diciembre 13, 2024
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agosto 28, 2016 | 143 vistas

CHICAGO (AP) — En el pasado de Susan Contreras no hay explosiones de bombas ni choques con defensores forzudos. Sus jaquecas, pérdida de memoria y momentos de confusión eran un misterio hasta que los médicos sugirieron una causa probable: la violencia doméstica. Ella cuenta que una expareja le pegaba constantemente.

«Me pegaba sobre todo en la cabeza para que no se vieran las lesiones. Me pegaba en la parte de atrás para que no se vieran los moretones», dijo la vecina de Phoenix.

Los abusos de su expareja le dejaron heridas afectivas profundas, dice Contreras, pero aunque a veces la noqueaba, no se le había ocurrido que su cerebro pudiera sufrir tantos daños como su psique. «En verdad, hay muchas lagunas en mi memoria, problemas al pensar», dijo. «Ya no tengo memoria».

El problema de las lesiones cerebrales en sobrevivientes de violencia doméstica ha ocupado un lugar secundario con respecto a las heridas de los veteranos de Irak y Afganistán y las secuelas que los reiterados golpes dejan en jugadores de fútbol americano. Expertos creen que muchos de los casos en mujeres maltratadas pasan desapercibidos y no se tratan.

Defensores de esta teoría dicen que las víctimas quedan tan lesionadas que no pueden conservar trabajos y seguir adelante con sus vidas. Algunas acaban incluso en la calle.

En Estados Unidos, alrededor de un cuarto de mujeres y el 14% de los hombres han sufrido ataques físicos graves por parte de una pareja, como golpes con objetos, puñetazos, ser empujados contra algo duro o por las escaleras, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés). Las lesiones de cabeza y cuello son las más comunes y los datos indican que los ataques provocan lesiones cerebrales en al menos el 60% de los sobrevivientes, de acuerdo con un estudio publicado en la revista Family & Community Health.

Basta solo un golpe repentino a la cabeza para provocar un traumatismo. Los síntomas pueden ser pasajeros o duraderos y los ataques reiterados incrementan las probabilidades de daños neurológicos permanentes. Si esos daños provocan la espiral descendente en la que suelen quedar atrapados los sobrevivientes de esta violencia es algo aún no demostrado, pero algunos estudios han descubierto que tales lesiones son más comunes en sin techo que en la población en general. Adicionalmente, nadie discute que pueden causar discapacidades que alteran la vida.

«Esta población es bastante similar a la de nuestros atletas», dijo el doctor Javier Cárdenas, director de un programa sobre lesiones cerebrales en el Instituto Neurológico Barrow de Phoenix. Es asesor sobre traumatismos de la liga de fútbol americano NFL y además trata a sobrevivientes de violencia doméstica.

Cárdenas recordó el ataque del corredor Ray Rice, de los Ravens de Baltimore, a su novia en 2014, que fue filmado por una cámara de seguridad. En ese momento hubo mucha discusión sobre si las lesiones cerebrales que sufren los jugadores de fútbol americano tienen relación con una conducta violenta fuera del campo. Se pasó por alto una lesión mucho más evidente.

«Cuando Janay Rice cayó desmayada en el ascensor, toda la atención se concentró en las conmociones cerebrales que había sufrido Ray Rice. Nadie mencionó que la mujer en el ascensor había sufrido una lesión cerebral a la vista de todos», dijo Cárdenas.

Entre las lesiones traumáticas en la cabeza están las conmociones y no siempre causan pérdida de conciencia o daños detectables en los escaneos. Los síntomas no suelen ser inmediatos sino que aparecen con el tiempo, lo que a veces dificulta su vinculación con abusos previos.

El cerebro no es un órgano duro y fijo. Es como una gelatina rodeada por el líquido cefalorraquídeo, que actúa como amortiguador cuando la cabeza recibe un golpe. Un impacto violento — el choque con el casco de un defensor, la onda expansiva de una explosión, el puño de una pareja abusiva — puede dañar células cerebrales en el punto de impacto y lanzar el cerebro contra el cráneo, lo que en ocasiones lastima el tejido, desgarra fibras nerviosas o provoca hemorragias.

Se ha vinculado los golpes reiterados con una enfermedad neurológica degenerativa llamada encefalopatía traumática crónica (CTE por sus siglas en inglés). Esta patología ocupó titulares hace varios años cuando se detectó en jugadores de fútbol americano que se habían suicidado. Hay pocas investigaciones sobre la relación entre la violencia doméstica y el suicidio, aunque varios estudios sugieren que los intentos de suicidio son mucho más comunes entre las mujeres víctimas de abusos que entre las que no los han sufrido.

La CTE se ha ligado a pérdidas de memoria, confusión, alteraciones del estado de ánimo, depresión y, a largo plazo, demencia. Algunos científicos piensan que los sobrevivientes están en riesgo.

«No me cabe duda de que muchas mujeres que han sufrido abusos probablemente tienen CTE», dijo el doctor Robert Cantu, un destacado especialista en lesiones cerebrales relacionadas con el fútbol y codirector del Centro de Estudios de Encefalopatía Traumática de la Universidad de Boston.

Los sobrevivientes no suelen buscar atención médica inmediata o, cuando lo hacen, temen revelar el origen de sus lesiones. Algunas víctimas esperan años, cuando los síntomas persisten o aparecen y entonces no suelen relacionar los problemas con los abusos, dijo la investigadora Jacquelyn Campbell, profesora en la Escuela de Enfermería de Johns Hopkins.

Muchos colegios médicos recomiendan que se examine a las mujeres que acudan a salas de emergencia o consultorios para ver si hay señales de abuso doméstico y la ley de Cuidado de Salud Asequible dice que los seguros médicos deben cubrirlo, pero cuando se realizan las pruebas no suele tenerse en cuenta la posibilidad de lesiones neurológicas y se cree que los síntomas son una reacción psicológica al abuso, razón por la cual el médico no indaga más allá, dijo Campbell.

«Si una mujer se presenta con un ojo morado» u otra señal de violencia doméstica, «debemos realizar buenos estudios neurológicos como los que se hacen a nuestros veteranos con lesiones cerebrales traumáticas», dijo Campbell.

Estos deben incluir cuestionarios detallados sobre síntomas, exámenes físicos y mentales e incluso escaneos si se sospecha de una lesión cerebral grave.

Susan Contreras, de 47 años, se sometió a ese examen 10 años después de la última golpiza que sufrió, cuando fue a parar a un refugio para indigentes. Una terapeuta, preocupada por sus síntomas, la refirió al instituto Barrow. El centro ha creado un inusual programa que brinda tratamiento gratuito a indigentes sobrevivientes de violencia doméstica.

A veces las imágenes de las cicatrices cerebrales resultan, insólitamente, reconfortantes.

«Siente alivio al saber que sus problemas obedecen a causas físicas o médicas», dijo el doctor Cárdenas.

 

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