PANAMA, Panamá, enero 13 (AP)
A Gabriel Marín y su esposa les tomó tres meses, entre sustos y angustias, llegar hasta el albergue en Panamá. Abandonaron su casa en el oriente de Cuba con la esperanza de llegar a Estados Unidos y convertirse en residentes legales, pero ese sueño comienza a desvanecerse.
El presidente estadounidense Barack Obama anunció el jueves el fin de la política migratoria conocida como “pies mojados, pies secos”, que permitía desde 1995 a cualquier cubano que llegara a suelo estadounidense quedarse y obtener la residencia. La medida ha dejado a miles de cubanos en tránsito a la deriva en Centro y Sudamérica.
“La verdad que esto nos ha dejado congelados, en el limbo total, y tristes porque de nada valió arriesgar todo, la vida”, dijo a The Associated Press Marín, un cocinero de 24 años y quien junto con su esposa Yanisel son parte de 53 cubanos que permanecen en un albergue de la organización católica Cáritas en la capital panameña.
La mayoría llegó recientemente e hicieron prácticamente la misma travesía prolongada que los tenía a medio camino en Panamá: salieron vía aérea de Cuba hacia Guyana y desde allí se desplazaron por zonas selváticas de Brasil, Perú, Ecuador y Colombia.
“Pasamos sustos”, contó Marín, ataviado con una camiseta de la selección venezolana de fútbol, desde en uno de los pasillos del albergue, un edificio de dos pisos que ha destinado varios salones como cuartos para los migrantes. Dijo que en un cruce carretero de Perú, cerca de la frontera con Brasil, policías los pararon y les quitaron 200 dólares”.
Ahora, su esperanza es el presidente entrante Donald Trump, quien ha prometido deshacer lo que hizo su predecesor.
“Nos queda esperar a lo que pueda hacer Trump”, dijo. “Tengo varios primos que me esperan en Estados Unidos”.
Los migrantes cubanos en el albergue sólo supieron de la decisión de Obama cuando periodistas llegaron al lugar para obtener alguna reacción. Afuera en el patio, varios migrantes gritaron que no regresarían a la isla.
Yancys Díaz, de 26 años y quien llegó con su hija y su mamá desde La Habana, aseguró que “ni viva, ni muerta quiero regresar”.
“En Cuba fuimos hostigados por las autoridades. Ahora no podemos pensar en un regreso; alguien tiene que ayudarnos a salir de esto”, dijo a la AP.
El fin de la política de “pies mojados, pies secos” fue negociado por meses entre Estados Unidos y Cuba, y tras el anuncio el jueves, los cubanos pasaron de tener un estatus con privilegios a ser como cualquier otro migrante que cruza rutas peligrosas por el continente para intentar cruzar a suelo estadounidense.
Los cubanos aún podrán solicitar apoyo humanitario, pero ahora no es algo que esté garantizado.
Se estima que unos cien mil cubanos han salido de la isla desde que en diciembre de 2014 se anunció el restablecimiento de relaciones diplomáticas bilaterales. A partir de entonces, los isleños temían que la política de “pies mojados, pies secos” desaparecería en algún momento.
Ese fenómeno generó una crisis regional en 2016, que obligó a algunos gobiernos a implementar medidas para neutralizar un masivo flujo, impulsar puentes aéreos para transportar a millares de isleños a la frontera de México con Estados Unidos y pedirle a Washington que cambiase su política migratoria respecto a los cubanos.
El Gobierno de Costa Rica, que el año pasado envió más de siete mil cubanos a El Salvador y México, aplaudió la decisión de Obama. El vocero Mauricio Herrera dijo que las autoridades ya no harán concesiones a los isleños.
“Esto nos ha caído como balde de agua porque no pensábamos jamás que a estas alturas y a poco de dejar el gobierno, el presidente Barack Obama tomara esta determinación”, dijo Eugenia Díaz Hernández, de 55 años y madre de Yancys.
Varios de los migrantes esperan que Panamá los acoja como refugiados políticos. De hecho, algunos dijeron que ya habían formulado hace días esa solicitud y que les programaron entrevistas para dentro de un año.
Sin embargo, el director del Servicio Nacional de Migración de Panamá, Javier Carrillo, advirtió que ahora los cubanos se exponen a deportaciones por entrar de manera irregular.
“No pueden quedarse en el país y tendrán que ver qué hacen”, advirtió. Dijo que el flujo se ha reducido y estimó que en todo el país habría unos cien cubanos.
“¿Qué vida vamos a tener si nos deportan?”, preguntó Julio Hernández, un operador de equipo pesado de la provincia central de Ciego de Ávila, de 33, que salió de su país con su esposa Reicy Bombo.
“Presentíamos que esto iba a pasar, y tristemente nos encuentra en un país donde no podemos hacer nada. No podemos trabajar”, lamentó Hernández.