RIO DE JANEIRO (AP) — Los titulares que salen de Brasil desde hace meses son dignos de plagas bíblicas: mosquitos que transmiten un virus capaz de provocar enfermedades congénitas, aguas contaminadas con todo tipo de microbios, la peor recesión en casi un siglo y hasta un juicio político que dejó suspendida a la presidenta del país.
Años de preparativos, expectativa, escándalos y polémica llegan a su culminación cuando los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro sean inaugurados el viernes en el estadio Maracaná. Y si la historia reciente sirve como indicativo, los brasileños presentarán una fiesta por todo lo alto que hará olvidar, al menos por 17 días, todas las preocupaciones.
Los primeros Juegos Olímpicos en Sudamérica finalmente quedarán inaugurados con una ceremonia en el mismo estadio que albergó la final de la Copa del Mundo hace dos años. Ese torneo también fue precedido por retrasos en las obras, temor por manifestaciones y todo tipo de pronósticos pesimistas, y terminó siendo una fiesta de un mes, incluso a pesar de la humillación del país anfitrión en las semifinales.
«No le doy mucha bola a lo que dicen las noticias internacionales», comentó Germán Barbero, un profesor argentino de educación física que ahorró durante dos años para acudir a los Juegos. «Si es por la noticia te quedás en tu casa. Te agarra pánico y te encerrás», agregó el turista de 30 años en su vuelo desde Buenos Aires a Río de Janeiro.
«Este tipo de evento entusiasma a todos y le dan la oportunidad a la humanidad de hacer bien las cosas», agregó. «Han pasado cosas en los Juegos Olímpicos, pero estamos apostando a unos juegos buenos».
Las sedes están listas desde hace semanas y, a pesar de algunas quejas iniciales por desperfectos en la villa olímpica, las delegaciones llegaron en los últimos días y en general quedaron satisfechas con los preparativos.
Todavía se desconoce quién encenderá el pebetero, aunque Pelé deslizó que le ofrecieron participar del acto y sería una elección lógica. Después de la ceremonia, la llama será movida a la renovada zona portuaria ya que el Maracaná sólo será utilizado para las instancias finales del fútbol. El Estadio Olímpico, también conocido como el Joao Havelange, será el escenario de las pruebas de atletismo que usualmente son el pulso de los Juegos.
Sin duda, la ceremonia tendrá la música y colorido que caracterizan a un país que se rige por la filosofía del «jeitinho», una manía de dejarlo todo para lo último, para al final salir airoso por medio del ingenio y viveza.
«La ceremonia (de apertura) de Atenas fue clásica, la de Beijing fue grandiosa, fue musical. La de Londres fue bastante inteligente», dijo el director creativo de la ceremonia de Río, Fernando Meirelles. «Nosotros vamos a ser ‘cool»’.
Como si fueran pocos los problemas del país organizador, el COI lidia con el dolor de cabeza del escándalo de dopaje de Rusia, que probablemente seguirá machacando durante los Juegos.
Apenas 24 horas antes de la ceremonia inaugural, el COI confirmó que habrá 271 competidores rusos en todo tipo de disciplinas, menos atletismo, ya que todo el equipo de pista y campo fue vetado por la federación internacional de esa disciplina por un caso de dopaje masivo.
En total, unos 10.500 deportistas competirán en 28 deportes, incluyendo a leyendas como Michael Phelps y Usain Bolt, que disputan sus últimos Juegos con la esperanza de embolsar más medallas a sus colecciones de oro.
Los competidores de las pruebas náuticas pondrán a prueba las aguas de la Bahía de Guanabara y la Laguna Rodrigo de Freitas, cuyas aguas están altamente contaminadas con materia fecal.
Más allá de algunos incidentes durante el relevo de la antorcha, hasta ahora no se han producido manifestaciones masivas en contra de los Juegos, aunque los brasileños, y especialmente los cariocas, empezarán a sentir la resaca de la cuenta de unos 12.000 millones de dólares que tendrán que pagar tan pronto el COI empaque las maletas y enfile hacia Tokio, la sede de 2020.
El temor por el brote del virus del zika, transmitido por la picada de un mosquito y vinculado a casos de microcefalia, también parece haber pasado a un segundo plano, y más allá de los omnipresentes frascos de repelente, los deportistas, funcionarios y visitantes parecen más preocupados por disfrutar la fiesta que se avecina.
«Por fin la gente empieza a sentir el espíritu olímpico», comentó Ilene Pessoa, una administradora universitaria que vive en el barrio Copacabana de Río. «Las miradas del mundo están posadas en nosotros».