CEU DO MAPIA, Brasil (AP) — Las canoas navegan por un estrecho río, esquivando ramas y árboles durante más de cuatro horas para llegar a una pequeña localidad en la Amazonia profunda, en el oeste de Brasil.
La cultura de esta comunidad gira en torno a una infusión psicodélica que los locales llaman Santo Daime. La bebida de ayahuasca es sagrada para los residentes en Ceu do Mapia, que la emplean en rituales que aúnan creencias indígenas y católicas.
El culto del Santo Daime comenzó en 1930 de la mano de un descendiente de esclavos. A principios de la década de 1980, el recolector de caucho Sebastiao Mota de Melo, apodado Padrino Sebastiao, llevó a cientos de seguidores al interior de la selva para crear una localidad que viviese según la doctrina del ayahuasca. Los residentes creen que la bebida cura el cuerpo y expande la mente.
«Aquí no había nada. Celebramos esta ceremonia de purificación con una vela y construimos casas para todo el mundo, para los que llegaron primero. Todos somos familia», dijo Rita Gregorio de Melo, esposa de Sebastiao y matriarca de la localidad.
Melo falleció en 1990, pero su esposa, que ahora tiene 91 años, sigue liderando el culto con sus dos hijos
La elaboración de la infusión sagrada en un ritual en sí misma. Los hombres cantan mientras siguen un ritmo constante para machacar los brotes jagube con mazos de madera. En un caldero grande, un hombre cocina el jugo que se obtiene de prensar los brotes y lo mezcla con una planta con propiedades alucinógenas llamada Psychotria viridis.
La infusión se emplea varias veces durante las ceremonias religiosas, que no suelen celebrarse más de una vez por semana. Aunque los efectos alucinógenos son generalmente moderados, los participantes dicen que ayuda a facilitar conexiones espirituales.
Los residentes participaron en uno de estos actos una tarde reciente. Las mujeres visten brillantes coronas blancas en la cabeza, gasas verdes sobre los hombros y cinturones del mismo color rodeando su cintura.
En la iglesia, Alfredo Gregorio de Melo, hijo del fundador de la localidad y líder spiritual del Santo Daime, enciende velas en una tabla con la forma de estrella de David. Durante el servicio, hombres y mujeres se sitúan en dos filas separadas para tomar la infusión psicodélica tras hacerse la señal de la cruz. Después forman un gran círculo juntos para cantar oraciones y salmos.
«El Daime es todo para mí. Me salvó de la muerte», dijo Luiz Lopes de Freitas, uno de los residentes en la localidad. «Hallé un mundo que cura y enseña fe».