LA HABANA (AP) — Fidel Castro se empeñó en cambiar casi cada detalle de Cuba… incluso el sabor del desayuno de los niños.
Llenó las cocinas con ollas a presión para ahorrar energía y enseñó a usarlas; cambió las bombillas de las casas por otras de ahorro a lo largo y ancho del país, y se ocupó personalmente de la construcción de muchos proyectos vitales.
Castro, quien murió la noche del viernes a los 90 años de edad, ganó fama mundial por sus grandes aspiraciones, su enfrentamiento a la hegemonía de Estados Unidos, la implementación de servicios universales de salud y educación, su ayuda sanitaria al Tercer Mundo y el envío de soldados a luchas contra la segregación racial en África.
Sin embargo, era también un hombre inquieto, obsesivo, detallista, que gastó mucho de su tiempo y energía a reformular diversos aspectos en su país, incluidos algunos que para algunos parecerían pequeños. Tal vez por ello algunos lo sientan incluso como un miembro de su familia.
«Toda mi vida él estuvo en mi pensamiento y en mi corazón, como un pariente cercano», dijo Formelio Pantoja, un militar retirado de 78 años y que se sumó a las huestes de Castro a los 19 siendo un campesino semianalfabeto. «Su muerte es algo muy, muy duro», comentó el hombre con la voz entrecortada y los ojos llorosos tras al enterarse de la muerte del líder de la revolución.
Algunos ven que la fuerza de voluntad y longevidad de su liderazgo, permitieron a Castro dejar su huella en prácticamente cada detalle de la vida cotidiana de toda la isla.
Diez años después de haber dejado el poder a su hermano Raúl Castro, muchas cosas que lo ocuparon todavía marcan la cotidianeidad del cubano promedio, especialmente en cuestiones como la alimentación o el ahorro de energía. Millones de cubanos aún dependen de la libreta de abastecimiento, un pequeño cuadernillo que proporciona comida a precios extraordinariamente módicos, incluido arroz, frijoles, huevos, pollo, aceite, sal y azúcar.
En noviembre de 2005, Fidel Castro trató largamente de convencer a sus compatriotas del valor proteínico del chocolate en polvo que comenzaba a distribuirse entre la población en bolsas de 200 gramos para que los niños tuvieran mejores desayunos con su leche. Y lo logró.
«Cada 11 gramos, siete son de leche entera en polvo, la tiene», dijo entonces. «Los descreídos que lo averigüen, que lo lleven a un laboratorio y lo examinen; cuatro gramos de cocoa, la que es muy fuerte, es tan fuerte como saludable», señaló antes de rematar: «sé que los médicos allá en la cordillera de Cachemira todas las noches toman el chocolatín».
Actualmente es difícil encontrar un niño que no pida su leche con sabor a chocolate en vez del tradicional café.
En 1961, dos años después del triunfo de la revolución, Castro lanzó una ambiciosa campaña para erradicar el analfabetismo. Unos 250 jóvenes fueron enviados a los lugares más apartados de la isla y unas 700.000 personas aprendieron a leer y escribir.
Hoy Cuba reporta una tasa de alfabetización de 99.8%, entre las mejores del mundo.
En 1960, Castro lanzó los Comités de Defensa de la Revolución, grupos de vigilancia de vecinos encargados de desarrollar proyectos de asistencia social o apoyar en caso de desastres, aunque también funcionaron como los ojos y oídos del gobierno, lo que les ganó la animadversión de los críticos. Incluso en la actualidad son omnipresentes.
Muchos isleños dejaron de fumar cuando él lo hizo para tener autoridad moral en medio de una campaña contra el tabaquismo en 1985.
En 2005 Castro fue uno de los principales promotores de los cambios de los bombillos por otros ahorradores. Trabajadores sociales iban de casa en casa haciendo los cambios. Hoy, todos los hogares tienen focos de este tipo.
Poco después, Castro sorprendió a sus compatriotas con el anuncio de que el gobierno distribuiría unas 100.000 ollas a presión cada mes para llegar a los 2 millones de estos implementos y su entusiasmo fue tal que usó dos horas de un discurso de cinco en enseñar su uso y ponderar sus virtudes.
Para sus críticos, el estilo personalista de Castro era muestra de su intolerancia y control sobre todos los aspectos de la vida de los cubanos, mientras para muchos de sus compatriotas, su carisma y estilo eran un orgullo de la idiosincrasia nacional que, además, les permitía encontrar soluciones.
«Una amiga resolvió su problema de vivienda, logró una respuesta de Fidel con su carta de ayuda», dijo Elisa Márquez, de 54 años y una empleada recursos humanos. «Con la firma que tenía de él en una nota, ella resolvió».
La gente no duda sobre quién se trata cuando alguien dice «Fidel», aunque sea sin apellido.
Alina Cuadrado de 50 años y quien trabaja como profesora también lo piensa como alguien accesible.
«Cerca de la esquina de mi casa, donde yo estudié, esa escuela se remodeló y Fidel participó con los niños con los profesores, visitando las aulas», recordó.
«Fidel comía en un comedor obrero, al lado de un obrero, en una bandeja, no un plato especial sentado en la misma mesa que compartía con el pueblo trabajador», añadió la profesora.