Las universidades y la confianza ciudadana
Héctor F. Saldívar Garza.-
En la emisión anterior citábamos que de acuerdo a mi punto de vista, en estos tiempos que llevamos de aplicación del modelo neoliberal, una de las instituciones a las que exige la sociedad superarse es a las universidades. Muchas ocasiones, el planteamiento que realiza para manifestarlo es de una manera no denunciativa pero sumamente clara, al mostrar en lo general un aprecio leve a los egresados, los cuales al ser aceptados tienen que conformarse con salarios indignos que no facilitan a la educación cumplir con su función de ser promotora de su ascenso en la pirámide social.
En estudio reciente correspondiente al mes de junio del presente año, se afirma que el salario promedio de un profesionista es de once mil 282.00. Esto considerándolo en lo general, pero si nos concentramos en los egresados recientes, la variación es amplia y a la baja. Además, según datos de INEGI, en cuanto a la informalidad en el empleo, 20.6 por ciento de quienes en ella laboran cuentan con altos grados de estudio y, por supuesto, no gozan de prestaciones; devengando un salario indefinido, pero que regularmente es insuficiente para cubrir las necesidades básicas de una familia.
Por lo consiguiente, se presume que una razón primordial por la que los salarios que obtienen los profesionistas en estos tiempos son exiguos, es como consecuencia de que no reúnen las exigencias de los oferentes de empleo.
Simplemente en el asunto del manejo de idiomas, existen instituciones que desde lustros pasados estuvieron incorporando casi exclusivamente alumnos que provenían de escuelas bilingües o con altos promedios donde regularmente venía incluida la lengua extranjera.
En cuanto al asunto de la empleabilidad, debemos aceptar que no todas las instituciones educativas se encuentran en un mismo grado de reconocimiento ante la opinión pública. De acuerdo con un estudio de la consultora inglesa QS Quacqarelli Symonds Limited, respecto a las más aceptadas a nivel Latinoamericano, por parte de México tenemos al Tecnológico de Monterrey, a la UNAM y al Instituto Politécnico Nacional. Por lo que sus egresados muy probablemente cuentan con mayor opción de que les asignen salarios más altos.
Otro aspecto en lo que las instituciones formadoras de profesionistas como las universidades requieren eficientarse a paso más ágil, es en la formación integral; concretamente con respecto a los valores existe un déficit considerable, ya que no es común, por ejemplo, que a los estudiantes se les apliquen reglamentos enérgicos por la práctica de acciones indebidas como plagiar trabajos en internet, copiar en los exámenes, mentir a los profesores en cuanto a la realización de alguna tarea que se les encarga, entre otras cuestiones. Y esto, si lo contrastamos con las exigencias de universidades de las consideradas de excelencia, un alto porcentaje de las instituciones comunes, quedaría muy mal ubicado.
México, hablando en términos generales, de acuerdo con la revista Expansión ocupa el muy lamentable último lugar en corrupción entre los 35 países de la OCDE y el lugar 123 de 176 naciones evaluadas. Esto lo logró con 30 puntos en una escala donde cien es la mínima corrupción. Por lo que de no fijarse objetivos concretos para erradicarla en las nuevas generaciones, el escenario pronto podrá resultar caótico.
Un aspecto más que requiere mención especial en la operatividad de las universidades es lo relativo al fenómeno de la transparencia y rendición de cuentas, lo cual es importante realizarlo sin esperar que del exterior se les obligue. Necesitan proponerse ganar la confianza de la ciudadanía, la cual ya se encuentra en los límites de la incredulidad y a las referidas, les corresponde asumir ese compromiso.
Para la realización de proyectos de este tipo, se requiere la comunión de múltiples organismos y dependencias sociales como los medios de difusión, entre otros. Pero definitivamente no debemos continuar así, por lo que si no se observa que las autoridades políticas se interesen en ello, las universidades podrían abocarse a esta actividad; ya que en lo relacionado con la función de extensión, que es básica en su operatividad, puede fácilmente incluirse.
Otro punto importante que bien podría corregirse en las universidades, es aprovechar la existencia un su seno de las escuelas de ciencias de la educación, para formar docentes que sean realmente transformadores de la sociedad. Es evidente que cada vez más se recrudece la polarización existente en el país, entre las clase sociales; y sabemos por experiencia que mediante la educación es factible elevar los niveles de las personas para que su apreciación de la realidad sea adecuada para los fines de una mayor equidad.
En el caso de la UAT, de no poder lograrse esto a corto plazo, igualmente la nueva rectoría podría desarrollar un proyecto asesorándose con expertos, para preparar un equipo de docentes que se encargasen de multiplicar contenidos que puedan finalmente impactar en el propósito señalado.
Algo más que correspondería realizar, es que nuestra institución realizase un ejercicio de análisis a fondo sobre su proceder al respecto, y en todo, en lo general. El punto básico es que no se continúe por el derrotero de aquellas que solo intentan cumplir con formar los profesionistas que requiere la sociedad, ya que el ambiente actual exige cambiar, y justamente hacia lo esencial para alcanzar objetivos de mayor significancia.
Tengamos presente que los estudiantes es lo fundamental de una sociedad y en las universidades, como es el eslabón final de la cadena de su desarrollo formativo, todo aquello de lo que adolezca en su integralidad debemos incorporárselos. Comprendido está, que su nivel cognoscitivo, afectivo y psicomotriz de acceso a la institución no fue responsabilidad nuestra, pero si está en nuestra mente y corazón forjar profesionistas de avanzada, no veo otro camino que revisar con detenimiento sus condiciones iniciales y formarlos como corresponde para que la universidad sea verdaderamente trascendental en sus vidas.
El encuentro que sostendrán nuestros egresados con el campo laboral y su vida en lo general no será fácilmente accesible, por lo que la rigidez y fortaleza que manejemos en su formación no debe ser frágil en ninguno de sus flancos.