diciembre 13, 2024
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noviembre 7, 2017 | 136 vistas

En mi personal opinión, la premisa central del actual subgénero en el popular cine de superhéroes está algo gastada.

Bastan unos repasos en varios ejemplos del número de películas que cuentan casi la misma historia para confirmarlo. “Batman Begins” (2005), “The Amazing Spider-Man” (2012), “Iron Man” (2008), “Captain America” (2011), “Superman: Man of Steel” (2013); todas estas cintas narran la toma de consciencia de un joven dotado con habilidades especiales, adquiridas de forma fortuita o por pericia científica, mientras entiende que debe poner su don al servicio de la humanidad.

Unos lo entienden en dos patadas  y otros después de que balean a sus tíos, pero siempre es el mismo rollo de que “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. ¿Creen amigos lectores y cinéfilos de corazón que las telenovelas son un género que apesta a refrito?

Echen ojo al arco dramático del 90 por ciento de las cintas superheroicas, ya que es casi la misma historia pero con diferente traje. Y punto. Por eso Thor es uno de mis personajes preferidos. En la primera entrega de 2011 hubo una toma de consciencia, sí, pero muy distinta al valle lacrimoso de Spider-Man, empezando porque Thor tiene superpoderes desde que nace.

Cuando lo conocemos, el hijo de Odín ya puede volar de un mundo a otro y desbaratar gigantes con un solo martillazo. Su giro narrativo forma parte de un género distinto. “Thor”, de Kenneth Branagh, es la historia de un pez fuera del agua como un dios lejos de Asgard, quien cree que puede romper una taza de café a medio restaurante en vez de pedir un “refill”  o entrar a una tienda de mascotas y exigir un caballo a gritos.

El hecho de que Thor sea de origen superpoderoso, aunado a su crecimiento en un mundo mágico, lo vuelve dúctil para historias que, al menos en el panorama palomero actual, resultan frescas.

En la primera cinta Branagh utiliza a Thor para narrar la historia del “inadaptado” en una tierra extraña, el hombre que debe volver a su lugar de origen, no sin antes madurar durante su travesía al presentarnos a Chris Hemsworth como un pez fuera del agua que llega a la Tierra y que descubre no solo la importancia de sus poderes, sino el amor con Jane Foster.

En “Thor: The Dark World” (2013), la segunda sobre el dios nórdico y su eterna pugna versus Loki, la oveja helada de la familia, es una película más hiperactiva, entusiasma más.

Con mucha fluidez y ritmo, el director Alan Taylor abandona los instantes emotivos y detona el potencial de juguetona inverosimilitud que plantea el guión. Si bien nos brinda mucha acción, “The Dark World” es superior a los demás filmes de The Avengers. A diferencia de Captain America y Iron Man, Thor siempre ha sabido donde hallar minas cómicas.

En “Ragnarok”, el humor es predecible pero cumplidor. De los personajes principales, solo Anthony Hopkins, como Odín, se queda corto. Más que ineficacia, su papel revela una apatía quizá predecible a estas alturas de su carrera.

Hopkins no interpreta, no busca gestos contradictorios ni inflexiones que sorprendan. Simplemente hace acto de presencia, a diferencia con Tom Hiddleston, quien vuelve a interpretar a Loki. Es entendible que Studios Marvel no quiera despacharlo. Aún después de dilapidar media ciudad de Manhattan en Nueva York, Loki sigue en busca de nuestra simpatía.

En el universo de los superhéroes fílmicos no hay un villano más tridimensional que él. Gracias a su participación, la cinta despega en la segunda mitad, alejada ya de explicaciones que establezcan el origen de los malos, para centrarse en lo que Thor hace mejor, que es darnos la comedia ligera y la acción absurda con un poquito de problemas familiares.

Mi 8.5 de calificación bien ganado a “Thor: Ragnarok” que siendo bien objetivo es una película que no cuenta con una historia que no hayamos visto antes, ya que de hecho, existen momentos que bien podrían ser una reimaginación de pasadas aventuras del Dios del Trueno, pero su director, el neozelandés Taika Waititi, es toda una comedia con vikingos alienígenas en el espacio y la cinta habla por sí sola, ya que es la más cómica de toda la saga.

Por la sinopsis de su sencilla trama, Thor (Chris Hemsworth) se encuentra atrapado en el otro extremo del universo sin su poderoso martillo. Envuelto en una carrera contra el tiempo, deberá regresar a Asgard y detener el Ragnarok —la destrucción de su planeta y el fin de la civilización asgardiana— en manos de una nueva amenaza todopoderosa: la despiadada Diosa de la Muerte Hela (Cate Blanchett). Pero, antes, debe sobrevivir a una mortal competencia de gladiadores que lo enfrentará a su antiguo aliado y compañero Vengador, el increíble Hulk (Mark ruffalo).

Con una estética visual sorprendente, pues mientras anteriormente en los demás filmes teníamos un dios nórdico mucho más contenido y más oscuro, en esta tercera entrega es todo lo contrario y hace una sólida mezcla con lo que estamos viendo en pantalla y los chistes que se nos presentan.

Ese tono de un humor cínico, cabe recalcar, ya lo habíamos visto en la películas de Studios Marvel como Ant-Man y sobre todo en Los Guardianes de La Galaxia, ya que abraza la comedia como el género que mejor le va a un personaje que vuela con un martillo y usa una capa.

Por fin aprendió a no tomarse tan en serio y nunca duda en ir tras la risa, con grandes escenas de acción como esa esperada pelea entre Hulk y Thor, buen dinámico ritmo y un elenco de grandes actores que están todos bien en sus caracterizaciones al servicio de una historia sino original ni novedosa, si como la mas divertida de la trilogía del Vengador.

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