CIUDAD DE MÉXICO, septiembre 17 (Notimex)
Para Ari Vera, una mujer trans originaria de Veracruz, México vive dos realidades en materia de derechos humanos: la de las políticas, en la cual son visibles los avances en la capital mexicana, y los actos de discriminación que sufre esta comunidad en el resto del país.
«Existen dos Méxicos. Uno que refiere a la Ciudad de México, donde encontramos una sociedad más respetuosa, incluyente, aliada y sensible en el tema; y un México en el resto del país que padece discriminación”, expone minutos antes de ingresar a sus clases en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).
Con una mirada firme, que enaltece la piel clara de su rostro, labios rojos y cabello corto, Ari comentó que México también avanza de manera desigual en el tema de salud, por ejemplo, porque la capital mexicana cuenta con una clínica especializada para atender de manera integral a las personas trans.
La Clínica Especializada Condesa, abundó, es un referente a nivel mundial porque es de las pocas que ofrece acompañamiento psicológico y un tratamiento médico de remplazo hormonal que antes no había.
Eso no lo hay en el resto del país, indicó, porque las personas aún siguen recomendaciones de amigos o recurren a la automedicación y procedimientos clandestinos para iniciar su transición y construirse su identidad de género bajo su propia percepción.
Vera Morales, quien es presidenta de la asociación Almas Cautivas, argumentó que esas decisiones generan graves problemas de salud por la falta de supervisión de un especialista y, en consecuencia, este grupo minoritario padece tratos vejatorios al momento de acudir a alguna instancia médica.
De acuerdo con el primer Estudio de Campo para la Clasificación Internacional de Enfermedades Mentales CIE-11 en México, dado a conocer en julio pasado por la revista británica “The Lancet Psychiatry”, el 80 por ciento de los participantes usaron tratamientos hormonales antes de acudir a la Clínica Especializada Condesa.
De ese universo, dijo Edgardo Hamid Vega Ramírez, coordinador del Programa de Salud Mental en dicha institución médica, cerca del 50 por ciento optó por la automedicación para tener una apariencia más acorde con la que se identifica.
Otro dato es que 14 por ciento de los encuestados manifestó haberse realizado algún tipo de cirugía plástica, pero gran parte lo hizo en lugares que carecían de certificados y sin personal capacitado.
“Esto es alarmante porque nos habla de que las personas trans no están teniendo acceso a un sistema adecuado de salud para estar en óptimas condiciones”, enfatizó.
Vega Ramírez explicó que esos resultados corresponden al primer estudio hecho en México con 250 personas transgénero de entre 18 y 65 años de edad, cuyo fin es exponer evidencias científicas para que dicha condición sea eliminada de los manuales de diagnóstico de trastornos mentales en todo el mundo.
Subrayó que la razón es porque al estar dentro de las clasificaciones –CIE-10 de la Organización Mundial de la Salud y DMS-5 de la Asociación Psiquiátrica Americana- propicia estigma hacia la población transexual.
Al entrevistarlo en las instalaciones de esa clínica, ubicada en la zona centro de la Ciudad de México, Vega Ramírez recordó que transgénero es un término que etimológicamente significa “a través del género” y es usado desde el Siglo XIX para identificar a quienes tienen conductas y apariencias diferentes a las del sexo de nacimiento.
Sin embargo, lamentó que el término sea mal empleado y, de manera histórica, “todo lo diferente” es catalogado como una enfermedad mental en repetidas ocasiones porque suele ser colocado “en el mismo saquito”, donde hay una connotación moralmente negativa.
De ahí, insistió, la importancia de esta investigación porque muestra que la angustia y los problemas que sufren los transexuales son producto del rechazo social y la violencia a la que son sometidos.
De manera que los expertos centraron sus esfuerzos en evaluar el distrés y el deterioro funcional, dos variables consideradas pilares para determinar que una persona tiene un trastorno mental.
Y los resultados evidenciaron que 83 por ciento de los evaluados experimentaron algún tipo de distrés -estado de angustia o sufrimiento- durante la adolescencia, siendo los más comunes los síntomas de depresión.
Además, la mayoría reportó disfunción familiar en intensidad moderada en varios ámbitos de su vida, pues más de 60 por ciento lo padeció en los ámbitos familiar, social, laboral y escolar.
También, 76 por ciento de las personas participantes padecieron rechazo social, en mayor medida por su familia, y 63 por ciento sufrió algún tipo de violencia -física o psicológica- con su identidad de género.
El estudio indicó que los evaluados tomaron conciencia de su condición durante la infancia o la adolescencia -en edades comprendidas entre dos y 17 años-.
Ari Vera dijo que si bien las personas trans nacen con la convicción y el sentimiento de saber quiénes son, muchas evitan expresarlo en edades tempranas por miedo, represión y porque “piensas que es algo malo y te van a correr de casa”.
Sentada de piernas cruzadas sobre una de las pocas bancas del patio, la mujer de 39 años denota vanidad, al lucir figura envidiable con un jeans ajustados, blusa morada y botas color café, y contó que ella sabía muy bien cuál era su rol de género desde pequeña.
Narró que entre sus recuerdos aún guarda aquellas imágenes caminando atrás de su mamá. “Yo caminaba detrás de ella porque me gustaba mucho mirar el vaivén de la falda, pero yo quería ver ese meneo de la tela en mí”, expone y, al mismo tiempo, añade que lo mismo ocurría con el sonido de los tacones.
Vera Morales relató que es hasta la adolescencia cuando decide construir su propia identidad, al utilizar maquillaje para sentirse bien físicamente, y con el riego de sufrir a algún tipo de violencia. “Pero, al final, gana lo que tú sientes y el quién crees que eres; y comienza la vida”.
La alumna de maestría en Defensa y Promoción de los Derechos Humanos dijo estar contenta al ser una de las pocas mujeres trans afortunadas porque nunca padeció violencia intrafamiliar, pues en su madre encontró ese entendimiento, cariño y respeto; y la preparó física y emocionalmente para los obstáculos que afuera debía enfrentar.
Pero su historia es diferente a la de la mayoría de las personas en el país. La presidenta del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), Alexandra Haas Paciuc, citó en una pasada conferencia la frase del científico Albert Einstein: “Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”, toda vez que estas opiniones negativas están todavía muy arraigadas en nuestra sociedad.
Sin embargo, la funcionaria aseveró que el estudio presenta evidencias claras para combatir los estigmas porque la discriminación hacia las personas trans ha cobra de mayor notoriedad, como resultado de la exclusión social.
Subrayó que “no se puede negar que se trata de un fenómeno sistemático, estructural y que tiene consecuencias generalizadas para esta población”, por lo que llamó a considerar esta investigación en un panorama más amplio.
Haas Paciuc señaló que ese sector enfrenta tasas desproporcionadas y formas muy particulares de violencia psicológicas, física y sexual.
De acuerdo con el informe sobre violencia hacia las personas LGBTI, realizado a finales de 2015 por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), los homicidios contra este colectivo se caracterizan por una hazaña casi única porque muestran lapidaciones, mutilaciones, violaciones y tortura.
En tanto, el registro de violencia de este organismo internacional -de enero 2013 a marzo 2014- muestra que 80 por ciento de las mujeres trans asesinadas en América Latina tenían 35 o menos años de edad.
La titular del Conapred argumentó que esa situación, en conjunto con la discriminación, sugiere para las personas trans una esperanza de vida menor que la de los mexicanos.
Acotó que pensar en la identidad trans como una enfermedad obliga a considerar un cura; por ello es necesario despatologizar esta condición y comenzar a reconocer la diversidad, promover la inclusión y garantizar los derechos.
El investigador Vega Ramírez reiteró que el estudio de campo, dirigido por el Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz”, comprobó que las personas trans no tienen problemas psicológicos, mentales ni de funcionamiento, por lo se propondrá eliminar la identidad transgénero en la undécima edición de la CIE-11.
Confió en que lo anterior pueda lograrse porque la investigación mexicana está siendo replicada en Brasil, Francia, India, Estados Unidos, Líbano y Sudáfrica, con el propósito de obtener mayores argumentos científicos con información representativa del todo el mundo.