diciembre 15, 2024
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Altair Tejeda, matter admirabilis

septiembre 17, 2016 | 133 vistas

Hoy 17 de septiembre de 2016 celebramos nosotros su familia, el primer aniversario de que Altair, nuestra matter admirabilis, traspasó el umbral que media entre este mundo terrenal, efímero y pasajero, y el mundo de la eterna gloria y dicha celestial que preside nuestro padre Dios. Pensar así es creer así, así a secas. Cuestión de fe, cuestión de cultura, cuestión de formación en familia, cuestión de lo que sea, pero a fin de cuentas cuestión que nos envuelve en nuestros sentimientos y esperanzas, reforzadas por aquello que nuestro corazón nos dicta. Sobreviene entonces esa meditación acerca de lo que será ese próximo paso, el de traspasar el umbral. El asunto es ineludible para quien quiera que sea. Mas el tal asunto para nada es un limitante mientras continuamos con vida en esta vida. Por el contrario, porque se trata de la llegada a la verdadera vida. Cuestión de fe, cultura o formación en familia, o las tres en una.

Particularmente me agrada más verlo como cuestión de formación en familia, sí, porque eres tú en proceso de formación que asimilas todo cuanto ves, escuchas o percibes, en tu casa, con tus padres, en el ambiente familiar, en fin, estas creciendo en tu interior, crecimiento que no solo incluye al mundo que nos rodea y las explicaciones que lo motivan, sino a los agentes causales de nuestra conciencia fincados en la moral, la ética y desde luego nuestra fe, la que sea pero fe al fin y al cabo, que nos ubica en cuanto partes de un plan divino. Divagar así no es cosa de divagar por divagar, es asunto tan serio como todos los días darle gracias a Dios por el nuevo día, venga como venga. Divagar así es cuestión de que desde nuestra más tierna infancia alguien nos tomó de la mano y nos condujo por la senda del pensar, del pensar objetivo y concreto pero más aún, del pensar sublime y abstracto de que estamos en este mundo por obra y gracia de Dios.

Para nosotros los hijos de Altair, tuvimos la fortuna de tener una madre que fue guía y formadora, que nos enseñó a rezar el Padre Nuestro y persignarnos antes de ir a dormir, una madre juguetona que nos entretenía con interminables sesiones de guiñol inventándonos historias a las que daba vida con aquellos muñequitos que hacían la delicia de nuestra infantil imaginación, ya más grandecitos nos inculcó el sentido del honor y la patria, de la responsabilidad, para después ayudarnos en el comienzo del camino de nuestras vidas, y ya  mucho después, darnos su bendición a la hora de dejar el hogar familiar y embarcarnos en nuestra propia aventura. En tiempos recientes  le decía yo: matter admirabilis, ora pro nobis, a lo que respondía sin fallar: “todas las noches hijo”, en efecto, una Altair profundamente espiritual devota de la virgen del Perpetúo Socorro y del Divino Niño, una Altair íntima conocida quizás solamente en la relación madre e hijos en el seno del hogar.

Pero esa Altair que refiero, se complementa con aquella otra bien conocida en Ciudad Victoria y en Tamaulipas, la Altair escritora, la de la Casa del Arte, la del teatro y la cultura, que sirvió a su Estado en siete períodos gubernamentales y agradecida por todo ello, igualmente agradecida entregó hace un par de años su biblioteca personal que se encuentra en vías de ocupar un sitio en la Biblioteca del Estado. La Altair amiga de sus amigas, de Odilia Rangel, de Chagua Peña, de Julia Haces, de Cucú Licona, de Bibi Arreola, de Chabela Morales, de Carmen Olivares, de Liby García, de Wise Hernández. Pero por sobre todo se complementa con la Altair amante de sus gatos y de su casa, con el corredor, la noria y el mango, casa para la que bien tuvo el deseo en sus últimos años de cederla para fines benéficos en Victoria pero el proyecto desafortunadamente no prosperó. Igual se complementa con la Altair enamorada de su Dulcísima Victoria, aquella que por las tardes viene rendida del viejo Tamatán, de la que siempre recordó vívidamente a la Normal, el Teatro Juárez, el Paseo Méndez, la Alameda, la Calle Real, la Sierra cual abanico sin par, y el río San Marcos cuando bramó furioso en el ciclón del treinta y tres.

En efecto, Altair matter admirabilis, madre admirable que fue Altair, cuyo afecto a su familia, sus padres, su hermanita, sus hijos, sus nietos, sus perros y sus gatos, su casa, pero sobre todo por Ciudad Victoria, siguen siendo su motivo para continuar con esa pasión que el escribir fue en su vida, porque ni tantito dudo que desde la dimensión celeste en donde ahora radica, y sentada en parte aguas de la sierra mirando a Victoria, siga escribiendo su Ventana Dominical que semana a semana publicaba en El Diario de Ciudad Victoria dando cuenta de lo que pasaba, pensaba, sentía o veía, o recordaba, pero siempre con el ánimo de llegar a la gente, a los victorenses, y ofrecerles unos párrafos de sana distracción, y de reflexión, porque en efecto, tomaba las cosas con seriedad al igual que con alegría, y cierta ligereza porque no decirlo, y esa es para mí su principal enseñanza, la de ver las cosas como son y tomarlas como son en su real dimensión pero siempre dando gracias a Dios.

Ciudad Victoria, 17 de Septiembre de 2016.

 

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