marzo 28, 2024
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septiembre 20, 2017 | 151 vistas

Mauricio Zapata / Enviado.-

Ciudad de México.- Es la calle División del Norte. Es la colonia Roma, por ahí caminan, casi trotan unos 80 jóvenes.

Traen casco, cubre bocas, palas, picos y cubetas. Su rostro denota preocupación y se ve reflejado ahí las casi 24 horas continuas de trabajo sin descanso.

Se dirigen a la cuadra conformada por las calles Quintana Roo y Monclova. Es una cuadra en donde hay dos edificios a punto de colapsar.

Cuando llegan el líder de la cuadrilla levanta el puño izquierdo, que significa silencio y todo ruido se apagó. Enseguida, unos 40 segundos después lo baja y se comienzan a organizar con elementos del Ejército Mexicano y Protección Civil. Ya eran más de doscientas personas en el lugar.

Ahí todos se llaman «compañero» y nadie reniega, todos unidos comienzan a pasar, de mano en mano cajas de cartón, bolsas con comida para ellos mismos y herramientas.

«Necesito dos voluntarios con palas y alicatas…» dos levantan la mano y se arrimaron.

No hay víctimas y la zona está evacuada. Pero está el riesgo de un colapso.

La gente es entusiasta y ayuda… «somos mexicanos y nos necesitamos», dijo un joven de barba, bermudas y tenis; cubre bocas y casco de bicicleta que dijo llevar 22 horas trabajando en varias colonias.

Eso es en la Roma, pero en el sur, en la zona de Coapa, estaba la atención de muchos. Las labores de rescate en la escuela Enrique Rébsamen continúan porque aún hay 30 personas, niños atrapados.

Ahí se respira miedo, incertidumbre, tristeza y mucha preocupación.

La gente lleva tortas, tamales, atole, café, pan, sándwiches para que coman los brigadistas, los soldados, los policías, los paramédicos, los socorristas.

«¿Gustas una torta, compañero?» Le dicen a un voluntario. La tomó y de tres bocados se la terminó y luego continuó con su trabajo.

Un día después de la pesadilla, la Ciudad de México comienza a tomar su rutina, pero el miedo persiste y cada movimiento que se siente, revive el mal sueño. Cada petición de silencio, mueve las entrañas.

En la Ciudad de México sobran ganas, sobra unidad, sobran manos, sobra la solidaridad de la gente, pero también sobra el miedo.

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