Francisco Ramos Aguirre.-
Cronista de Victoria
Sin dejar de reconocer los informes administrativos de José de Escandón, José Tienda de Cuervo y Félix María Calleja, para la mayoría de los historiadores de la época colonial, el primer cronista regional de la Provincia del Nuevo Santander, hoy Tamaulipas, fue el profesor y soldado José Hermenegildo Sánchez García, originario de Linares del Nuevo Reyno de León, pero radicado en la población de Real de Borbón, hoy Villagrán. Prolífico en la vida reproductiva –procreó trece hijos con María Feliciana Hernández– también sobresalió en la actividad escritural. Su obra: Crónica del Nuevo Santander, es un espléndido prolegómeno y referente para conocer de primera mano los pormenores acerca de la vida cotidiana, milicia, personajes, música, gastronomía, grupos indígenas, bebidas, herbolaria, leyendas, bailes, convites y mitotes en aquella época. Además, aporta numerosos detalles sobre los elementos geográficos de este territorio.
Hombre letrado, acucioso en sus observaciones y conocedor de los terrenos septentrionales por donde él mismo transitaba con otros milicianos en persecución de indios; don Hermenegildo utiliza en su manuscrito una narrativa amena y abundantes versificaciones de ensaladillas, equivalente literario del actual corrido. Sus aventuras, nos conducen hacia el conocimiento detallado de la riqueza cultural de aquellos escenarios. García habla con soltura y hace crónica, acerca de las principales villas y áreas territoriales de influencia, habitadas temporalmente por el célebre escribano, por ejemplo: San Carlos, Santo Domingo de Hoyos, Croix, Cruillas, Revilla, Padilla, Santa María de Aguayo y otros lugares.
El caso que nos ocupa es por supuesto, esta última población, fundada el seis de octubre de 1750 por José de Escandón, aunque, –ya vas a empezar, diría mi abuelita, el historiador Octavio Herrera, recientemente localizó el documento de fundación y protesta donde menciona que esto sucedió el día siguiente, es decir el siete, que no suena mal por aquello de domingo siete. De cualquier manera, el período conmemorativo fundacional de Victoria, podría ser del 5-7 de octubre. Vale aclarar que efectivamente Sánchez García no fue cronista oficial de esta Villa –actualmente Ciudad Victoria–, porque en esa época no existía dicha figura dentro de la administración. Sin embargo, a través de sus escritos, hace algunas referencias, aunque no abundantes acerca de este lugar, las cuales se convierten en importantes aportaciones que contribuyen a estudios más detallados por los historiadores.
Bajo estas circunstancias, a finales del siglo XVIII, Don Hermenegildo deja testimonio de algunas noticias relacionadas con hechos de años anteriores en la Villa de Santa María de Aguayo. Se trata de encuentros con indios insumisos que usaban huaraches de piel de venado y se oponían a la presencia de los colonizadores. A fin de protegerse de los colonizadores, los pizones y janambres, se ocultaban en la Sierra Madre, cerca del Sihue, que a decir de Hermenegildo ese vocablo significa oveja: “Esos indios siempre estuvieron pertinentes; dieron es cierto la paz también y se pudieron por ahí a las inmediaciones de la Villa de Aguayo; poco duraron en ella pues habiendo levantado ahí, donde estaba algún maíz, en cuanto se les antojó irse dieron todo el juego quemando sus jacalillos con maíz, gallinas, guajolotes y todo cuanto tenían y se fueron amanecer a la sierra…”
Estos productos alimenticios, además de la carne y lácteos obtenidos de los animales domésticos o silvestres de los cuales también nos habla el cronista, formaban parte de la dieta básica de los noeosantanderinos. Además, la población de familias que no era muy numerosa, tenía acceso a leche y carne que se obtenía del ganado mayor y menor. Es decir, de cabras, ovejas y vacas. La lectura del libro de Sánchez García, publicado por el Instituto de Investigaciones Históricas de la UAT (1977) no tiene desperdicio. Primero porque nos ayuda a estudiar y entender la historia de la fundación y desarrollo de la Villa de Aguayo, actualmente Ciudad Victoria; y segundo porque es un documento de enorme valor, porque como ya mencionamos, su autor es el primer cronista del remoto pasado de nuestra capital.
Otra de las riquezas de su manuscritos, son los primeros apuntes sobre el movimiento armado de independencia iniciado por Miguel Hidalgo. Leal a las fuerzas realistas, por órdenes del gobernador Manuel Iturbe e Iraeta, don Hermenegildo fue promovido desde San Carlos a hacia la zona de guerra, es decir a la Villa de Aguayo, lugar donde: “…nos tiraban de la parte contraria y en ellas unidas pedernales de hierro; no hubo ni herido ni lastimado ninguno, ni de una ni de otra parte, habiendo estado toda la noche en una gran pelotería unos y otros.” De Aguayo, salieron las tropas hacia Jaumave, Palmillas y Tula, donde se batieron con los insurgentes acaudillados por el comandante Lego Villería. En esas anduvo nuestro cronista cerca de tres años, hasta retornar nuevamente a la Villa de Aguayo, donde estaba el cuartel general.
Por todo esto y otros datos, mucho debemos a don Hermenegildo por sus aportaciones a la crónica y la historia del pasado tamaulipeco. Como buen descendiente de españoles, a la manera de Bernal Díaz del Castillo, este hombre cultivó la crónica de manera inteligente en territorio septentrional. Me parece que la mejor manera de rendirle un reconocimiento es leerlo, analizarlo y difundir su obra, la cual verdaderamente es un banquete. En cada mirada que echemos a sus páginas, descubriremos nuevas vetas que despiertan el interés por su lectura. Finalmente entre sus aportaciones destaca también, un manuscrito sobre la herbolaria o medicina tradicional, del cual hablaremos en otra oportunidad. (Lectura recomendada: Crónica del Nuevo Santander/Hermenegildo Sánchez/UAT/1977)