¿De verdad es un nuevo modelo educativo?
Héctor F. Saldívar Garza
El Estado mexicano a través de la historia se ha interesado en que la sociedad opine que las instituciones oficiales son respetables, ya que de esa manera los gobiernos se legitiman y tendrán más posibilidades de recibir un voto de confianza para la realización de sus acciones programadas. Sin embargo, existe un sector de la sociedad que tiene por hábito analizar los hechos sociales e ir forjando un criterio propio. Esto, como consecuencia de su alto nivel de preparación en el ámbito sociopolítico, o por el hecho de estar constituidos por observadores sociales asiduos, con una marcada desconfianza en las instituciones, por lo que a través de su vida han contemplado.
Unos y otros van forjando en su ser un espíritu crítico, que ha logrado que pierdan la ingenuidad política, lo cual les facilita revisar con detenimiento los acontecimientos político sociales y acercarse a una concepción más realista sobre su existencia.
Esta escueta introducción la presentamos con la finalidad de abordar un tema que evidentemente es de gran trascendencia; nos referimos al nuevo modelo educativo que se está proponiendo para el año 2018.
Empezamos por afirmar que la educación es una disciplina crucial para que la sociedad esté en posibilidades de desarrollar. Esto, cualquier persona con un nivel medio de preparación lo comprenderá fácilmente; por lo consiguiente, no es sencillo aceptar explicación alguna que nos convenza que la educación que ha instaurado el Estado mexicano ha sido la idónea para lograr un México mejor. Asimismo, resulta inaceptable pensar que el modelo educativo que se está proponiendo, es lo requerido por la nueva generación para impulsar al país a un mundo de mayor desarrollo. Ya que si ha través de la historia desde la creación del nuevo Estado las familias gobernantes han sabido integrarse en grupos de poder para decidir el destino de la sociedad mexicana, dejando a la zaga a un gran sector manteniéndolo vulnerable. No existen razones de peso para aceptar que estando aún ellos mismos en el centro de las decisiones, ahora opten por algo diferente radicalmente.
Independiente de lo que afirma nuestra clase dirigente, los grupos sociales con criterio propio opinan de forma diversa en cuanto al nuevo modelo. Un ejemplo es el investigador de la UNAM Manuel Gil Antón, quien coloca en la palestra, la duda sobre el contenido del denominado nuevo modelo educativo, cuando posteriormente al análisis de su contenido presenta las siguientes interrogantes:¿Desde Vasconcelos a la fecha por primera vez aparece la idea de aprender a aprender? ¿Inicia la preocupación por la calidad? ¿Se descubre, hoy, la importancia de la diversidad en el país? ¿De verdad la memoria no importa?, porque se puede preguntar cualquier fecha o fórmula al Doctor Google en el celular? ¿Se puede aprender sin recordar? y finaliza opinando al respecto que «Sólo la ignorancia más cruda puede responder a cualquiera de las preguntas anteriores de manera afirmativa…» (1).
En nuestro caso como docentes en educación superior, hemos podido apreciar diversos modelos educativos que han permeado el ámbito de la educación básica y su reflejo en las generaciones de jóvenes que se van incorporando a la universidad. Y a decir verdad, respaldo lo señalado por el maestro Gil Antón y a la vez realizo algunas observaciones al respecto de acuerdo a mi experiencia.
Por cuestión de espacio me circunscribiré únicamente a lo relativo a la importancia de la memoria. Respecto a ello recordaremos los estudios de Benjamín Bloom y su taxonomía, que los presentó al público en un libro editado en 1958 (2).
Este autor, especifica claramente dentro del área cognoscitiva seis niveles: conocimiento, comprensión, aplicación, análisis, síntesis y evaluación. El reconocimiento a su trabajo fue evidente a través del empleo de su taxonomía, que durante los años 70 y 80 del siglo próximo pasado fue trascendente para la administración por objetivos que operó en la educación media superior tecnológica.
El nivel del conocimiento, como es el inicial, se relaciona con la información que recupera la persona, la cual ingresa en su ser a través de los sentidos. Por supuesto, que para lograr asimilar los contenidos se requiere del empleo de la capacidad de memoria de las personas; y los profesores que desean saber si los estudiantes han memorizado el contenido que se está incorporando en la información, les solicitan que repitan la información como ellos se las dijeron.
Existen otros cinco niveles más, pero por ahora explicaremos sólo el segundo nivel que es el de la comprensión, el cual, entre otras maneras, se logra cuando las personas son capaces de recordar lo memorizado, pero en vez de repetirlo como se los enseñaron, lo realizan empleando sus propias palabras.
Como se puede apreciar, es evidente que las personas para avanzar en cuanto al desarrollo cognitivo requieren de primero memorizar, para contar con un almacén de datos que serán evocados en el momento que se pretenda aplicar sobre ellos un nivel cognitivo de mayor desarrollo.
No podemos negar que el memorizar exige un desarrollo intelectual de menor calado que los niveles superiores señalados por Bloom; pero si carecemos de memoria estaremos imposibilitados para obtener constructos intelectuales superiores, ya que no se dispondrá de basamentos a los cuales evocar. Esto lo constatamos de manera sumamente clara cuando a nuestros alumnos que van ingresando a la universidad les pedimos expliquen por ejemplo qué opinan sobre la denominada decena trágica y la política de no intervención que exigen los organismos internacionales. Si ellos tuviesen el conocimiento de que los Estados Unidos participaron a través de su embajador en México, quizá hubiesen redactado por lo menos un pequeño documento al respecto; pero como a la historia no se le asigna trascendencia en la educación básica, son contados con los dedos de una mano el número de alumnos que responde correctamente a este cuestionamiento.
Bibliografía:
(1) Diario de Ciudad Victoria. 25 de marzo 2017 p. 6A
(2) Taxonomía de los objetivos educativos. Bloom y Broder 1958.