CIUDAD DE MÉXICO, septiembre 3 (Notimex)
Para la fabricación de ladrillos, se requiere impulsar el desarrollo tecnológico en hornos y quemadores que no sólo permitan el cocido de las piezas de manera económica, sino con un bajo impacto ambiental.
La investigadora del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM, Rocío García también considera que es necesario identificar materiales locales y de costo accesible, que puedan ser extraídos para usarse como combustibles de bajo impacto.
Por ello, la científica urgió a implementar programas de reforestación en zonas periurbanas y urbanas con especies nativas o conocidas, como el encino, el mezquite o el huizache; incluso, “hay que promover que la gente se dedique a la producción de madera”.
Dijo que a quienes trabajan en las ladrilleras hay que darles las herramientas para adoptar procesos más eficientes “y percatarnos que el impacto y la población más vulnerable es siempre la que lleva las de perder”.
La doctora en ciencias de la Tierra puntualizó que no se pueden cerrar las fuentes de empleo para las miles de personas que se dedican a esa actividad en el país, pero sí es factible brindarles opciones para que logren tener una mejor calidad de vida.
La universitaria se interesó en la situación de quienes laboran en las ladrilleras desde hace años.
“Vimos sus condiciones de trabajo y nos interesaron los efectos en la salud que produce su actividad; veíamos a los niños, cómo andaban entre humo y arcilla, e iniciamos una tarea de acercamiento con los propietarios de esas fábricas”, comentó.
En ellas hay una gran cantidad de contaminantes emitidos a la atmósfera, verdaderamente peligrosos, como los compuestos orgánicos volátiles, los hidrocarburos poliaromáticos policíclicos, o los metales. La gente que trabaja en esos sitios está expuesta diariamente a jornadas de más de 12 horas, y el humo daña por la exposición persistente y a largo plazo.
Esas emisiones se deben a que las ladrilleras artesanales –ubicadas en Querétaro, San Luis Potosí, Hidalgo o Estado de México– utilizan llantas, aceite quemado de carro, madera y hasta ropa y basura como combustible para sus hornos.
Se ha estimado que “mensualmente someten a combustión 41 mil litros de aceites residuales, y todo lo que se genera en ese proceso de combustión llega a la atmósfera”.
También se usan 272 mil litros de combustóleo y nueve mil 250 litros de mezcla de combustóleo y aceites automotrices residuales, y se considera un área de cinco kilómetros de influencia radial, es decir, que los gases que se generan alcanzan esa distancia.