BEIRUT, Líbano, diciembre 14 (AP)
La toma prevista de Aleppo por el Gobierno sirio tras un asalto aéreo prolongado y sangriento es un punto de inflexión en la guerra civil: el presidente Bashar Assad controla casi todas las grandes zonas urbanas y está en condiciones de pedir un lugar en la guerra de la comunidad internacional contra los milicianos del Estado Islámico que se aferran a un territorio en el noreste del país.
Hasta hace poco la perspectiva de semejante cooperación hubiera parecido sumamente improbable. Assad era una mala palabra en Occidente y buena parte de la región debido a los medios brutales que empleó durante seis años de matanzas que dejaron cientos de miles de muertos, desplazaron a la mitad de la población enviaron a millones de refugiados a Europa.
Mucho ha cambiado. La Rusia de Vladimir Putin está plenamente comprometida en la guerra del lado de Assad y ningún actor mundial parece dispuesto a enfrentarla. El surtido de grupos rebeldes se aferra a un puñado de baluartes alrededor del país, carece de impulso y está al borde de quedar reducido, en el mejor de los casos, a una insurgencia menor.
El hecho crucial es que el próximo presidente de Estados Unidos proyecta una suerte de flexibilidad de la que carecía Barack Obama. Al prometer escalar la guerra contra el Estado Islámico, Donald Trump insinuó que estaba dispuesto a colaborar con Assad y Putin. “A mí no me gusta en absoluto Assad”, dijo durante el segundo debate presidencial en octubre. “Pero Assad está matando al ISIS. Rusia está matando al ISIS”. Y la designación para secretario de Estado del jefe de ExxonMobil, Rex Tillerson, quien tiene muchos negocios en Rusia y vínculos con Putin, alimenta las conjeturas de que Trump tratará de estrechar lazos con Moscú.
De producirse semejante cambio, se resolvería una dificultad que complica la campaña militar encabezada por Estados Unidos para expulsar a los milicianos de los territorios de Siria e Irak que tomaron en 2014. En esas zonas el grupo instauró un “califato” extraordinariamente sangriento con matanzas, esclavitud, una interpretación brutal del islam y desde allí fomentó insurgencias regionales y terrorismo global.
Eso permitió crear una coalición amplia de países occidentales y del Medio Oriente que parece estar al borde de la victoria en Irak, donde el gobierno iraquí ha sido un aliado crucial para la batalla en tierra y se está desarrollando una gran batalla por la ciudad estratégica de Mosul.
Pero en Siria, el haber declarado paria a Assad complicó las cosas. A falta de un aliado militar local, la coalición liderada por Estados Unidos se ha asociado con fuerzas irregulares y utilizado la fuerza aérea y algunas operaciones especiales. Ese enfoque, con sus éxitos relativos, bien puede fracasar si se crea la impresión de que Assad ha sobrevivido la guerra.
Aleppo es la clave para consolidar esa percepción: su pérdida es un golpe aplastante que deja a los rebeldes escasas posibilidades de recuperar el impulso. La ciudad más grande Siria era el centro comercial del país, la puerta a Turquía y Occidente. La presencia rebelde ha quedado reducida a unos pocos barrios en el este de la ciudad y el gobierno parece estar a punto de restablecer plenamente su autoridad.
Assad también controla Damasco, la capital, las grandes ciudades de Homs y Hama, así como la mayor parte de la frontera con Líbano y la costa del Mediterráneo, dominada por su secta minoritaria alauita.
Assad ha jurado continuar hasta controlar todo el país, y dice confiar en que la oposición a su persona está disminuyendo. “Aunque terminemos en Aleppo, continuaremos la guerra contra ellos”, dijo a un diario local la semana pasada.
Ahora puede enviar a parte de su ejército y miles de milicianos aliados a los bolsones todavía en poder de los rebeldes y de los yihadistas del Estado Islámico. Estos incluyen zonas en torno a Damasco y cerca de la frontera con Jordania, así como en la provincia norteña de Idlib, baluarte de la filial siria de Al Qaeda.
“La captura de Aleppo dejará a Assad en situación de proclamar que es el gobernante soberano legítimo de Siria y pedir apoyo a la comunidad internacional”, dijo Jennifer Cafarella, del Instituto para el Estudio de la Guerra con sede en Washington.
Parece tener mayores probabilidades de lograrlo si participa decisivamente en la lucha contra el grupo Estado Islámico, lo que no ha sido una prioridad para él a pesar de que domina Raqqa, una ciudad mediana en el centro del país. El domingo, los extremistas volvieron a ocupar la antigua ciudad de Palmira, de la cual los habían expulsado a mediados de año, en un ataque por sorpresa que aprovechó la concentración de fuerzas rusas y sirias en Aleppo.
El futuro de Siria probablemente será caótico durante un tiempo, dada la amplia gama de grupos armados, la probabilidad de que continúe la intromisión extranjera a través de las fronteras porosas y la furia que embarga a buena parte de la población. Muchos prevén la continuidad de la insurgencia, lo que a su vez permitiría a Assad insistir en que se lo considere un socio en la lucha internacional contra el “terrorismo”.
En la batalla para conquistar la opinión local, un factor de peso es el hecho de que Assad no solo se apoyó en Rusia y su viejo aliado Irán para la reconquista de Aleppo sino que tuvo ayuda de la poderosa milicia libanesa Jezbolá y voluntarios iraquíes y afganos.
Esto aparece en fuerte contraste con las potencias externas que apoyan a la oposición. Ninguna envió fuerzas salvo Turquía, y solo para combatir a los milicianos curdos que considera una amenaza a su propia seguridad. Los rebeldes sirios solo contaban con armas livianas, y Estados Unidos se abstuvo de atacar a Assad incluso cuando usó armas químicas en 2013. Ni siquiera se aceptó el concepto de declarar una zona de veda de vuelos sobre el norte de Siria.
Cafarella dice que este ambiente da legitimidad al argumento de los yihadistas de que la comunidad internacional permitió que Rusia e Irán dominen Siria, y que es necesario oponerse al títere Assad.
La capacidad de reclutamiento de los extremistas “aumentará en lugar de disminuir después de la caída de Aleppo”, auguró. “La amenaza terrorista que emana de Siria aumentará en lugar de disminuir”.
Una gran pregunta ahora es cuál será la posición de los enemigos regionales de Assad: Arabia Saudí, los países del Golfo Pérsico y Turquía. Assad podría cabildear por la reanudación de las conversaciones de paz y apostar a la debilidad de la oposición para obtener concesiones, sobre todo que se le permita permanecer en el poder al frente de un gobierno más incluyente. Pero dada la magnitud de la devastación, parece sumamente improbable que se logre una reconciliación.