noviembre 20, 2024
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diciembre 4, 2016 | 95 vistas

SANTIAGO DE CUBA (AP) — Hace un año, numerosos camiones cargados con materiales de construcción comenzaron a llegar al cementerio de Santa Ifigenia en la ciudad de Santiago, en el este de Cuba. El sábado, un paño blanco cubría una nueva estructura cerca del mausoleo de José Martí, prócer de la independencia cubana.

Más allá de estas pequeñas pistas, los detalles del lugar definitivo donde reposarán las cenizas de Castro fueron uno de los secretos mejor guardados en la isla.

Ese velo de misterio se levantó el domingo cuando las cenizas del fallecido líder revolucionario fueron sepultadas en una ceremonia privada y posteriormente se permitió a algunas personas entrar y mirar la tumba donde permanecerán las cenizas: una gran piedra redonda, de unos cuatro metros y medio de alto, con una placa en la que se lee «Fidel».

La tumba está junto a un memorial a los soldados rebeldes asesinados en un ataque encabezado por Castro al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, y frente al mausoleo del prócer cubano José Martí.

Las autoridades cubanas no han dicho nada sobre el futuro acceso a la tumba de Castro, pero la aparente ubicación de ésta cerca de la de Martí —un sitio importante visitado por numerosos turistas y cubanos— es indicio de que habrá alguna forma de acceso público a la tumba del hombre que gobernó Cuba durante casi 50 años y falleció el 25 de noviembre a los 90 años.

«Es un privilegio tenerlo aquí», dijo Cruz María Pardo, de 64 años, que trabajó más de 20 años limpiando mausoleos en el cementerio. Pardo afirmó haber visto durante poco más de un año cómo varios camiones iban llevando materiales.

Miles, si no millones de cubanos, se alinearon en los últimos cuatro días a lo largo de la carretera central que conecta las dos ciudades más grandes de la isla, coreando lemas y agitando banderas, al paso de la caravana que transportaba el pequeño ataúd de cedro con las cenizas de Castro.

En amplias zonas rurales del país, numerosos cubanos se movilizaron en autobuses y camiones de carga con remolque, muchos como parte de grupos de trabajo o de escuela, para esperar bajo un fuerte sol el paso de la caravana y despedir al exgobernante.

Las cenizas de Fidel Castro llegaron el domingo a Santiago, la ciudad donde Castro lanzó su revolución y tuvo lugar una última concentración multitudinaria en la plaza de la Revolución antes del entierro en el cementerio de Santa Ifigenia.

El cementerio se ubica en la parte noroccidental de Santiago, a medio kilómetro de la bahía. Fue fundado en 1868 y es el lugar del descanso de algunas de las figuras más importantes en la historia cubana.

Más allá de un majestuoso edificio blanco a la entrada se encuentra el gran mausoleo de Martí, una torre donde hay cambio de guardia cada media hora. Cerca se alza un monumento a los rebeldes muertos en acción o ejecutados por las fuerzas de Fulgencio Batista después del asalto en 1953 contra el cuartel Moncada, el fallido intento inicial de Castro para impulsar la revolución.

«Hace rato que están trayendo materiales», dijo Roberto Lamar Herrera, de 73 años, director retirado de ferrocarril.

«Lo vamos a custodiar», afirmó la hija de Lamar Herrera, Ileana Lamar Rodríguez, de 50 años.

Más adentro en el cementerio se encuentra la tumba de Compay Segundo, el cantante y guitarrista que adquirió fama mundial como miembro del Buena Vista Social Club. Esta tumba sobresale del suelo y muestra la imagen de una guitarra dorada vertical, coronada por uno de los distintivos sombreros Panamá que él solía utilizar.

En el cementerio de Santa Ifigenia también se encuentran los restos de personalidades cuyas familias huyeron después de la revolución y a las que las autoridades rara vez mencionan, como Emilio Bacardí Moreau, quien encabezaba la firma familiar de ron y falleció en 1922.

La familia Bacardí salió de Cuba en los primeros años de la revolución después de que sus propiedades fueran nacionalizadas por el gobierno de Fidel Castro.

«Toda la historia de la revolución se concentra en ese cementerio», dijo José Francisco Guillot Castillo, de 59 años, cocinero en una refinería petrolera y que vive en una casa con techo de láminas galvanizadas cerca de la avenida Raúl Peroso.

Los residentes de la sinuosa calle dedicaron el sábado a hacer letreros con frases revolucionarias, como «Yo soy Fidel», y colocaron banderas cubanas en sus puertas.

La avenida lleva el nombre de un combatiente revolucionario que según los lugareños fue arrastrado por esa vía y asesinado por las fuerzas de Batista. En la actualidad, esa calle combina casas deterioradas de ladrillo e inmuebles nuevos construidos con bloques de concreto pintados de brillantes colores azul y aguamarina.

Los habitantes son obreros de fábricas, combatientes revolucionarios retirados, ingenieros y estudiantes. A lo largo de la avenida hay pocos letreros de negocios privados, entre ellos uno que se especializa en reparación de gafas.

Desde el sábado en la mañana, algunos agentes de seguridad vigilaban la avenida. Varios de ellos hicieron preguntas a una reportera de The Associated Press que entrevistaba a lugareños y vigilaron de cerca mientras ella trabajaba.

Eugenio Rodríguez Fonseca, de 82 años, quien dijo haber participado en acciones clandestinas de la revolución, permanecía de pie afuera de su casa. Lucía en su camisa blanca desgastada medallas doradas que conmemoraban su colaboración con la insurgencia.

«Yo lloro por dentro», dijo Rodríguez Fonseca. Su biznieta, sentada cerca, llevaba pintado el nombre de «Fidel» en la frente.

El hombre dijo que tenía previsto ofrecer un último saludo cuando pasara la caravana fúnebre de Castro.

 

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