noviembre 6, 2024
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julio 29, 2016 | 122 vistas

Paoletti Rodríguez.-

 

María del Rosario Vargas Villasana vende manteles bordados a mano frente al edificio de Palacio Federal en el Ocho Morelos y Matamoros, esta actividad que aprendió como entretenimiento desde su infancia, la ayudó a salir adelante cuando enviudó.

Aunque no es una experta en esta actividad y su conocimiento lo ha ido adquiriendo en la práctica con el paso de los años, muchas personas se interesan en adquirir sus manteles bordados a mano que vende a muy bajo precio.

La mujer de 48 años se dedicaba al hogar, su esposo era panadero y con esta actividad lograban sobrevivir, pero bebía y fumaba mucho, esto le provocó problemas en sus pulmones que lo llevó a enfermar y perder la vida.

Hace diez años su esposo falleció por un problema en los pulmones, dejándola sola con un hijo de tres años, por lo tanto tuvo que buscar una alternativa para salir adelante y que su hijo tuviera una vida digna y estudios.

“Desde chica me enseñó una tía a hacerlo, yo era ama de casa, mi esposo era panadero pero tomaba mucho y fumaba, le dio una infección en los pulmones y se murió, tenía 56 años, hace diez años, me quedé sola con mi hijo de tres años, él falleció”, agregó.

Actualmente la señora María vive con su madre e hijo, el menor el próximo mes de agosto estará cumpliendo 13 años de edad y por empezar el segundo año de secundaria, y afirma que ver como su hijo puede estudiar y salir adelante la llena de orgullo.

 

LA HA AYUDADO

A SALIR ADELANTE

Desde que su esposo falleció ella decidió elaborar manteles bordados que vendía desde su hogar, con conocidas u ofreciendo a quien tuviera oportunidad, y fue hace tres años cuando decidió salir a las calles para conseguir más ventas.

Desde las nueve de la mañana llega a la explanada de Palacio Federal tratando de conseguir un espacio donde protegerse del sol por algunas horas, instala una sábana en el suelo donde coloca los manteles que con mucha dedicación elabora.

Elaborar estos manteles requiere de tiempo y dedicación, en los más pequeños, los que se utilizan normalmente para las tortillas dice, tarda hasta dos horas en cada uno, el costo es muy económico para poder venderlos, entre 30 y 40 pesos.

Aunque tiene algunas clientas que le encargan trabajos más elaborados, como manteles para mesa de cuatro o seis sillas, eso nos dice que los vende entre 350 o 400 pesos dependiendo del diseño.

“Me emociono cuando me compran algún mantel y ya ellas mismas me recomiendan y vienen más a comprarme o vienen y me hacen encargos, sí vendo muchas, la gente las usa en las tortillas, o también me piden manteles para la mesa, de seis sillas las vendo en 400, un poco menos en 350”, explicó.

Aunque considera que este tipo de artesanía ya no tiene tanta demanda como en años anteriores, señala que hay clientas que acuden constantemente a comprarle, y de esa manea se apoya poco a poco para los gastos de ella y su hijo.

Debido a las altas temperaturas y  por el temor de sufrir una crisis de epilepsia solamente se instala en el lugar un par de horas, y para el mediodía se retira a su hogar donde continúa elaborando sus manteles.

 

LUCHA CONTRA SU ENFERMEDAD

Comenta que padece de epilepsia desde su infancia y esta enfermedad le ha traído muchos problemas que a veces le complica realizar sus bordados, sin embargo se esfuerza para salir adelante y conseguir el sustento del hogar.

Los constantes ataques le han traído problemas en una mano y en un pie, los cales no puede mover bien, y cada vez es más complicado realizar los bordados, aunque tarda un poco más, tiene mucha paciencia para hacerlos bien.

“Batallo un poco porque la mano derecha la tengo torcida y batallo mucho, tengo un pie más chico por lo mismo de las convulsiones, calzo del cuatro y en el otro pie uso del tres y medio, pero sí batallo mucho con eso, porque para el bordado pues es difícil con una mano”, comentó.

El problema de epilepsia surgió desde su infancia, aunque no tuvo un diagnostico médico claro, en aquel entonces las costumbres de las personas eran otras; “A mi madre le dijeron que era una malora que había recogido por traerme en el monte, porque yo estaba muy chica y eso le dijeron que me afectó”.

Señala que tiene seguro popular y aunque cubre todo su tratamiento y atenciones médicas, en ocasiones no hay medicamento para su epilepsia y tiene que comprarlo, por ser más económico lo busca en las farmacias similares pero menciona que no le hace el mismo efecto.

“A veces no lo tienen y tengo que comprarlo, para comprarlo barato lo compro en farmacias similares aunque creo que no me hacen el mismo efecto”, refirió.

Explica que padecer esa enfermedad es difícil, pues nunca sabe en qué lugar le van a dar los ataques, pero momentos antes cuando va a empezar y busca un lugar para sentarse.

Su familia ya ha aprendido como tratar las crisis de epilepsia que le dan, incluso su hijo también la apoya con su enfermedad.

“Cuando me voy a poner mala me siento en la cama o en una silla, mi familia me detiene, ellos ya saben qué hacer cuando me da un ataque, mi hijo ya también sabe, no se espanta, al contrario, me ayuda, tiene 13 años, desde chico  me veía, sabe cuándo me va a empezar a dar”, dijo.

La mayor satisfacción de la señora María es que con su esfuerzo diario ha podido salir adelante junto a su hijo y continuará esforzándose hasta que realice una carrera universitaria y sea una persona de bien.

 

 

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