diciembre 11, 2024
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junio 23, 2017 | 527 vistas

SEGUNDA PARTE

Rubén Jasso.-

La primera cita entre Correcaminos y Gallos Blancos tuvo lugar el domingo diez de mayo en un estadio Marte R. Gómez lleno a su máxima capacidad por miles de aficionados que veían cerca la posibilidad de que su equipo subiera a Primera División, mientras que muchos otros se amontonaban en instalaciones cercanas como el techo del gimnasio (Ahora llamado Manuel Raga Navarro), árboles y en cualquier lugar desde donde se pudiera observar el partido.

La cancha lodosa no permitía un buen despliegue de ninguno de los dos conjuntos aunque la obligación de ir al frente era de Correcaminos por estar en su casa, mientras que los queretanos dirigidos por Luis Alvarado mostraban calma y oficio para ir manejando el partido que sancionaba José Antonio Garza y Ochoa.

El marcador no se movió en la primera parte y fue en el complemento cuando el conjunto de la UAT tuvo la oportunidad dorada de irse al frente al marcarse un penal a su favor. Tobías se encargaría de cobrarlo pero José de Jesús Torruco atajaba para mantener invicto su marco, llegando el silbatazo final para decretarse el empate a cero.

Ese mismo día por la noche, Victoria y Querétaro, así como el medio futbolístico nacional recibían una terrible noticia: el autobús que trasladaba de regreso al equipo Gallos Blancos había sufrido un accidente entre Matehuala y El Huizache y los jugadores Gerardo Orona, Agustín Jiménez y René Montalvo perdían la vida aplastados por el mismo vehículo luego de dar varias volteretas.

Una veintena de heridos también era el resultado de ese accidente provocado aparentemente por el exceso de velocidad y la intensa lluvia que caía en ese momento. Había luto nacional y el segundo partido se suspendía por obvias razones.

Pasaron los días y finalmente la Federación Mexicana de Futbol puso fecha para el juego de vuelta en la Corregidora: sábado 20 de junio a las cuatro de la tarde.

Correcaminos había mostrado personalidad en la Liguilla y llegaba motivado a la vuelta aun y que había dejado escapar la posibilidad de tomar ventaja en la ida.

Por su parte, Querétaro se había levantado luego de la tragedia y también estaba dispuesto a cumplir su sueño.

El partido tomaría rumbo hasta la segunda mitad, ya pasada la media hora, cuando en gran jugada elaborada, Armando Serratos mandaba guardar el balón a la cabaña de Torruco para silenciar el Estadio Corregidora, sin embargo, antes del minuto 40 llegaría el empate.

Enrique Macario remató a puerta pero Santiago Sansininea alcanzó a desviar el esférico y cuando Javier Herrera se aprestaba a desviarlo a tiro de esquina o incluso a saque de banda, aparecería

Víctor Mañón para jalar grotescamente de la playera al “Kid”, sin que el central Edgardo Codesal o Arturo Brizo, quien era el abanderado por ese costado, marcaran la falta. Evidentemente había situaciones extrañas que parecían favorecer al conjunto queretano. Al final, se determinó que se jugaría un tercer partido en el estadio Azteca el martes 23 de junio a las cuatro de la tarde.

Correcaminos tenía una cita con la historia y mientras que miles de aficionados estaban presentes en el Estadio Azteca, a la distancia en la Capital tamaulipeca, miles más estaban a la expectativa siguiendo las incidencias de ese tercer partido frente al televisor, con una corazonada de que algo bueno sucedería.

Los goles no llegarían en el tiempo regular ni en la prórroga. 270 minutos se habían disputado en 43 días, dos anotaciones en tres partidos, tres vidas se habían perdido lamentablemente y malas decisiones arbitrales seguían manteniendo el empate a un gol.

Llegaban los penales y Correcaminos parecía más entero, más decidido y totalmente dispuesto a realizar su sueño. Sansininea hizo lo suyo y detuvo los remates de Ochoa y Violante. Por la UAT Treviño y Serratos anotaban, “El Pollo” fallaba, Garibaldi acertaba y Francisco Cervantes se encargaría de anotar el quinto y decisivo remate que significó el campeonato de Segunda División y al ascenso al máximo circuito para ese grupo de jugadores comprometidos con la meta que se habían trazado casi un año atrás bajo la batuta de Héctor Hugo Eugui, a quien todos le siguen manifestando su eterno agradecimiento por arroparlos y creer firmemente en ellos para lograr cosas grandes.

La hazaña se había concretado ese martes 23 de junio de 1987, y ya por la noche, en las calles de la tranquila Ciudad Victoria se veía un “hervidero” de gente en medio del bullicio total, pues esos humildes jugadores que mantuvieron siempre los pies en la tierra, brindaron a su afición el más grande regalo que ninguna otra generación de futbolistas de este equipo ha logrado repetir hasta la fecha: un campeonato y un ascenso deportivo logrado contra viento y marea, contra grandes intereses y sobre todo, con orgullo, valentía, y verdadero amor por la playera que defendían.

 

TEXTUALES

 

“Siempre cuando teníamos la oportunidad de reunirnos antes de los partidos importantes decíamos que habíamos que hacer algo que trascendiera, que íbamos a quedar para la historia y hoy nos damos cuenta que realmente así fue, seguimos estando vigentes ante la gente y se nos pone la carne de gallina al recordar todo esto”.

José Treviño, campeón en 1987

 

“La unión de grupo, las ganas de querer estar en Primera División, ya teníamos tiempo jugando en la Segunda y queríamos llegar a Primera División y se juntó un grupo de jugadores de varios equipos que sobresalían en sus equipos, se juntaron aquí, yo llegué en 1985, varios jugadores llegaron ese año y logramos el ascenso en 1987, en dos años, nos fuimos a un tercer partido contra Gallos de Querétaro, nos fuimos a penaltis y gracias a Dios ‘Pancho’ Cervantes metió el gol del triunfo, Sansininea paró dos penaltis y logramos el ascenso a Primera División”.

Javier “Kid” Herrera, campeón en 1987

 

“La clave (del ascenso) fue el convencimiento que teníamos de lo que queríamos, el buen trabajo que hace Héctor Eugui, se va Eugui y llega Diego Malta pero perduran esas bases, entonces jugábamos a ojos cerrados.

Es algo muy bonito (el penal del triunfo), hasta el día de hoy que te recuerden por eso… la verdad es que me siento muy contento, muy agradecido con Dios, con la gente, agradecido con mis padres, mis hermanos, mis hijos, mi esposa y (Ciudad) Victoria me ha dado todo lo que soy”.

Francisco Cervantes, campeón en 1987

 

“Cómo olvidar grandes recuerdos que pasamos todos juntos, dándole a Tamaulipas y Ciudad Victoria la satisfacción de trascender en el tiempo, en su historia futbolística. Gracias a la afición por su apoyo incondicional para estos guerreros, que sin su aliento no hubiéramos logrado tan mencionado éxito, la satisfacción del haber cumplido”.

Agustín “Pánuco” Gómez, campeón en 1987

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