EL ALTO, Bolivia (AP) — Un poste en la colina marca el sitio donde moran los dioses andinos al pie de los nevados. Hasta allí ha llegado un grupo de chamanes para hacer ofrendas a la Pachamama en un místico recorrido turístico en las afueras de El Alto, la ciudad más indígena de Bolivia.
Sentadas con la vista en el naciente a más de 4.000 metros de altitud, las mujeres mascan coca y mascullan oraciones mientras dos chamanes giran alrededor del poste tocando conchas marinas para llamar a los espíritus.
«Acá emana energía, por eso (este lugar) es sagrado», dijo Víctor Machaca, guía espiritual y quien oficia los rituales y a quienes localmente se los llama amautas. Regar el suelo con la sangre caliente de una llama sacrificada es la mayor ofrenda.
Según la cosmovisión andina, la Madre Tierra o Pachamama despierta hambrienta y sedienta en agosto tras los meses secos. Para saciar a la diosa los creyentes realizan rituales de fuego en los que atizan ofrendas, pero sobre todo recurren a ella para pedirle buenas cosechas.
«Esa conexión sagrada, de reciprocidad y armonía con la naturaleza ha permitido a aymaras e incas sobrevivir por milenios en estas tierras altas difíciles para la agricultura», explicó Rodolfo Quisbert, antropólogo y profesor en la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz.
El cambio climático ha avivado estas antiguas prácticas y en ningún lugar del país es más evidente el calentamiento que en esta meseta altiplánica. Los cercanos nevados están en retroceso y uno de ellos, el Chacaltaya de 5.421 metros, ya perdió su manto de nieve.
En las ciudades la migración y el consumismo han distorsionado los ritos. En El Alto, vecina a La Paz y con casi un millón de habitantes en su mayoría de origen aymara, la gente acude a los amautas para adivinar el futuro y ofrendar a la Pachamama ya no por buenas cosechas sino para pedir un automóvil, una casa o mejoras en sus negocios.
«Nos hemos vuelto materialistas, queremos tener el último celular y una buena casa. Por eso incentivamos el turismo a sitios sagrados para un reencuentro espiritual, para descargar energías negativas y cargarlas de positivas», dijo Diego del Carpio, encargado de turismo de la ciudad.
El circuito turístico incluye una visita a la plaza del amauta en una cornisa desde donde se observa la ciudad de La Paz con sus barrios apretujados en la pendiente montañosa. Un centenar de chamanes ofrecen adivinar la suerte por las formas que dibujan las hojas de coca al caer al piso y atizan ofrendas en pequeñas hogueras que arrojan humo impregnado de incienso.
Muchos de estos amautas no tienen poderes adivinatorios. «Un amauta auténtico recibe señales de los achachilas (dioses andinos), debe haber sobrevivido al (impacto de un) rayo, haber nacido con seis dedos o con dos coronas en la cabeza», según Machaca.
Estudiantes de una universidad local que participaron del recorrido quedaron sorprendidos. «Mis padres practican estas ofrendas, pero yo no le daba importancia. Después de este recorrido me siento orgullosa de mis raíces aymaras», comentó Yoselín Escobar.
«Estamos redescubriendo nuestras raíces», afirmó Bertha Choquetarqui.
El circuito turístico atrae sobre todo a los bolivianos. De los 360 visitantes que participan el 20% son extranjeros, pero ese grupo «está creciendo», afirmó Del Carpio. «A estos lugares se viene a recargar energías, a reencontrarnos con los ajayus (almas)», dijo una amauta llamada Samantha.
El recorrido concluye con una limpieza espiritual antes de la ofrenda. Las mujeres amautas golpean el cuerpo con un puñado de hierbas para ahuyentar los malos espíritus. Después hombres y mujeres preparan el banquete a la Pachamama consistente en un feto muerto de llama adornado con lanas de colores, hojas de coca, dulces caseros que simbolizan los pedidos, manzanas y nueces.
La mesa incluye hierbas aromáticas, pétalos de flores blancas y nueces que van colocando en un orden mientras rezan oraciones en aymara y español en una mezcla de ritos ancestrales con católicos.
El preparado es consumido por el fuego de una hoguera mientras con los brazos en alto creyentes y amautas invocan el nombre de los nevados donde moran las deidades andinas para que se cumplan los favores pedidos.