende el hielo me cobró 50 por ciento más hoy”, se quejó.

Vendedores callejeros, algunos con el rostro cubierto con pañuelos para protegerse del calor, vendían tajadas de sandía o inflaban piscinas plásticas para los niños. Algunos tenderos instalaron duchas en la acera bajo las cuales hombres se rociaban para refrescarse.

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