abril 18, 2024
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octubre 10, 2017 | 130 vistas

Con su ultima cinta “¡Madre!”, parece que el polémico cineasta norteamericano, Darren Aronofsky se volvió completamente loco. Parece como si se hubiera bebido de golpe un galón de ácido, con la notable influencia de un gran director como el italiano Federico Fellini, para filmar su última producción cinematográfica en Hollywood, que es una extraña cinta que juega y mezcla géneros, ya que lo mismo puede ser un drama con terror y horror sobrenatural, que hasta una comedia sobre invitados indeseables.

En el fondo en esta singular película también escrita por él, existe una historia sobre una pareja disfuncional, la de un hombre maduro que tiene una exasperante sordera a las súplicas de su joven mujer, y una mujer que por amor soporta todo de un hombre para quien, evidentemente, ella no es su prioridad.

En la trama, una pareja, mamá y papá (Jennifer Lawrence y Javier Bardem), carentes de nombre, llegan a una casa en la pradera paradisíaca, perfecta para los propósitos del hombre, quien es un escritor y poeta con un serio problema de bloqueo creativo. Él viene saliendo de una fuerte crisis, pues la casa de su propiedad, anteriormente se había quemado y juntos se esmeran en reconstruirla. Hasta que aparecen unos invitados indeseados (Ed Harris y Michelle Pfeiffer) haciendo que la vida en la casa se transforme en un verdadero infierno.

La crítica está muy polarizada. Para algunos la nueva cinta de Aronofsky es una obra maestra, para otros es una verdadera porquería. Los números en la taquilla mundial no hablan bien de la popularidad de la película. Como un gran ejemplo, en el sitio Rottentomatoes.com tiene un 67 por ciento por los críticos y un 47 por ciento en la calificación de la audiencia. En el papel, por decirlo de alguna manera “Mother!” de Aronofsky, lleva todas las de perder. Igualmente uno se siente dividido, pero más inclinado a una cinta de suspenso y terror algo fallida por sus inquietantes planteamientos de fondo.

Porque la tensa atmósfera en “¡Madre!” está insoportablemente crispada de manera permanente. Primero, por la incomodidad que ocasionan personas que, evidentemente no son bienvenidas, pero que, por alguna inexplicable razón que pudo haber recibido la bendición de por ejemplo un director como el español Luis Buñuel, terminan por quedarse. Aunque después, Lawrence entra en un frenesí demencial cuando más personas llegan a su paraíso e ingresan como cucarachas por las más mínimas aberturas.

Ella se encuentra atrapada en una pesadilla en la que no puede obtener paz, pese a que se encierra en el más recóndito reducto de su mansión, haciendo acopio de paciencia. Hay inquietantes incidentes que apuntan hacia un desorden arquitectónico generado por unas fuerzas malignas que han tomado posesión de las paredes, los pisos, los muebles. O tal vez, la mujer solamente entra en una crisis de ansiedad por la indiferencia de su marido, que protege a los arribistas y los defiende, aunque ella esté en peligro mortal.

El tipo no se da cuenta de que su pareja está a punto de arrojarse por la ventana, debido a que no puede encontrar la tranquilidad en sus dominios. La primera parte resulta fabulosa porque esta llena de intriga y misterio, la segunda parte esta cargada de culpa, una alegoría simple de las atrocidades del ser humano con respecto a todo aquello que es sacro.

Por lo que se sabe después, la casa fue reconstruida luego de un incendio. Es en ese contexto, cuando la pareja interpretada por Ed Harris y Michelle Pfeiffer irrumpe de una manera irresponsable y perturba la paz que a ella le ha costado mucho trabajo construir. Pero a él no parece importarle, al contrario, está dispuesto a abrirle la puerta a todo el que lo necesite.

Con el paso del tiempo los intrusos complican las cosas, pero desaparecen al final del primer acto. Luego, vendrán otros, muchos más intrusivos y violentos. Hasta aquí, de acuerdo a lo que se puede revelar de la trama, parece mucho, pero en realidad no es nada. Y es que la historia posee una sucesión de eventos inesperados e inverosímiles que sorprenden a la audiencia a cada momento, ya sea en manera negativa o en positiva.

Mi ocho de calificación a este filme que tiene un largo desenlace, que rompe con el tono inicial, como si nos presentara el inicio de otra película. Los espíritus que posiblemente habitan la casa se han ido para dar paso a una fiesta rave descontrolada, en la que un satánico ritual vudú le hace guiños a Roman Polanski y a su clásica película de thriller psicológico “El Bebé de Rosemary” (1969).

Aronfsky parece que extravía su brújula cuando entran a escena fuerzas del orden, como grotescos personajes que parchan sus huecos narrativos. Fatalmente, en vez de compasión, la cámara encimosa sobre el rostro de la señora de la casa provoca algo de risa, pues ella se mueve tambaleante y descontrolada, en medio de un perfecto caos apocalíptico en el que, como un absurdo, no puede encontrar la puerta de salida.

Inocente y angelical, Lawrence es como una bella Virgen María, que flota sobre un mundo lleno de pecado y suciedad, mientras los paganos levantan los brazos y quieren manosearla para tomar una parte de su virtud. El final, que se revela en una catarsis descabellada, no mueve al horror ni al terror, como pudo haber pretendido el realizador, si no a cuestionar su tino creativo.

Es difícil entender que quien hizo esta película tan desconcertante pero a la vez interesante, tanto en su forma como en su fondo, sea el mismo que presentó en su momento llamativas joyas cinematográficas como “El Luchador” (2008), “El Cisne Negro” (2010), “Réquiem Por un Sueño” (2000), “Noe” (2014), “La Fuente de La Vida” (2006) y “Pi: El Orden del Caos” (1997).

Esta es una cinta muy incómoda, que no está dirigida a todos los paladares. Cae en varios clichés con una visión muy personal de la naturaleza, muy reduccionista sobre el creador del universo. Por otro lado, estamos también frente a una alegoría del proceso creativo, de la fama y el éxito. Sí, es verdad que la cinta posee emplazamientos geniales de cámara; sí, y grandes actuaciones, así como una buena fotografía y edición, pero el mensaje final de la historia con todo y que tiene algunos simbolismos interesantes, es para mi gusto bastante pobre, oscilando entre el narcisismo y la superioridad moral.

 

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