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octubre 23, 2016 | 175 vistas

Alberto A. Romero.-

Victoria es Victoria lo mismo en la ciudad que en el campo. Pero en lo rural, el entorno, esos árboles y esas sombras, que dan paz y quietud, y que invitan a pensar, diría Oscar Almaraz al finalizar su última escala de la gira de ayer sábado, con sus mil tonos de verde, digo yo, da otro aire a la esperanza, a la esperanza de sentir la paz.

Ni una sola referencia a la inseguridad durante los cuatro encuentros en igual número de ejidos, para poner en marcha el programa de huertos familiares con empleo temporal. Un apoyo creativo del Gobierno federal, a través de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), que provee a los beneficiarios de semillas para hortalizas, un kit de riego y protección, y un apoyo de dos mil 500 pesos por el compromiso de sembrar, cuidar y cultivar los vegetales que habrán de servir para el autoconsumo, y eventualmente comercializarlos.

La jornada empieza antes de las ocho de la mañana. El Alcalde (zapatos negros, como para caminar, mezclilla, camisa de cuadros, azules, verdes, cafecitos) aborda su vehículo acompañado por dos miembros de su staff. Hace llamadas a sus colaboradores, mientras va revisando si en las calles no hay basura, o reportando baches que instruye se reparen rápido.

LA PEÑITA

Llegando a La Peñita lo está esperando una familia, viejos conocidos y aliados, que le avisaron que lo esperaban con tamales y café. Nada mal para empezar el día. Cocidos y sazonados en su punto. De pollo y frijoles. Buen café. Buena plática. Buen ánimo. Olor a tierra mojada.

A solo unos metros de donde desayuna, esperan a Almaraz 32 mujeres sentadas. Nueve de pie. Doce niños, desde un tranquilo bebé, hasta unos intensos mozalbetes que corretean y juguetean a nada. A estar ahí. A hacerse presentes.

Trine, el Comisariado dice que ese el ejido consentido del Alcalde. Quien en su intervención lo confirmará. Ahí están sus orígenes. Es de ahí, dice con orgullo.

Los funcionarios van explicando el programa de los huertos. Un canoso, de amplia circunferencia, casi setentón, con tez y rasgos de alemán, pero de apellido Sámano, explica las bondades del apoyo. El representante de Sedesol, que compite con su chaleco capitoneado, de luciente marca Edddie Bauer, con el que trae Viterio, que en el cuello dice 750, como número de modelo; se esmera en abundar en lo importante de contar con una opción sana de alimentación para las familias del campo.

Almaraz en su alocución reitera los compromisos que hizo durante su campaña, según él mismo lo dice. Van surgiendo participaciones de las señoras, que son amplía mayoría. Hasta que una capta la atención de todos, y hasta los niños atienden: “Siempre he tenido confianza en ti…nunca nos has dejado de apoyar…quiero pedirte que me apoyes porque necesito atención médica para mi hijo que tiene problemas de lenguaje…..sé que eres de palabra, quiero que mi hijo pueda hablar”.

El tono de la señora ha sido emotivo y conmovedor. Claro que te vamos a ayudar es la respuesta. Después lo de siempre: la basura, la iluminación, el camino. Temas que estarán en el resto de la mañana y más allá del mediodía.

Trini, el comisariado, se abre de capa. Me dijeron que me iban a dar unas despensas para nuestra gente. Me hablaron para que fuéramos por ella. Les pregunté, dice, de qué tamaño eran. Sale más caro el camión, que lo que me iban a dar. Se baja el cero y no contiene dice Almaraz. Aunque de lo que se habla sucedió con otro Alcalde.

El FUERTE

En el Fuerte de Portes Gil, las cosas son muy parecidas. A lado de una casa color melón, que es muy frecuente en esos rumbos, las beneficiarias del programa atienden con mucho respeto al Alcalde. Interviene la regidora Yáscara Arellano. Dice que ella está muy interesada en ayudar a la gente del campo. Que estará atenta. Se compromete a coordinarse con Beto Báez, el director de Productividad Rural del municipio. Agradece la invitación del Presidente Municipal.   Casi al terminar las intervenciones Almaraz se fue al baño. Se aligeró de aguas en una letrina detrás de la casa.

Allí también dijo que lo importante es ayudar unidos al campo. Trabajar en equipo. Dice también que ya no importan los colores ni los sabores. Reconoce y agradece los apoyos del Gobierno federal, mencionando al presidente Peña Nieto. Y habla del buen sentir hacia el gobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca.

Al igual que en el primer evento se entrega el Kit a las beneficiarias. La cubeta de riego, con una manguera que administra el goteo, y una malla sombra para proteger un huerto de cuatro por cuatro.

Se hace una siembra demostrativa de acelga. Sobre el lomo del pequeño bordo, se va depositando una semilla, con intervalo de una cuarta, del pulgar al meñique, la mano extendida. El ingeniero que parece Alemán vuelve a explicar. Dice que pronto habrá repollos y acelgas. Una señora dice que ella invita los tamales de acelgas con puerco en diciembre. Muy cerca del huerto está un corralito, muy bien hecho, de cemento. Una marrana, y dos marranitos. Se ven bien. Si me toca ir en diciembre, me llevo un tupperware.

 

LA CRUCITA

En el ejido Crucita hay una escuela que se llama “Redención del Proletariado”. Así se llama. Eso habla de que Lázaro Cárdenas fundó este ejido a mediados de los treintas, y de que Tamaulipas tiene una tradición de izquierda ideológica que muchos nos imaginamos.

La reunión, no evento, es en el patio de una casa. Un escenario natural único. Inigualable. Envidiable. Como para ponerlo en una película. O en un poster, o llevarlo a la pintura. Un mezquite de más de sesenta años, según los viejos del lugar, que con un tronco y ramas caprichosas en sus formas, da una sombra de unos quince o veinte metros de diámetro, gracias a su generoso alcance y a sus casi doce metros de alto. Una belleza, rodeado por otras bellezas como tulipanes, ciruelas, palmas, pitas. Un lujo de verdor, donde deambulan gallinas de corral, perros enérgicos, y donde se aloja la paz y el recuerdo del Victoria profundo. El Victoria rural. Me quiero regresar.

Los naranjos están en todos lados. Incluso en medio de los huertos familiares. El Presidente Municipal posa antes de partir con la anfitriona. Atrás la Sierra Madre. Wow.

 

SANTA ANA

Camino a Santa Ana (a lo mejor con doble n) se ve la generosidad de los pastizales, y lo que producen. Angus de concurso, y de premio, pastan a los lados del camino. Vados inundados nos recuerdan las lluvias de hace unos días. Le habían regalado unas gorditas de maíz, de huevo con salsa de piquín, que el edil comparte. De diez señora. De diez y medio.

Aunque los frijoles charros que siguieron eran también huérfanos.

Otra vez frente a una casa color melón, que no naranja. En Santa Ana Almaraz pide permiso para decir una mala palabra, después de que ha dialogado con los ejidatarios que como una familia lo recibieron. Instruye en público a sus funcionarios, como lo ha venido haciendo para que una semana resuelvan el problema de las lámparas dañadas, y atiendan otras necesidades expuestas. Insiste en pedir permiso para decir una palabrota. De viva voz lo autorizan. Entonces narra que un amigo le comentó que Victoria tiene muchos problemas, que están muy difíciles las cosas. Él le contestó: “Sí, está muy cabrón ser Alcalde….pero está más cabrón no serlo”.

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