RIO DE JANEIRO (AP) — Una pelea entre pandillas rivales dejó el sábado al menos 10 reclusos muertos en una prisión del norte de Brasil, de acuerdo a reportes de prensa, el más reciente episodio en una serie de masacres en las penitenciarías del país. Tres de las víctimas fueron decapitadas.
Una revuelta estalló por la tarde en la Penitenciaría Alcacuz en el estado de Río Grande do Norte tras el enfrentamiento entre pandillas, durante el cual invadieron las celdas de sus rivales, indicó el sitio noticioso Folha de Sao Paulo.
Zemilton Silva, coordinador del sistema carcelario, señaló: «Pudimos ver las cabezas arrancadas» de tres internos.
La policía rodeó la cárcel y bloqueó las salidas, pero esperaba a que amaneciera el domingo para ingresar debido a que los reclusos están fuera de sus celdas y armados.
La última rebelión en la prisión de Alcacuz ocurrió en noviembre de 2015, cuando se descubrió un túnel en uno de los pabellones. La instalación tiene capacidad para 620 presos, pero está habitada por 1.083 reclusos.
La reciente ola de violencia penitenciaria en Brasil comenzó entre el 1 y el 2 de enero, cuando 56 internos fueron asesinados en el estado de Amazonas, en el norte del país. Las autoridades señalaron que la pandilla Familia del Norte fue tras miembros de la organización delictiva más poderosa de Brasil, la Primera Orden, en un enfrentamiento por el control de las rutas del narcotráfico en los estados del norte. Muchas de las víctimas fueron decapitadas y desmembradas.
Posteriormente, el 6 de enero 33 reos fueron asesinados en el vecino estado de Roraima, en un incidente en el que a muchas víctimas les sacaron el corazón y los intestinos.
Los expertos afirman que la Primera Orden, conocida por el acrónimo en portugués PCC, ha sacado provecho del hacinamiento y las condiciones míseras de las penitenciarías de Brasil para expandir su alcance a través del sistema carcelario nacional.
La pandilla dirige sus operaciones de narcotráfico desde dentro y fuera de las prisiones, pese a que muchos de sus dirigentes se encuentran en cárceles de máxima seguridad en el estado de Sao Paulo.