diciembre 12, 2024
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agosto 12, 2016 | 385 vistas

Paoletti Rodríguez.-

Originario de un pequeño pueblo en el estado de Guerrero, don Prudencio llegó a residir hacer varios años a Victoria, donde conserva la tradición familiar del tejido de hamacas, actividad con la cual ha logrado sacar adelante a toda su familia.

Prudencio Morales Ramírez tiene 48 años de edad y nos dice que hace más de 30 años se dedica a tejer y vender hamacas para ganarse la vida, una práctica un poco compleja pero aún así ofertada a bajo precio para poder comercializarla.

Nos cuenta que el pueblo donde nació se llama Copalillo, en este lugar todas las personas se dedican al tejido de hamacas, ahí el oficio se transmite de generación en generación y es distinguido por el colorido de estas camas colgantes.

El arte de tejer hamacas lo produce la mayoría de las familias en su pueblo, sus productos llaman la atención por sus llamativos diseños y comodidad, además de la importancia que tienen al ser productos cien por ciento artesanales realizado por manos mexicanas.

 

BUSCAN MEJOR OPORTUNIDAD DE VENDER

Debido a la competencia que existe en ese lugar, la mayoría de las familias salen del pueblo para vender sus creaciones en otros estados de la República, la gran mayoría ya no regresa al pueblo y opta por vivir en otra ciudad.

“Muchos viven en diferentes partes, sobre todo en Mazatlán, Puerto Vallarta, Manzanillo y se quedan a vivir ahí y otros van y trabajan y se regresan al pueblo, nosotros nos quedamos a vivir acá, sí regresamos al pueblo de visita pero ya nos quedamos a vivir acá”, dijo

Tal como su caso, pues desde 1982 salió de su pueblo para buscar mejores oportunidades, se instaló en el municipio de Reynosa por dos años y después en la comunidad de Nuevo Progreso en el municipio de Río Bravo, donde permanecieron por más de 20 años.

“Pues hay que salir del pueblo para poder vender, porque pues ahí todos se dedican a lo mismo y la gente sale a todo el país a vender, yo salí en el 82 y estuvimos dos años en Reynosa, después en Nuevo Progreso, donde estuvimos más de 20 años y siempre dedicándonos a esta actividad”, indicó.

Fue en el 2010, tras la llegada del huracán “Alex” a Tamaulipas que se desbordó el río Bravo y tuvieron que salir de su hogar y se vinieron a vivir a Ciudad Victoria, desde entonces preserva esta tradición artesanal en la Capital del estado.

Fue a los siete años de edad cuando su padre le enseñó a tejer hamacas, actividad a la que ya se dedicaban desde tiempo atrás en su familia y les dejaba para vivir, desde entonces siempre ha realizado esta práctica, primero ayudando a su papá y después como un oficio propio.

Y así como a él lo enseñó su padre, comenta que sus cinco hijos también saben realizar el tejido de hamacas, aunque todos han estudiado y no se dedican de lleno a la actividad, pero es un orgullo para él poder compartir este arte con su familia.

Señaló que su hija, quien fue maestra en un internado, se dedicaba a dar clases y además tenía un taller de tejido de hamacas, “Es un negocio familiar, todos mis hijos ya saben hacerlo, hasta el más chico, y mi hija enseñaba a sus alumnos en un taller que implementó”.

Comenta que no es difícil aprenderlo y tampoco elaborarlo, pero sí tiene un cierto grado de complejidad y un proceso, ya que se realizan diferentes tejidos y puede ser la cama tradicional o para sentarse.

El tiempo para realizarlas varía, va dependiendo del tamaño y el tipo de tejido, en las más chicas se tarda entre una y tres horas, y en las más grandes puede tardar un día entero con dedicación.

“No es difícil, pero sí tiene un grado de complejidad y un proceso tedioso, se hacen diferentes tejidos y es fácil hacerlo, en una grande me tardo un día entero totalmente dedicado a eso, cuando son más chicas en dos o tres horas termino, pues después de tanto tiempo ya se domina la actividad”, refirió.

A pesar de manejar precios accesibles comenta que no hay muchas ventas, aunque al menos sale para pasarla en el día, incluso hay otras ocasiones donde no se vende nada en todo un día o hasta dos, pero después logran reponerse.

Se vende más en temporada de calor, por lo contrario cuando hace frío las ventas son muy escasas, lo precios van desde los 120 hasta los 150 pesos, sin duda alguna muy bajo, para el valor que representa un producto artesanal.

“Tenemos tejidos diferentes y varios tamaños, la más económica es de 120, 150, la más cara es de 800 pesos, hay para acostarse la tradicional y pues la hamaca como silla, casi no manejamos hamacas tan grandes de tres o cuatro mil pesos porque no se venden”, añadió.

El hilo que utilizan es de algodón o nylon que mandan pedir a su pueblo, donde se encuentran las fábricas, también existe uno de seda, pero es más costoso y no lo manejan, pues señala que subirían el precio del producto y no se les vendería.

Anteriormente, comenta que además del tejido de hamacas también realizaban figuras de “palo fierro, una madera que se da por el estado de Sonora”.

“Los indios seri fueron los que las inventaron y un tiempo lo hicimos en Nuevo Progreso porque es un pueblo turístico, vendíamos esa figura, pero aquí pues nos dedicamos de lleno a la hamaca porque hay más probabilidades de venderla”, expuso.

Don Prudencio y su familia se instalan a vender sus hamacas en el bulevar Adolfo López Mateos a la altura del Fovissste, diariamente llegan a las diez de la mañana y se retiran a las siete u ocho de la noche esperando lograr más ventas.

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