México, 21 Jun (Notimex).- Ríos desbordados, inundaciones, deslaves, pérdida de vivienda, comercios cerrados, árboles, postes y cables caídos por doquier, sin servicio de energía eléctrica ni teléfonos fijos o celulares, entre otros aspectos, son experiencias que han vivido miles de personas en el mundo a consecuencia de un huracán.
Ante ello es imperativo que la población se autoproteja y necesario que conozca más sobre estos fenómenos meteorológicos.
Autoridades federales con frecuencia difunden información acerca de la preparación y capacitación para el manejo de emergencias derivadas de estos sistemas, de medidas de mitigación, y de “hacer comprender que la autoprotección es la clave para salvar la vida y sus bienes más preciados”.
Ello significa atender los llamados que se hacen y, sobre todo, no exponerse a riesgos como inundaciones, oleaje, viento e inestabilidad de laderas.
El Centro Nacional para la Prevención de Desastres (Cenapred) destaca que un ciclón es un sistema atmosférico cuyo viento circula en dirección ciclónica, esto es, en el sentido contrario a las manecillas del reloj en el hemisferio norte, y de manera contraria en el hemisferio sur.
En latitudes templadas se les hace referencia como depresiones o ciclones extratropicales, y el término ciclón se utiliza sólo para los ciclones tropicales.
A estos últimos, en su etapa más intensa se les denomina de diferente manera según las regiones en donde ocurren: en el océano Atlántico, Golfo de México y Mar Caribe son conocidos como huracanes; mientras que en el Mar de Arabia y la Bahía de Bengala como ciclones.
En tanto, en el mar de China y la costa de Japón se les llama tifones; en el océano Índico, al este de Mauricio y Madagascar, ciclones; en el océano Pacífico del noreste y en el Pacífico Sur, al este de Australia y Samoa, huracanes, y en Filipinas, baguios.
Estos sistemas de tormenta requieren, al menos, dos componentes básicos: calor y humedad, por ello sólo se desarrollan en los trópicos, entre las latitudes cinco y 30 grados norte y sur, en las regiones y temporadas en que la temperatura del mar es superior a 26 grados centígrados.
Muchos de ellos son considerados como desastres naturales, capaces de causar graves daños a poblaciones costeras y ocasionar pérdidas humanas; sin embargo, proporcionan precipitaciones para gran parte de las tierras que cruzan.
La energía de los huracanes proviene del calor y la humedad que transfiere el océano al aire en los niveles bajos de la atmósfera; su movimiento resulta debido a que las tormentas están sumergidas en una región de aire en movimiento de mayor tamaño, conocida como “corriente conductora”.
La temporada de huracanes abarca del 15 de mayo al 30 de noviembre en el océano Pacífico y del 1 de junio al 30 de noviembre en el Atlántico, aunque esto no quiere decir que no se presenten fuera de temporada, incluso en meses como abril o enero.
Fases de los huracanes
El Cenapred menciona que la perturbación tropical es la etapa que los antecede y luego tienen diversas fases de acuerdo con la velocidad de sus vientos máximos sostenidos en superficie.
La primera es la depresión tropical, con vientos máximos sostenidos menores a 63 kilómetros por hora (km/h); luego se convierte en tormenta tropical, con vientos de entre 63 y 118 km/h, y por último en huracán, donde son mayores a 118 km/h.
Además, se emplea la escala Saffir-Simpson como una estimación del daño potencial por viento y marea de un huracán próximo, la cual abarca cinco categorías.
En la uno los vientos alcanzan entre 119 y 153 km/h y provocan afectaciones a casas, árboles, señalizaciones e inundaciones en carreteras.
En tanto, en la categoría dos, donde se presentan vientos entre 154 y 177 km/h, hay deterioro en las construcciones y las zonas costeras se pueden inundar de dos a cuatro horas antes de la llegada del centro del huracán.
Con vientos de entre 178 y 209 km/h, los huracanes alcanzan el nivel tres en la escala y provocan que el oleaje destruya estructuras pequeñas y perjudique las grandes.
Daños estructurales más extensos a construcciones, zonas costeras inundadas de tres a cinco horas antes de que llegue el centro del ciclón y una evacuación de hasta 10 kilómetros tierra adentro, son algunas de las situaciones provocadas en la categoría cuatro, con vientos de 210 a 249 km/h.
Por último, la cinco representa la categoría máxima, con vientos de más de 249 km/h, afectación total a techos de construcciones que estén hasta 500 metros de la costa, fallas en los suministros de energía, árboles arrancados, daños severos a viviendas.
Además, las zonas costeras pueden ser inundadas de tres a cinco horas antes de la llegada del centro del huracán y se requiere una evacuación mayor de áreas residenciales hasta 16 kilómetros tierra adentro.
La importancia y el peligro de los ciclones tropicales difiere entre tierra firme y superficie marina. Sobre los océanos las actividades humanas en riesgo son instalaciones petroleras, barcos y tráfico aéreo; en tierra se ven amenazadas las vidas y actividades humanas en ciudades, pueblos, industrias, carreteras y cultivos.
En las zonas costeras, los mayores impactos de un ciclón tropical que golpea tierra se deben a la marea de tormenta, el oleaje, vientos fuertes y lluvias intensas.
Los vientos son fuertes a partir de que alcanzan una velocidad de 63 km/h, lo cual es conocido como vientos con “fuerza de tormenta tropical”, ante lo cual se recomienda que todos los planes de evacuación y de aseguramiento de propiedades se hayan terminado antes de su llegada.
Los vientos con “fuerza de huracán” son aquellos con una velocidad mayor a 118 km/h, que pueden destruir construcciones débiles y voltear camiones.
A pesar de que los ciclones tropicales pueden causar muchos daños por efecto del viento, oleaje, lluvia y marea de tormenta, debido a la precipitación producida, es factible que las presas se llenen y los acuíferos se recarguen, facilitando con ello el suministro de agua para el consumo humano, la agricultura y la generación hidroeléctrica.
El conocimiento del desarrollo, movimiento y estructura básica de un ciclón tropical es importante para identificar las áreas donde es posible la ocurrencia de afectaciones; esta información puede ser utilizada con la finalidad de tomar las decisiones pertinentes para evitar la pérdida de vidas humanas y daños materiales.
Por ello, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), así como la Dirección General de Protección Civil y el Cenapred, ambos de la Coordinación General de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación, emiten y distribuyen textos con información.
El Sistema de Alerta Temprana de Ciclones Tropicales (SIAT-CT) es una metodología guía para que las autoridades de Protección Civil a escala federal determinen las fases de alerta por huracán en la República Mexicana.
La alerta azul se considera que el peligro es mínimo, y mientras permanezca en esta etapa se emiten boletines cada 24 horas; mientras que la verde se establece cuando el fenómeno se acerca a un área afectable en un tiempo de entre 72 y 24 horas, según su intensidad, y se difunden comunicados por lo menos cada 12 horas.
En tanto, la amarilla indica que el sistema afecta en una zona en un tiempo de entre 60 y 12 horas, se considera que el peligro es moderado y los avisos se publican cada seis horas; en la alerta naranja el huracán perjudica un área de entre 36 y seis horas, el peligro es alto y se informa cada tres horas.
La alerta roja indica que el fenómeno tropical afecta en un tiempo igual o menor a 18 horas, dependiendo de la intensidad del ciclón. Se considera un máximo de peligro y mientras permanezca en esta etapa se dan a conocer boletines con una frecuencia de por lo menos cada tres horas.
Durante la fase de alejamiento se colocan las alertas de manera contraria conforme pasa el peligro hasta que desaparece y se dan avisos con frecuencias más distanciadas.
De manera latente, autoridades de Protección Civil dan a conocer las medidas que debe acatar la población antes, durante y después que aparezca el fenómeno meteorológico.
Antes, se debe proteger ventanas, puertas, objetos que estén sueltos en techos de casas, tener un botiquín de primeros auxilios, desconectar aparatos eléctricos, guardar documentos importantes en un contenedor impermeable, juntar recipientes para almacenar agua, abastecerse de alimentos no perecederos y detectar refugios, entre otros.
Durante la presencia del huracán se sugiere permanecer en casa siempre y cuando sea seguro, abandonar el hogar cuando las autoridades así lo determinen y no cruzar arroyos ni corrientes de agua.
Después de que pasa el sistema es necesario asegurarse de que todos los integrantes de la familia estén bien, revisar las condiciones de las viviendas e informar a las autoridades si resultó dañada, desalojar el agua estancada para evitar plagas y mosquitos y extremar medidas de higiene en alimentos, entre otras.
La Conagua informó que en este año se prevén 16 ciclones tropicales con nombre para la cuenca del océano Pacífico Nororiental y 11 para la del Atlántico.
Los nombres establecidos en el Plan Operativo de Huracanes de la IV Región de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) para los huracanes del Pacífico son: Adrian, Beatriz, Calvin, Dora, Eugene, Fernanda, Greg, Hilary, Irwin, Jova, Kenneth, Lidia, Max, Norma, Otis y Pilar; mientras que para el océano Atlántico Norte, el Mar Caribe y el Golfo de México son: Arlene, Bret, Cindy, Don, Emily, Franklin, Gert, Harvey, Irma, José y Katia.
Para enfrentar estos fenómenos naturales es necesario llevar a cabo diversas acciones, como protegerse de sus efectos más importantes a través de la comunicación entre autoridades y población.
Además de exponer lo menos posible la vida de las personas asentadas cerca de costas, ríos y laderas, así como sus bienes, y si no es posible lo anterior, tener preparados refugios temporales en caso de presentarse situaciones de peligro.