México.- Olga Murra advirtió a una de las dos mujeres que tenía como esclavas que si desobedecía, oficiales de inmigración irían a Texas y la matarían y enterrarían en un campo junto a otros indocumentados.
Durante catorce años, Murra convenció a dos mujeres mexicanas en Fort Worth y El Paso de que ella era «la voz de Dios», y las hacía escuchar grabaciones de ella leyendo versos de la Biblia mientras las mujeres limpiaban las casas que les ordenaban, a veces durante siete días a la semana, según documentos de una corte.
Murra forzó a las mujeres a dormir en el suelo y a pedir permiso para ir al baño. Únicamente podían hablar con ella y con nadie más en las casas en las que trabajaban. No las alimentó con nada más que pan y agua.
Si ellas no hacían las cosas como Murra decía, les aseguraba que pasarían una eternidad en el infierno.
La semana pasada, un jurado imputó a Murra, de 64 años, dos cargos de trabajo forzado y dos más por albergar a indocumentados, de acuerdo con un comunicado de prensa del Departamento de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE) publicado por The Washington Post.
Cuando Murra sea sentenciada, en Noviembre, se enfrentará a 20 años en una prisión federal por cada uno de los cargos de trabajo forzado y otros 10 años por cada uno de los cargos de esconder a un indocumentado, de acuerdo con el ICE.
Una de las mujeres le dijo al FBI que Murra la golpeaba, y la otra contó que si no dormía en el piso como le ordenaban entonces la castigaban durmiendo en el garaje o el patio trasero.
Las mujeres trabajaban casi toda la semana. Limpiaban, en promedio, cuatro casas al día, de acuerdo con documentos de la corte. Además limpiaban la casa de Murra y preparaban sus alimentos.
Murra las obligaba a que ellas le dieran el dinero que ganaban por limpiar las otras casas.
La mujer de Texas también las obligó a conseguir trabajos en un McDonald’s y en un Wal-Mart utilizando documentos falsos.
Murra nación en Estados Unidos, pero vivió en México poco después de su nacimiento y hasta septiembre de 1997, cuando se trasladó a Texas -primero a El Paso, luego a Fort Worth.
Trabajaba en empresas de limpieza en ambas ciudades.
Cuando Murra regresó a Estados Unidos, trajo con ella a la primera de las mexicanas, una mujer de 33 años.
Un año después arregló la llegada de la otra mujer, quien tenía 21 años, según el ICE.
Las mujeres fueron sus esclavas durante los siguientes 14 años, y soportaron abusos y adoctrinamientos constantes.
Agentes de Seguridad Nacional investigaron el caso de Murra, aunque no se sabe cómo es que se enteraron de que esclavizaba a dos mexicanas.