Rubén Jasso.-
Referente de aquel Correcaminos que fue escribiendo historias de éxito en la década de los 80’s, ídolo de la afición, futbolista del pueblo y siempre dispuesto a brindar su amistad a quienes lo rodean, Jorge Arturo Rivera es, sin duda, un auténtico personaje del medio futbolístico en Victoria y la región, pero sobre todo un gran ser humano eternamente agradecido con Dios y con la vida por todas las experiencias, buenas y malas, que el futbol le ha regalado a lo largo de los años.
Conocido popularmente como “El Negro” desde sus años de juventud, Jorge Arturo Rivera forma parte de la historia de aquel equipo universitario de futbol que nació a finales de los 70’s y que en muy pocos años fue conquistando metas hasta llegar a la cúspide del balompié en nuestro país: la Primera División.
Instalados en el Estadio Universitario “Eugenio Alvizo Porras” una tarde de jueves y con la sencillez que lo caracteriza, “El Negro” Rivera accede amablemente a una entrevista y nos cuenta su andar por el equipo azul naranja, colores que, dice, llevará “tatuados” en su corazón y en sus recuerdos para toda la vida.
SUS INICIOS
Como si fuera ayer, recuerda sus inicios en el futbol, “Justamente en el año 79-80 en el Circuito Superior ahí empezamos el caminar del Correcaminos y ya después en la siguiente temporada pasamos a Tercera División, de ahí empezamos el andar a nivel profesional, ahí empezó el Correcaminos con nuestro primer entrenador, que fue Pedro Araya, chileno, en la cual no nos fue muy bien, perdimos tres partidos seguidos y en eso entró “Pepe” Mansur y de ahí en adelante duramos como 30 partidos invictos”, explica.
Y es entonces que a la par del futbol, “El Negro” fue conociendo a grandes compañeros y cosechando verdaderas amistades, “Como olvidar a ‘Milo Sánchez’, a ‘El Gato’ Ruiz, a Marroquín, a ‘Beto’ Moreno, al ‘Changuito’ Romero, el ‘Win’ Martínez, la ‘Muguita’ Maldonado, el ‘Choco’ Fernández… varios jugadores que iniciamos en el andar deportivo del equipo Correcaminos a nivel profesional”.
El gusto y el amor por lo que hacían eran tan evidentes que poco a poco los aficionados de Victoria, escasos al principio, comenzaron a seguir a ese grupo de ilusionados jóvenes que con mucha alegría luchaban por conquistar lo más alto.
“Yo creo que era el amor a la playera, en la cancha nos moríamos, nos entregábamos al mil, entonces teníamos un compromiso con la gente que estaba creyendo en nosotros porque al principio te puedo decir que venían unas 30, 40 personas y terminando el torneo de Tercera División en esa misma temporada el estadio (Universitario) estaba abarrotado, a la gente le gustaba eso, que nos entregáramos, que sudáramos la playera”, afirma.
Y agrega: “La mayoría teníamos el mismo objetivo que nos trazamos todos como equipo, el entrenador tenía su visión y todos pensábamos en ella, todos teníamos el mismo concepto de futbol, todos teníamos el amor igual al futbol, teníamos una meta, pero era todo el grupo y eso nos ayudó a que fuéramos escalando división tras división”.
Con eterna gratitud, “El Negro” trae a su mente esa cercanía que había entre aquellos futbolistas y la gente del pueblo, algo común en esa época, “Si porque la mayoría éramos victorenses, en Tercera, en Segunda División, la mayoría siempre fue de Victoria y a la gente le gustaba eso y abarrotaba la cancha, ya después en Segunda B ya no tenía la capacidad para la gente que venía, entonces tuvimos que irnos al estadio Victoria (Marte R. Gómez) y también se llenaba al cien, eso es algo que siempre recordaremos de la gente, que siempre nos apoyó, que siempre estuvo con nosotros, fue algo maravilloso, y viendo ahorita el estadio vienen recuerdos bonitos de tantas anécdotas que pasamos, de tantos sufrimientos que también pasamos y creo que valió la pena al final, porque se logró el objetivo”, comenta.
A la Universidad Autónoma de Tamaulipas también le expresa su reconocimiento porque siempre les dieron lo mejor aun con algunas situaciones como los largos viajes por carretera por la enorme distancia entre una sede y otra en aquella época, “Lógicamente viajábamos en autobús, viajábamos 30, 40 horas y llegar y dar la satisfacción de ganar o empatar yo creo que eso es maravilloso, eso es algo que llevas dentro siempre y no se te va a quitar, el viajar con todos los compañeros, estar siempre con ellos ahí” y recuerda entre risas una anécdota: “Decía un compañero que había que llevarse un pastel por si alguien cumplía años en el camino porque eran muchas horas para viajar (por ejemplo) a Nanchital que está colindando con Tabasco y todo ese tipo de cosas, yo creo que todo eso valió la pena”, dice con orgullo.
Acerca de la empatía que había entre los aficionados y su persona, el ex futbolista de Correcaminos describe: “Creo que es algo maravilloso, sientes la vibra de la gente que está contigo, yo creo que eso es lo que te manda adelante, eso es lo que te da pie a que sigas entregándote día a día, a entregar el corazón, que sientas la playera, que te entregues al mil, creo que la gente es parte fundamental para que un futbolista pueda lograr objetivos y creo que la humildad también es parte importante de cualquier futbolista”, dice, al tiempo que recuerda unas palabras de un conocido personaje de la locución en Victoria.
“A mí, don Carlos Adrián Avilés, gran amigo que donde quiera que esté le mando un abrazo, me dijo: ‘Ahorita estás en los cuernos de la luna pero, sabes qué, bájate de ellos porque algún día vas a volver a pisar (el suelo), sé humilde y verás que te va a ir bien en la vida’ y mírame, gracias a Dios y a su consejo la vida me ha dado mucho, gracias a esos consejos puse los pies sobre la tierra, sabía que algún día iba a caer y hoy no me duele no haber ganado dinero o haberlo ganado, lo que tengo es la satisfacción de tener muchos amigos, grandes amigos que es lo que me dejó el futbol”, afirma.
EL ASCENSO
El 23 de junio de 1987, Correcaminos lograría la hazaña de ascender por méritos propios al máximo circuito al derrotar en una serie de tres juegos a los Gallos Blancos de Querétaro, pero antes de eso, el equipo universitario vivió diferentes procesos que lo fueron acercando a la meta anhelada, y Jorge Arturo lo recuerda.
“Yo creo que el traer entrenadores ya de nivel como (Javier) “Chalo” Fragoso… hubo varios entrenadores, Diego Malta que fue el que ascendió al equipo, pero hubo antes de ellos esa ‘espinita’ que ya teníamos, esa idea de poder ascender de categoría, nos fuimos desde Tercera a Segunda B, a Segunda A, ahí duramos como tres o cuatro temporadas, de ahí se ascendió a Primera División pero te digo, fue un equipo de milagros porque prácticamente ascendimos todo el proceso rápido, fueron pocos años desde el Circuito Superior hasta Primera División”, refiere.
Con orgullo pero siempre con humildad, “El Negro” recuerda que fue el único integrante de la UAT que experimentó cada paso de una división a otra, “Yo fui bendecido, tocado por Dios, ya que soy el único jugador que desde el Circuito Superior pude llegar a Primera División, hay otro jugador que para mí es mi gran amigo, ‘Milo’ Sánchez, mi ídolo, es un gran amigo y futbolista, desgraciadamente él no pudo estar con nosotros esa temporada porque él se fue a Primera División al Potosino, entonces es el único jugador que hubiera ido conmigo de la mano, yo también me fui de aquí, me fui a Santos, pero me regresé y me tocó la suerte de que en ese año ascendimos”.
En el camino fue conociendo a grandes personas que luego se convertirían en excelentes amigos con quienes lucharía por un objetivo bien definido, “Vinieron grandes jugadores, compañeros, amigos, que esa es la clave de esto… Pepe Treviño, Javier Garibaldi, Villela… a nosotros nos inyectaron una idea, Héctor Eugui nos dio una escuela, una meta, ya la teníamos desde antes y el grupo lo entendió y nos abocamos, llegó Diego Malta y el grupo estaba compacto y supo entrar al grupo y gracias Dios se logró el objetivo que tanto anhelábamos”.
Jorge Arturo Rivera recuerda como ese convencimiento de lograr algo grande lo transmitían de un compañero a otro, de un amigo a otro, “Veníamos de Santa Engracia (donde se concentraron 15 días) al primer partido aquí contra Gallos Blancos y cuando íbamos dando vuelta por el lado de donde están las canchas de basquetbol del estadio, dice Pepe Treviño, eso no se me olvida jamás, ‘Ahí está la cancha como la querían ver, vamos a darle, tenemos que salir a ganar, así querían ver la cancha, órale vamos a echarle ganas, vamos a entregarnos…’ Pepe Treviño era un gran personaje, era uno de nuestros líderes”, reconoce “El Negro”.
Durante la charla, nuestro entrevistado también hace un espacio para recordar el lamentable accidente donde tres queretanos perdieron la vida luego de jugar el partido de ida en esta Capital, falleciendo entre ellos un gran amigo suyo, “El Chino” Orona, aunque finalmente todos entendieron que el “show” tenía que continuar y disputaron la final con el mismo entusiasmo y convencimiento que ya traían, aunque también sabían que Correcaminos no era el favorito para ascender.
“Muchos no creían en nosotros, había muchos que no creían, pero mira se logró el objetivo anhelado, con esfuerzo, con entrega, con coraje, con futbol… el partido se jugó y gracias a Dios lo ganamos en la cancha”.
El enorme cariño que la gente les manifestaba de diversas formas cuando lograron el ascenso es algo que Arturo Rivera guarda en su corazón como un tesoro, aunque reconoce con humor que por momentos ni él ni sus compañeros se explicaban de dónde había salido “el mar” de personas que los esperaban en Victoria y que los escoltaban desde Llera a su regreso de la capital del país.
“Yo había tenido ya esa experiencia tan grandiosa de ascender de Segunda División B a Segunda División, pero eso fue por Jaumave, nos vinimos por la carretera vieja a Jaumave y la gente arriba del cerro, vitoreándonos con pañuelos blancos eso fue hermoso, pero acá cuando ascendimos a Primera División desde Llera ya nos estaban esperando, desde ahí se cerró la carretera y ya no hubo tráfico de Victoria para Llera, veníamos en los autobuses y la gente por un lado tuyo”, relata, y describe el asombro de sus compañeros.
“La raza del equipo decía ‘de dónde sale tanta gente’, yo pensaba que la gente ya se había visto desde Llera hasta el estadio (Marte R. Gómez) pero jamás pensé que el estadio estaba lleno, no nos explicábamos de dónde había salido tanta gente de Victoria, yo creo que eso es algo que no se te olvida jamás, que la gente vaya atrás de ti, que te vitoree, todo ese tipo de cosas se llevan en el corazón, yo creo que eso no se olvida jamás”, reitera.
Y VICTORIA ‘APARECIÓ’ EN EL MAPA
Fue entonces que el panorama dio un giro de 360 grados para los victorenses, pues de ser una Ciudad bastante tranquila, con escasas diversiones y prácticamente desconocida en el plano nacional, de pronto ya estaba en el selecto grupo de las plazas futboleras de Primera División.
El bullicio y el ambiente previo a cada partido como local duraba toda una semana con la búsqueda de los codiciados boletos, hasta que se llegaba el domingo a mediodía para recibir a la visita bajo un sol quemante, aunque antes de eso los aficionados ya habían hecho un sinfín de cosas para acompañar y festejar los goles del equipo debutante en el máximo circuito, algo que no desconocían los jugadores.
“Era un espectáculo de primer nivel como no había en Victoria, antes nada más íbamos al Parque de Tamatán y a partir de ahí la gente se quedaba ahí acostada a acampar para poder alcanzar un boleto, no se diga cuando venía el América, las Chivas, el Cruz Azul, era algo maravilloso que la gente vivía, Victoria volvió a nacer, era otro pueblo” y recuerda como algunas personas catalogaban a Victoria como un “pueblo bicicletero”, esto por la enorme cantidad de bicicletas recargadas en las cercas que dividían la cancha de las tribunas, aunque era una situación que ellos tomaban con humor y nunca como ofensa.
La plática llegaba a su fin, aunque antes “El Negro” reiteró ese profundo amor que lo une a Correcaminos, el equipo que le dio todo y al que él se entregó por completo; “Siempre lo he dicho que mi sangre es azul naranja y mi playera siempre la traeré tatuada en mi corazón, este equipo me dejó grandes recuerdos, fui un tipo afortunado, tocado por Dios que me mandó, y me mandó en ese preciso momento para lograr y conocer compañeros, amigos, familia, todo ese tipo de cosas y le doy gracias a Dios por todo eso que me regaló”, puntualizó.