diciembre 13, 2024
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mayo 14, 2017 | 133 vistas

BUENOS AIRES, Argentina, mayo 13 (Notimex)

La hija del ex jefe policial Miguel Etchecolatz, uno de los represores más temibles de la última dictadura argentina, exigió que su padre y el resto de condenados por delitos de lesa humanidad mueran en la cárcel, sin recorte de penas ni cárceles domiciliarias.

En una semana que conmovió a la sociedad argentina ante el frustrado intento judicial de beneficiar a los represores con una ley conocida como “2×1”, que reduce su tiempo en prisión, la Revista Anfibia publicó una entrevista con la hija de un genocida que dirigió 21 centros clandestinos de detención.

La nota impactó y tuvo una gran repercusión por la férrea postura de la mujer en defensa de los derechos humanos y porque es la primera vez que algún familiar de Etchecolatz, de 88 años y condenado en seis juicios, acepta hablar con la prensa.

Mariana D. reveló que en 2016 logró cambiarse el apellido que, en Argentina, remite de inmediato al terror, porque su padre participó en asesinatos, secuestros, torturas y desapariciones y jamás se arrepintió de crímenes que, de acuerdo con la justicia, se cometieron en el marco de un genocidio.

La psicóloga, que prefiere resguardar su nueva identidad, contó que el miércoles participó en la histórica marcha en la que cientos de miles de argentinos repudiaron el “2×1” y que lloró de indignación ante la posibilidad de que su padre fuera liberado.

Su deseo, dijo, es que Etchecolatz “no salga nunca más. Nunca me había animado a contar mi historia. Y lo único que quiero expresar ante la sociedad es el repudio a un padre genocida, repudio que estuvo siempre en mí. Mejor dicho: el repudio de una hija a un padre genocida”.

Recordó que, cuando era joven, fue muy difícil saber de los crímenes de su padre porque ella, su mamá y sus hermanos “vivíamos en una burbuja, sometidos y desinformados. Aparentábamos lo que no éramos”.

Pero el terror también lo vivían en casa, reveló, porque “al monstruo lo conocimos desde chicos, no es que fue un papá dulce y luego se convirtió. Vivimos muchos años conociendo el horror (…) Por eso es que nosotros también fuimos víctimas. Ser la hija de este genocida me puso muchas trabas”.

Después de asegurar que jamás justificó de ninguna manera los crímenes de su padre, Mariana D. explicó que ella y su familia se liberaron de Etchecolatz en 1984, cuando lo detuvieron por primera vez.

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