CIUDAD DEL VATICANO, marzo 25 (Notimex)
Al celebrar la misa del Domingo de Ramos, el Papa Francisco instó a los jóvenes a alzar la voz y no quedarse callados, aunque la alegría que ellos tienen por su fe provoque “enojo e irritación en manos de algunos”.
Ante miles de personas congregadas en la Plaza de San Pedro, el Papa realizó la tradicional bendición de los ramos de olivo y la procesión hasta el atrio de la basílica vaticana, desde donde celebró la eucaristía que recuerda el ingreso de Jesús en Jerusalén antes de su crucifixión.
En su homilía, constató que un joven alegre es “difícil de manipular” aunque reconoció que callar a los jóvenes es una tentación que siempre ha existido.
Señaló las muchas formas de silenciar y de volver invisibles a los jóvenes, anestesiarlos y adormecerlos para que no hagan “ruido”, para que no se pregunten y cuestionen.
“Hay muchas formas de tranquilizarlos para que no se involucren y sus sueños pierdan vuelo y se vuelvan ensoñaciones rastreras, pequeñas, tristes. (Entonces) nos hace bien escuchar la respuesta de Jesús a los fariseos de ayer y de todos los tiempos: Si ellos callan, gritarán las piedras”, siguió.
“Queridos jóvenes: Está en ustedes la decisión de gritar, está en ustedes no quedarse callados. Si los demás callan, si nosotros los mayores y los dirigentes callamos, si el mundo calla y pierde alegría, les pregunto: ¿Ustedes gritarán? Por favor, decídanse antes de que griten las piedras”, abundó.
Al recordar el ingreso de Cristo a Jerusalén, que fue recibido con palmas y ramos en reconocimiento a su divinidad por el pueblo judío, el Papa señaló que ese episodio bíblico desnuda los sentimientos contradictorios de muchos hombres y mujeres del tiempo actual.
Estableció que los seres humanos son de amar y de odiar, capaces de entregas valerosas y también de saber lavarse las manos en el momento oportuno; capaces de fidelidades, pero también de grandes abandonos y traiciones.
Según sostuvo, en el relato evangélico queda claro que la alegría de Jesús resulta incómoda, se transforma en una “sinrazón escandalosa” para quienes se consideran a sí mismos fieles a los preceptos rituales, es “alegría insoportable” para quienes han bloqueado la sensibilidad ante el dolor, el sufrimiento y la miseria.
“¡Qué difícil es comprender la alegría y la fiesta de la misericordia de Dios para quien quiere justificarse a sí mismo y acomodarse! ¡Qué difícil es poder compartir esta alegría para quienes solo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros!”, indicó.
Señaló que desde esa incomodidad surge el grito “¡crucifícalo!”, que no es espontáneo sino armado, producido, que se forma con el desprestigio, la calumnia y cuando se levanta falso testimonio.
“Es la voz de quien manipula la realidad y crea un relato a su conveniencia y no tiene problema en ‘manchar’ a otros para acomodarse. El grito del que no tiene problema en buscar los medios para hacerse más fuerte y silenciar las voces disonantes”, añadió.
Es el grito –ponderó- que nace de “trucar” la realidad y pintarla de manera tal que termina desfigurando el rostro de Jesús y lo convierte en un “malhechor”.
“Es la voz del que quiere defender la propia posición desacreditando especialmente a quien no puede defenderse. Es el grito fabricado por la ‘tramoya’ de la autosuficiencia, el orgullo y la soberbia que afirma sin problemas: Crucifícalo, crucifícalo”, apuntó.