diciembre 12, 2024
Publicidad
abril 2, 2017 | 104 vistas

¡Una voz de mando!

Lilia García Saldívar

 

Palabras Sabias: “El deber cumplido es la mano de Dios que nos bendice”

Anónimo.  

 

Antonia sacudió la escoba de la cual botaron al suelo tierra, ramitas hojas y algunos papeles, era su deber trabajar hasta tarde y seguir luego en hacer la masa para el pan que se vendería desde mañana en la tienda de su esposo, los hijos, ellos y todo el que entraba a aquella casa de General Cepeda Coahuila, un pueblito atrasado y relajado a la pobreza, donde sólo había una calle de comercio variado desde alimento hasta cobijas; su esposo Paco ya estaba sacando de las cajas de madera de las abejas los cuadros cargados de miel, ella no podía ayudarlo a eso, pues un piquete de abeja la ponía grave, se retiró de allí pues había una nube de abejas, y ya casi para entrar al patio casero una abeja se le enredó en el pelo y no se dio cuenta, se metió a la cocina y de pronto sintió en el cuero cabelludo un piquete, le dio un manotazo, pero fue tarde, la abeja la había picado, le gritó a Paco que ya terminaba de sacar la miel y él vino corriendo y preguntó.

-¿Qué te pasa Toña?

-Una abeja me picó háblale al doctor, pues ya empiezo a sentir el cuerpo dormido, no veo bien, y de pasada avísales a los hijos que vayan a buscar a Legarreta el doctor ¡Pero pronto Paco! Ya sabes cómo me envenena una abeja; Paco corrió oscurecía y les dijo a Estela y Leopoldo ¡Pronto vayan por un doctor!, díganle que traiga inyecciones, a su mamá le picó una abeja, los muchachos se levantaron, ya todo estaba obscuro pues la luz la quitaban a las nueve de la noche; saliendo corriendo por el doctor quien vino pronto, la inyectó y así pasaron tres horas, no había luna y sólo veían con lámparas de petróleo o gasolina; el doctor al ver el estado de la enferma y ponerle tres inyecciones que no ayudaron nada dijo: Traigan al padre para que le dé la extrema unción, corran por favor. El padre estaba en su casa, ya dormía pues se acostaba temprano, Estela y Leopoldo salieron corriendo y un soldado que hacia la guardia en la plaza, los vio, les dio un silbatazo, ellos no se detuvieron, el soldado corrió tras ellos y les dijo; ¿se están escapando verdad? ¡No! vamos por el Padre, mi mamá se muere -dijo Leopoldo- ha entonces yo los acompaño, y corrieron los tres, llegaron a la casa y les abrió María, la hermana del padre, cuando le dijeron que iban por el padre dijo; ¡Ay no!, porque tiene que levantarse a las cinco de la mañana para la misa de las seis, el soldado entró a la habitación del padre a la fuerza y le dijo; Cumpla con su deber padre, pronto vístase, se va con nosotros ¡pero ya!. Así volvieron con la enferma el padre, el soldado y los muchachos, el padre dio la absolución, el doctor le puso otra inyección y poco a poco se fue restableciendo el corazón y la respiración de Antonia; ¡se salvó! ¡Gracias al mando de un soldado! El doctor se tranquilizó y dio las gracias al soldado y le dijo a Paco: Señor Francisco, quite de aquí las cajas de abejas, pues tal vez, después no tengamos la suerte de volver a sanar a su esposa, le dio las gracias al soldado, iba contento, a su voz de mando el sacerdote cumplió con su deber y ¡Todos felices! Antonia sonreía levemente y dio gracias a Dios, a sus hijos, al doctor y al soldado que con su voz de mando le salvó la vida.

 

Comentarios