Con el objetivo de que los niños de Juchitán no se aburrieran y sufrieran de ocio luego de los sismos de septiembre, el dueño de su bar decidió convertirlo en escuela por las mañanas.
El Coco Bongo, en el marco de más de mil 140 escuelas destruidas por el sismo del 7 de septiembre, inició como escuela matutina con 18 alumnos y ahora a 35 niños y niñas de 5 a 12 años asisten a clases.
El dueño del negocio, Carlos Antonio López, asegura que la iniciativa fue de su esposa, Nelmi Roselis Trejo, quien se preocupó por el estado psicológico de los niños.
“Primero pensó en contratar maestros para los niños y luego dijo que podrían ayudar a los demás pequeños sin clases ni escuela”, recordó Carlos.
“Pedimos el apoyo de vecinos, solicitamos maestros por internet y tuvimos respuesta. A un mes del terremoto ya estábamos trabajando con ellos, teníamos el espacio, las mesas, las sillas y el deseo de ayudar,” indicó Nelmi, quien administra el centro escolar provisional y prepara el desayuno para los niños, cuyos padres o tutores aportan 5 pesos por alumno.
El salón de clases improvisado está rodeado de plantas, mide 10 metros de largo por 8 de ancho, cuenta con techo de lámina, dos paredes de concreto y una barda de madera con plástico.
Asimismo, cuenta con un pizarrón, 30 sillas de madera y 10 mesas, a un lado la cocina y más adelante los baños.
Guadalupe García, madre de dos niñas de 10 y 11 años inscritas en la escuela pública Daniel C. Pineda, que fue demolida, aseguró que sus hijas asisten al Coco Bongo mientras ella espera el aviso de regreso a clases.
“Uno ayuda con lo que tiene y ponemos nuestro apoyo y hasta nuestro dinero porque pedimos 5 pesos de cooperación por niño para el desayuno y no alcanza, pero ya nos metimos en esto y no nos vamos a rajar”, aseguró Carlos Antonio López.
“Cuando los niños llegaron aquí parecían expertos, sabían todo del terremoto, lugar del epicentro, magnitud y duración, cosas que ni yo sabía, pero también se habla del tema y se les brinda apoyo psicológico y se ofrecerá también a padres de familia”, agregó el propietario del Coco Bongo.
El Coco Bongo cuenta con una maestra de educación básica, un maestro de inglés, un psicólogo y un maestro de pintura. El dueño del bar quiere mantenerlos para que ofrezcan, tras la reconstrucción, lecciones de arte, música, pintura, danza, guitarra y regularización de clases por las tardes.
“Mi centro de trabajo se dañó, los dueños cerraron y se fueron y el personal quedó desempleado. Me enteré por Facebook que necesitaban un maestro y de inmediato me presenté”, relató Evelyn de Jesús Carrasco, psicóloga que brinda las clases en la escuela improvisada.
“Es un proceso difícil para los niños y debemos mantener su mente trabajando”, dijo Evelyn respecto a la tragedia sufrida en septiembre.
Con Información de: lopezdoriga.com