diciembre 12, 2024
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octubre 24, 2017 | 283 vistas

Francisco Ramos Aguirre.-

Cronista de Victoria

Uno de los primeros lugares de hospedaje, documentado en Ciudad Victoria, es el Mesón de San Ignacio, probablemente ubicado en el primer cuadro de la localidad, cerca de la Plaza de Armas.

En 1878, de acuerdo a las instrucciones del gobernador y general Juan Gójon, dicho inmueble fue habilitado como escuela primaria. Vale mencionar que desde mediados del siglo XIX, existía en San Luis Potosí, otro mesón con el mismo nombre, donde en julio de 1871 estuvo preso el zacatecano Trinidad García de la Cadena, por oponerse al gobierno de Benito Juárez.

A finales de la mencionada centuria, prácticamente el comercio y desarrollo económico de la capital tamaulipeca, estaba en manos de la segunda oleada de españoles que pisaron estas tierras. Por ejemplo los almacenes: Las Novedades y El Puerto de Santander, eran propiedad de Pablo y Casimiro Lavín, quienes en la década de los treinta o cuarenta, después de navegar en mares del Atlántico, entraron a la entidad por el puerto de Tampico. A este grupo de empresarios de origen peninsular, pertenecía Domingo Fuentes, dueño de una de las primeras panaderías, ubicada en el primer cuadro de la capital.

Otro personaje involucrado en el comercio, quien decidió construir su futuro en Victoria, era Manuel Bustamante, de origen asturiano, buen católico y asistente a misa diaria. En 1848 lo encontramos en Ciudad Victoria, junto con sus probables hermanos o parientes: Antonio y Pedro, de los cuales ignoramos su paradero.

En 1883, era propietario de las tiendas: La Sorpresa y La América, ubicadas al sur de la Plaza de Armas. Vendía artículos personales, adornos para el hogar y accesorios de importación, propios de la mujer, lo cual refleja los buenos gustos de la alta sociedad victorense en aquellos años del porfiriato: «Casimires, cobertores, jorongos, mantas, frazadas, sombreros para damas, abanicos de marfil, botines para señoritas, perfumería, polvos y demás artículos de lujo.»

En esa época, era común que después de operar algunos meses o años, los comerciantes cerraban sus establecimientos o cambiaban de giro mercantil. Suponemos que Bustamante cerró o traspasó la tienda, porque en 1896, el asturiano abrió  en el mismo lugar, el Café del Comercio. Tiempo después, agregó una cantina que tenía fama de ser de las mejores en la ciudad.

Finalmente, transformó el espacio en Hotel del Comercio, ubicado en la esquina de la calle Hidalgo y 9, al suroeste de la Plaza de Armas, a unos pasos de la estación del un tranvía de tracción animal y de la terminal de las Diligencias. «El más céntrico de la Ciudad. Magníficas piezas bien ventiladas y amuebladas.» De acuerdo al registro de predios rústicos y urbanos de 1900, el conjunto comercial, abarcaba cuatrocientos metros cuadrados; precisamente donde se encontraba: La Nueva Primavera.

Para promocionar ese lugar de hospedaje, Bustamante insertó un atractivo anuncio que apareció varias semanas en el periódico: El Progresista, dirigido por el vate Juan B. Tijerina: «…vinos franceses y españoles legítimos de marca, vino tinto, cerveza helada, mantequillas, quesos, jamón, salchichones. Se preparan sandwiches y se hacen todo tipo de confecciones al gusto del consumidor. Se expenden también: hielo, helados y toda clase de refrescos, aperitivos, picón y bitters. Encontraran igualmente a todas horas los abonados, una magnífica y variada repostería.»

Quiso el destino que a principios de ese mismo año, la desgracia entrara al hogar del matrimonio formado por los primos hermanos: Manuel Bustamante Escandón y Sofía Rodríguez Escandón. Cierto día, tuvo la ocurrencia de enviar a sus hijos a un pequeño predio campestre, ubicado al oriente de la ciudad. Entrada la tarde, el sirviente que los acompañaba, preparó una gran lumbrada donde se dispuso asar unos elotes, recién cortados de la milpa.

Después de desgranar con gusto varias mazorcas de maíz, decidieron regresar a su residencia. En el camino, María, una de las hermanas más pequeñas, encontró a la orilla un elote tirado.  Entusiasmada, le dijo al sirviente que regresaría a calentarlo en la fogata.

Para su mala fortuna, al momento de acercarse a la fogata, las llamaradas alcanzaron la tela de su vestido largo y rápidamente se extendieron por todo su cuerpo. Asustada, corrió entre el monte, lo cual aceleró su muerte. Dicha tragedia, se convirtió en noticia nacional: «El fuego le causó horribles quemaduras, y a los pocos momentos murió en medio de crueles dolores.» (El Tiempo/ México, D.F., /Enero 15 de 1896).

 

Habitualmente, Escandón fumaba puros importados de Cuba, que le enviaban de la Tabaquería El Siboney, establecida en la capital del país. Era un hombre de temperamento tranquilo, modesto, culto, aficionado a las buenas lecturas y bellas artes. Una vez despejadas las brumas del sufrimiento; lejos de aminorarse, permaneció fiel a sus  inquietudes de empresario hotelero.

La novedosa publicidad del Hotel del Comercio aparecía en los  periódicos El Progresista y El Tamaulipeco, donde su propietario dejaba fluir con sencillez su vena poética que seguramente deslumbró los viajeros: «Si queréis tener buen tino y apreciáis nuestro regalo, id al hotel que os señalo y no extraviaréis el camino. Ahí tendréis trato fino, mesa rica y abundante y diréis a cada instante, a la verdad siempre fieles; es la flor de los hoteles, el hotel de Bustamante.»

El matrimonio Bustamante-Rodríguez, de inmensa prosapia y notoriedad victorense, procreó cinco hijos: Luis, médico egresado de la UNAM, quien murió de fiebre tifoidea a su retornó a Ciudad Victoria; Manuel estudió en la capital del país, donde integró una familia; Josefa, contrajo matrimonio con José Sierra Collado; Sofía, estuvo casada con José Sierra Torres y Anita, murió víctima de un incendio.

La vida de don Manuel, terminó luego de un probable cáncer en los labios, según decía su hija Josefa, ocasionado por una escoriación derivada de su adicción al tabaco. Sus céntricas propiedades fueron heredadas a sus hijas. Una de ellas Josefa, madre de Bertha Sierra Bustamante, maestra de preescolar, criadora de aves en cautiverio y defensora de las urracas de la Plaza Hidalgo.

 

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