PALM BEACH, Florida, EE.UU. (AP) — El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ya inmerso en una batalla legal por sus restricciones migratorias, afronta ahora una nueva provocación en las primeras semanas de su mandato.
Tras un accidentado arranque en el frente diplomático, Trump intentaba mostrar un enfoque más tradicional al establecer una relación cercana con el primer ministro japonés, Shinzo Abe. Esa estrategia se vio a prueba rápidamente por las noticias el sábado de un posible lanzamiento de misil desde Corea del Norte.
Sería el primer ensayo de esta clase que realiza Pyongyang este año y un desafío implícito a Trump, que compareció junto a Abe en su club Mar-a-Lago de Florida y dijo respaldar a Japón «al 100%».
La provocación se produjo mientras la Casa Blanca estudia sus opciones con las restricciones migratorias. El decreto de Trump, que suspendía el programa de refugiados del país y prohibía la entrada de viajeros de siete países de mayoría musulmana, quedó suspendido por orden judicial en un revés legal para el gobierno.
En un aparente intento de defender la medida, la Casa Blanca programó una gira por los medios del principal asesor Stephen Miller, que ayudó a redactar la orden ejecutiva. Miller tenía previsto aparecer en los programas del domingo «This Week», de ABC; «Meet the Press», de NBC; «Face the Nation», de CBS, y «Fox News Sunday».
Aunque el gobierno sostiene que baraja todas sus opciones —incluida una apelación ante el Supremo— Trump dijo durante su vuelo a Florida para pasar allí el fin de semana que está considerando firmar una «nueva orden» el mismo lunes para tratar de eludir las impugnaciones.
El viaje de Trump a Mar-a-Lago comenzó con actividades sociales para Trump y Abe.
Ambos pasaron la mayor parte del sábado jugando al golf bajo el sol de Florida, para conocerse y mostrar al mundo que la alianza entre Washington y Tokio sigue siendo fuerte. Después, sucesos a medio mundo de distancia ofrecieron un ejemplo más significativo de cooperación.
Después de que Corea del Norte supuestamente lanzara un misil balístico, los dos líderes hicieron una comparecencia preparada a toda prisa en un salón de baile de la propiedad de Trump en el sur de Florida. Abe habló primero y durante más tiempo.
«El último lanzamiento de misil de Corea del Norte es absolutamente intolerable», dijo Abe a través de un traductor. El primer ministro añadió que Pyongyang debe cumplir por completo las resoluciones al respecto del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y señaló que Trump le había asegurado que Estados Unidos apoyaba a Japón.
«El presidente Trump y yo compartimos por completo la opinión de que vamos a fomentar una mayor cooperación entre los dos países. Y también vamos a reforzar nuestra alianza», añadió.
Después, Trump hizo una breve declaración.
«Sólo quiero que todo el mundo entienda y le quede claro que los Estados Unidos de América apoyan a Japón, su gran aliado, al 100%», dijo.
Los mandatarios abandonaron entonces la sala, algo un tanto sorprendente dado que Trump, habitualmente muy expresivo, no condenó ni denunció el lanzamiento.
En los primeros días de su mandato, la diplomacia de Trump tuvo un arranque accidentado que incluyó polémicas llamadas de teléfono con los jefes de gobierno de México y Australia. En cambio, la primera visita de un líder extranjero a su finca de Mar-a-Lago fue un cordial fin de semana de reuniones, cenas y golf que sugería que el nuevo presidente está dispuesto a invertir tiempo en desarrollar una relación personal más estrecha con líderes con los que cree que puede trabajar.