OSWIECIM, Polonia, julio 29 (AP)
El Papa Francisco hizo el viernes una sobria visita al antiguo campo nazi de exterminio de Auschwitz-Birkenau, convirtiéndose en el tercer Pontífice consecutivo que visita el lugar donde las fuerzas de Hitler mataron a más de un millón de personas, la mayoría de ellos judíos.
Francisco entró en el campo a pie, caminando despacio bajo el conocido arco de entrada de Auschwitz, que muestra las cínicas palabras “Arbeit Macht Frei” (“El trabajo libera”).
Entre los once sobrevivientes con los que el Papa se reunió brevemente había una mujer de más de 90 años de edad que ayudó a mujeres prisioneras a dar a luz en Auschwitz; y otra, de 101 años de edad, que tocaba el violín en una orquesta que los nazis formaron entre los prisioneros del campo de concentración.
En el vecino campo de Birkenau, el Papa se reunió con 25 polacos cristianos que salvaron a judíos durante el Holocausto, entre ellos una mujer que cuando era niña ayudaba a su madre a llevarle pan a escondidas a los judíos encerrados en el gueto de Varsovia.
El principal rabino de Polonia, Michael Schudrich, recitó en hebreo el salmo 130, que comienza con las palabras: “Desde lo profundo de mi desesperación, oh Señor, clamo por tu ayuda”.
Francisco escuchó atentamente la plegaria, cabizbajo, con las manos entrelazadas.
Después de Auschwitz el Papa se trasladó al cercano campo de exterminio Birkenau, donde los nazis asesinaron mecánicamente a miles de personas en cámaras de gas.
El Papa oró en silencio durante más de 15 minutos antes de reunirse con varios sobrevivientes del campo, a los que saludó uno a uno estrechando su mano y besándolos en las mejillas. Después llevó un gran cirio blanco hasta el Muro de la Muerte, donde se ejecutaba a prisioneros.
Francisco oró de nuevo en la oscura celda subterránea donde en su día estuvo retenido san Maximiliano Kolbe, un fraile polaco católico que sacrificó su vida durante la guerra para salvar la vida de otro hombre.
Unos pequeños rayos de sol que atravesaban una diminuta ventana eran la única luz que se veía sobre el Papa, que se arrodilló durante varios minutos para rezar.
El Papa fue entonces a tres kilómetros de distancia, a Birkenau, el campo de exterminio donde los nazis asesinaron a judíos, gitanos y otros pueblos de toda Europa.
Los invitados, entre ellos sobrevivientes del campo y polacos cristianos que salvaron a judíos durante la guerra, se mantuvieron de pie en señal de respeto, mientras el Pontífice llegaba en su vehículo, corriendo paralelamente a los rieles que otrora fueron usados para transportar a las víctimas.
Francisco, nacido en Argentina, es el primer Papa que visita Auschwitz sin haber vivido la brutalidad de la Segunda Guerra Mundial en Europa.
Sus dos predecesores tenían una conexión personal histórica con el lugar. Juan Pablo II era de Polonia y fue testigo del sufrimiento infligido a su país bajo la ocupación alemana.
Su visita en 1979 hizo historia y formó parte de los esfuerzos históricos del Vaticano de reconciliación con los judíos. El Papa Benedicto XVI, que visitó el campo en 2006, era alemán y en su adolescencia formó parte durante un tiempo de las Juventudes Hitlerianas.
La visita de Francisco ayudó a subrayar la importancia de un lugar que en los últimos años ha recibido más visitantes de todo el mundo.
La visita es también diferente en su carácter privado, sin discursos previstos. Marca una diferencia con la visita de Benedicto, que habló en italiano —evitando su lengua alemana nativa— en un discurso en el que preguntó por qué Dios guardó silencio ante la matanza de tantos.
El Vaticano y las autoridades de la Iglesia polaca señalaron que Francisco expresaría su pesar en silencio en el lugar, recordando a las víctimas en una plegaria y meditación silenciosa.
Pero aun así el Papa expresó sus sentimientos, aunque por escrito. En el libro de invitados de Auschwitz escribió: “¡Señor, ten piedad de tu pueblo! ¡Señor, perdón por tanta crueldad!”.
Francisco tenía previsto volar desde Cracovia a Oswiecim, la pequeña localidad donde se encuentra el antiguo campo de exterminio, pero debido al mal tiempo hizo los 65 kilómetros (40 millas) por carretera.
El viernes era el tercer día de su visita de cinco días a Polonia, que incluye encuentros con peregrinos jóvenes participantes en el Día Mundial de la Juventud, una celebración religiosa global.
La jornada del viernes estaba dedicada al tema del sufrimiento. Más tarde el Papa tenía previsto visitar un hospital infantil en Cracovia y participar en un Via Crucis con jóvenes.