LA HABANA (AP) — Haydé, su cuñada Yarisleidy y sus hijos cargaron temprano con algo para comer, jugo y botellas de agua. Con sus trusas puestas y sus ropas playeras tomaron un autobús y 40 minutos después estaban frente al mar turquesa, de suave oleaje, y una brisa que les sacudía los cabellos.
En las Playas del Este, a pocos kilómetros de La Habana, el paisaje que las recibió, de arena blanca salteada con pequeñas conchas podría haber sido el de un paraíso… si no fuera por los cúmulos de basura.
«Lo mismo te encuentras cajitas con comida, botellas rotas; dentro del agua paquetes de galletas, plásticos, de todo», protestó Haydé Lanza, un ama de casa, sentada en la arena junto a su niña de 12 años, su sobrino de 9 y su cuñada Yarisleidy Venticuaba. «No hay respeto con el que viene atrás de ti, incluso alrededor de los cesto puedes ver la basura».
El vertido de basura en las playas de Cuba, con gran reconocimiento mundial, es un problema creciente a pesar de campañas de televisión, carteles, nuevos contenedores y exhortos de ambientalistas. Para algunos, es un reflejo de una falta de respeto y cuidado a los bienes públicos que se incrementó en los últimos años en la isla.
«Nadie tiene sentido de pertenencia, ni con el medio ambiente, ni con la playa ni con nada. Esto no es mío y no importa si está sucio, piensa la gente», dijo Yanelis Silva, de 34 años y quien en este verano fue enviada como vendedora a uno de la docena de quioscos instalados por el Estado en las Playas del Este para brindarles variedad de oferta a los cubanos que van al mar.
Latas de cerveza, botellas de refrescos de vidrio rotos, bolsas de plástico, condones usados, papeles de envoltorios, pedazos de juguetes, zapatos rotos, restos de comida o colillas de cigarrillos, son algunas de las cosas depositadas sobre la arena en cantidades no determinadas pero que crece en los meses de julio y agosto en sintonía con las vacaciones.
Un fenómeno del que también dan cuenta los turistas, la principal fuente de ingresos para isla, lo cual vuelve a la basura un importante desafío en tanto se espera que los visitantes aumenten por la creciente popularidad del destino en medio del deshielo de las relaciones entre La Habana y Washington, tras más de cinco décadas de enemistad que entorpecían el arribo de estadounidenses a la nación caribeña.
«Fue realmente decepcionante llegar a una de las playas más bellas del mundo y encontrar montañas de basura», escribió alguien que se identificó como Rita Tomasini en abril en el portal Tripadvisor, un foro internacional de turismo.
En 2015 la isla recibió 3,5 millones de turistas y espera incrementar a 3,8 para 2016. Un buen porcentaje del aumento de los arribos corresponde a estadounidenses que tienen ahora más flexibilidad para viajar a la isla.
Algunos coinciden en que en la década de 1980 no existía una conciencia ambiental, pero sí una de higiene social y de mayor cuidado hacia los bienes comunes y el prójimo. La situación se deterioró en los años 90 tras la caída de la Unión Soviética, cuando desaparecieron las condiciones ventajosas para la isla por parte de sus aliados del este y la población enfrentó problemas económicos.
«No tiene ninguna justificación, pero hubo un momento en nuestro país que la situación fue tan difícil que la gente dejó preocuparse por tantas cosas (públicas) porque tenía que ocuparse por la economía de su casa», consideró Silva, en las Playas del Este.
La crisis económica de los 90 deterioró la infraestructura y los cestos de basura desaparecieron de las calles o la arena. Sin embargo, en medio de una cierta mejoría económica en los últimos años, se recolocaron al tiempo que comenzaba una campaña estatal para proteger las costas, dunas y playas.
«Antes no había cestos, ahora lo hay pero en el camino la gente se (mal) acostumbró», dijo Silva. «Es duro ver que tus hijos están creciendo en una sociedad que se va degradando con el tiempo… Es como que cada quien jala para su lado».
En las Playas del Este, por ejemplo, la AP constató 12 contenedores en menos de 100 metros, y aún así la basura se acumulaba en la arena.
«Es malo para nuestro negocio, cuando ven la playa sucia se van para otros lados», reconoció contrariado Armando Rodríguez, de 41 años, quien tiene un puesto de venta —principalmente a turistas— de suvenires de madera y cerámicas instalado a metros de las dunas. «Nosotros llegamos y recogemos todo el área nuestra y al mediodía está lleno de latas», añadió mientras menaba la cabeza.
Para activistas ambientales, las campañas de educación y concientización deberían ir acompañadas de un mayor compromiso de las personas y una sanción a quien tire desechos, pero también un mejor manejo de residuos para evitar que la basura que se arrastra de las ciudades a los ríos llegue al mar o regrese a las playas con el reflujo de la marea.
«Es como si la casa fuera tu santuario y de ahí para afuera no te interesa lo que está sucediendo», dijo Angela Corvea, bióloga marina y activista medioambiental. «Tienen que ir las dos cosas aparejadas: Las multas con la educación ambiental y esto tratarlo desde las escuelas a edades más tempranas».
Según la ley cubana las multas por tirar desechos en la zona costera van de los 200 a los 2.250 pesos cubanos, equivalente a entre 9 y 90 dólares.
«Tenemos que tomar conciencia de que si pretendemos que nuestro desarrollo vaya por el lado del turismo, realmente hay que cuidar las playas», dijo Osmel Francis, un músico y líder de la agrupación ambientalista Cubanos en la Red y quien suele organizar grupos de niños para recoger basura y limpiar las costas como una manera de formar en las futuras generaciones.