diciembre 11, 2024
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julio 3, 2017 | 1243 vistas

Shalma Castillo.-

Cd. Victoria, Tam.- Personaje legendario en la perla tamaulipeca, que por más de tres décadas ha sacado sonrisas a miles de niños, jóvenes, adultos y hasta a los abuelitos…

Lo que más le apasiona en esta vida, es ver felices a los demás, y aunque él tenga un día gris, “la función debe continuar”…

Inspirado en dos de los grandes del medio humorístico, “Cepillín” y “Pipo”, que aunque no le fue fácil, también logró ser un payaso famoso “Raymundín”.

Detrás de ese maquillaje de una enorme sonrisa, nariz de bola roja y un jumper colorido, está quien le da vida al payaso más famoso de la Capital, Raymundo Saldaña Caso.

Entre risas, lágrimas y recuerdos, nos cuenta un poco de su vida personal y de Raymundín.

“Mi ombligo está en Monterrey, pero mi corazón en Victoria, soy admirador número uno del payaso Pipo y Cepillín, cuando era chico y tenía oportunidad iba al programa de ellos, hacía una fila desde las seis de la mañana para entrar al mediodía a verlos”, platica.

Desde ahí fue cuando le nace el interés de ser payaso, cuenta que en una ocasión le tocaba participar con el payaso Pipo en un concurso de silbidos, y quien mejor entonara una melodía ganaba una bicicleta.

Por supuesto que fue Raymundo quien mejor entonaba la canción “Los Huaraches”, (mientras contaba, la silbaba) y que además le compuso una rima al entonces gobernador de Nuevo León, y era lo que a la gente le sorprendía.

Después de ahí, Raymundo decide partir de Monterrey para lograr el sueño de ser artista.

“Me fui en un tren carguero a muchas partes de la República, ya que mi mayor ilusión era ser artista”, expresa.

Su primera parada fue en la Ciudad de México, donde dormía debajo de los puentes, y cuando se dirigía a la televisora San Ángel, había muchos guardias afuera que no lo dejaban pasar porque andaba mal vestido; “yo les decía quiero ser artista, pero me ignoraban”.

Sin embargo Raymundo tenía ese deseo de ser un artista famoso y no iba parar hasta que lo consiguiera.

“No se me hizo en la Ciudad de México, por lo que después anduve en Matamoros, Reynosa, hasta llegar a Victoria, en donde mi primer casa fue la estación del ferrocarril, la segunda donde está el estadio, abajo de los trofeos”, expresa.

Cuenta que llegaban los señores que ahí laboraban y calentaban su lonche en una lata de aluminio, “me decían el morro y almorzaba con ellos, por las noches le ayudaba a Cruz Valadez a limpiar su carretón y me daba de cenar”.

Tiempo después fue ayudante de plomero, albañil y músico, donde por primera vez tuvo la oportunidad de hablar por micrófono, que era lo que él quería para poder enseñarse hablar.

Cuando decide dejar de ser músico, estuvo de albañil y dice que en las horas de comida se reunía con sus compañeros de obra y él les contaba uno o dos chistes, y los demás contaban tres…

“Yo apuntaba los chistes que ellos contaban, si eran rojos yo los volvía a blancos, porque quería ser payaso, no comediante”, enfatiza.

Comenzaba a asistir a las fiestas de sus compañeros albañiles, hasta que “El Tío Nacho”, un famoso locutor de radio y televisión en aquel entonces, dio con Raymundo.

“Me decía que había una audición de payasos en Tampico, a la que fuimos Saltarín, Estrellita y Raymundín, me acuerdo que para poder…”, (en ese momento se le quiebra la voz, se queda callado por unos segundos y se le salen las lágrimas).

Recuerda que para poder lograr lo que tanto anhelaba, ya que sería la primera oportunidad de estar en televisión, tuvo que viajar en tren carguero y llegaba a la una de la mañana a Tampico.

“En la estación habían unas manguerotas, ahí llegaba y agarraba agua para limpiarme”, menciona.

Cuando llegaba a la televisora durante la audición le daban siete minutos, los más importantes para él, ya que de la forma en que se desenvolvía dependía para lograr el trabajo.

Durante cierto tiempo tenía que ir cada 15 días a esas audiciones, y sus compañeros albañiles le daban la oportunidad de faltar al trabajo, y después de que se dieran cuenta de la situación de Raymundín, se solidarizaban con él y se cooperaban de 50 centavos para el pasaje de autobús.

“Los albañiles de aquel tiempo de la Sección XX me hicieron un gran favor al apoyarme con esto”, expresa.

El programa se dio, y quedaron Frijolín y Raymundín, sin embargo para poder empezar a trabajar le pedían una serie de requisitos con los que no contaba.

“Me dijeron que necesitaba mi acta de nacimiento, cartilla liberada, los últimos estudios, pero yo no tenía nada de eso y sólo había estado hasta tercero de primaria”, menciona.

Recuerda que el gerente se había enfadado, “decía, Raymundín, pero cómo te pones hacer una audición si no tienes lo más importante, y yo con justa razón le decía que si no se daba la oportunidad de ser artista, ni modo”.

Dice que al siguiente día lo buscan y le dicen que sabían que era de gran valor y las ganas que tenía de salir adelante, por lo que lo terminaron apoyando para que siguiera sus estudios y le sacaron los papeles.

Tiempo después fue a una audición a Brownsville, Texas, y Raymundín estaba soñado; “yo en Estados Unidos, era muy bonito para mí”.

Al regresar comenzaron a trabajar con el programa “Esquís Sábados Sabor y Sorpresa, en donde fueron muchos artistas invitados, como Capulina, el Circo Atayde, Gloria Trevi, entre otros.

También le tocó estar en Canal 13 de Televisa, después en Súper Sábados de Multimedios, de ahí en Canal 10, hasta tres años en la ORT y actualmente los lunes en Puro Grupero junto con Pablo Escobedo por Televisa.

Aunque antes de todo esto, también trabajaba en el “Circo de Jorge Atayde”, no como payaso, sino como “apache”, es decir era de los que levantaban las carpas.

Ahí fue cuando le tocaba conocer más de cerca la verdadera vida de un payaso, “yo siempre veía a los payasos, sin pintura y que tenían problemas, antes de salir al escenario se persignaban y decían ‘la función debe continuar’”.

Al cuestionarle de cómo un payaso tenía que sonreír frente a todos y también hacerlos reír, pese a que tuviera un mundo de problemas o un día triste, Raymundo nos platica la historia de su madre.

“Mi madre no vivía conmigo, ella estaba en Monterrey, cuando me fue bien económicamente decidí buscarla por varios meses, al no encontrarla acudí al programa del Tío Gamboín, en donde anunciaron ‘Atención, el joven Raymundo Saldaña Caso anda buscando a su madre Consuelo Caso Espinoza y a sus hermanos Sonia y José Luis, así fue como di con ellos…

…vi a mi madre en un restaurantito, cada viernes yo iba y le hacía plática, el tercer viernes le dije que si conocía a Raymundo Saldaña, y me dice que sí, que era su hijo y que si yo lo conocía…

…le dije, sí, es amigo mío y que estaba afuera esperando, sale para verlo y le dije, señora, yo soy, nos abrazamos y lloramos como 40 minutos de la emoción, le dije que se viniera conmigo a Victoria, no quiso, hasta que años después la convencí y estuvo viviendo sus últimos años conmigo”.

Plática que el día que fallece su mamá, fue muy duro para él, y ese mismo día tenía un evento.

“Que me encomiendo a Dios y la señora del evento que me dice ‘supe lo de su mamá Raymundín, no hay ningún problema si quiere suspender, adelante’, le dije los payasos somos así y la función debe continuar, puse mi mente en blanco y al finalizar mí show que me subo al carro y empiezo a sacar lo que tenía”, (expresa, con cierta tristeza en su rostro).

Pero dice que él sigue haciendo lo que más le gusta, porque el ser payaso lo reanima, le quita el estrés y se siente niño otra vez.

Su creatividad para crear chistes y bromas, dice que se inspira en su familia, en las cosas que dicen y de ahí él inventa los diálogos.

La imagen de Raymundín está basada en la cara de Cepillín, con la diferencia que Cepillín se pinta la “naricita” y la sonrisa es hasta la patilla, y Raymundín usa nariz de bola y se maquilla solamente alrededor de los labios, pero ambos usan el color rojo y blanco.

“Uno sí invierte en maquillaje, no más que ustedes las mujeres”, (se ríe la reportera y él), pero dice que vale la pena.

Comparte que se siente contento, al ver que provoca risas en los demás, y que aunque algunos le han dicho que son los mismos chistes, pero aún y eso, como quiera se ríen.

Por último hizo una recomendación para todos sus compañeros payasitos.

“La imagen del payasito la debemos llevar en el corazón, acuérdense que un comediante es el comediante y el payaso es el payaso, debe ser blanco, nunca rojo, y cuando hagan un chiste rojo no lo digan delante de los niños, siempre respeten a los niños, no hay que romper la imagen del payasito”, concluye.

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