LA CARMELITA, Colombia, marzo 1 (AP)
Un grupo de observadores de la ONU comenzó este miércoles el registro de las armas en poder de las FARC en las 26 zonas rurales donde se concentrarán los miembros de la guerrilla para su desmovilización.
El Alto Comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, señaló a periodistas que además del registro del armamento se procederá a la destrucción del material inestable, sin dar más precisiones.
Para el registro del armamento, Naciones Unidas dispuso un grupo de más de 450 observadores de 13 países.
Iván Márquez, uno de los jefes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), destacó que pese a los retrasos en la adecuación logística de las zonas de concentración se realizaría el proceso y se reajustaría “el plan de destrucción de armas o explosivos”.
Al respecto, el presidente Juan Manuel Santos publicó en Twitter: “hoy es un día histórico para el país. Las FARC dicen #AdiosAlasArmas para cambiar la violencia por la reconciliación”.
Horas después, en un acto sobre turismo en Bogotá, Santos reitero: “hoy mismo las FARC están empezando el proceso de dejación de armas ante la ONU. Hoy las FARC marchan, pero hacia la legalidad. Y al tiempo estamos dialogando con el ELN en una mesa de negociación”.
Las FARC no entregarán sus armas este miércoles como estaba previsto inicialmente. El 21 de febrero, el general Javier Florez, jefe del comando de verificación del acuerdo de paz, indicó que el proceso se haría en tres etapas: a partir del 1 de marzo, un 30 por ciento el armamento, desde el uno de mayo otro porcentaje similar y durante junio el 40 por ciento restante. Sin embargo, la demora en la construcción de las viviendas en las que se asentarán los guerrilleros modificó el calendario.
En las 26 zonas hay unos siete mil miembros de la guerrilla, según Florez.
En La Carmelita, al sur del país, los integrantes de la FARC se mostraron optimistas sobre el acuerdo pero admitieron que allí viven en peores condiciones que en la selva. Bajo carpas de plástico construyeron rancheríos como los que tenían en los campamentos clandestinos a la espera de que el Gobierno levante las casetas en las que vivirán hasta el final del desarme.
“No es un buen día para empezar la dejación de armas porque ni siquiera nos han construido la zona”, afirmó Jorge Tavarich, de 36 años y 17 en la guerrilla. “Mi mayor anhelo no es dejar el fusil, sino que se materialicen los acuerdos”, agregó. Cuando finalice el período de transición hacia la vida civil le gustaría estudiar Derecho y apoyar el partido en el que se convierta la guerrilla.
“Tenemos ganas de movilizarnos”, dijo en contraposición a la idea de que dejar las armas significa desmovilizarse, mientras tres compañeros limpiaban sus fusiles. A diferencia del pasado, cuando era habitual ver a los guerrilleros cargando armas en el campamento, ahora el armamento cuelga de las camas o columnas o está almacenado.
Mientras esperaban el nuevo calendario para el abandono de las armas, casi medio millar de guerrilleros se ubicaban en una área fangosa de 5.2 hectáreas en la que se sentían más atrapados que acompañados en su paso hacia la vida civil.