CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Ser el candidato presidencial de un partido manchado por una reputación de corrupción, es algo que no parece angustiar a José Antonio Meade.
Algunos exgobernadores del oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI) están en prisión o bajo investigación por corrupción, y muchos mexicanos culpan a ese grupo político de no cumplir con su promesa de reducir la violencia en diversas zonas del país. Pero Meade, un hombre que ha estado en el gabinete de dos presidentes de distintos partidos, busca resaltar de sí mismo la que asegura es una trayectoria limpia.
“El candidato soy yo”, dijo en una entrevista con The Associated Press el aspirante de 49 años. “Y hay no solamente la percepción, sino la certeza de 20 años de una vida honesta, transparente. Una trayectoria honorable”.
Hasta ahora, sin embargo, eso no ha sido suficiente para remontar en las encuestas. El candidato arranca la campaña presidencial mexicana en el tercer lugar de varios sondeos con no más del 20% de las preferencias.
“El Partido Revolucionario Institucional, que ha sido dominante en México por mucho tiempo, está ahora tan ligado a la corrupción que podría verse afectado en las elecciones de 2018”, señaló el Servicio de Investigaciones del Congreso de Estados Unidos en un análisis en marzo.
Abogado y economista con estudios de doctorado en Estados Unidos, Meade dice que todos los partidos arrastran una mala imagen, pero asegura que él tiene un plan para enfrentar la corrupción -una de las principales preocupaciones de los votantes según diversas encuestas- y eso incluye eliminar el fuero legal que impide procesar a un mandatario en funciones y dotar de autonomía a la fiscalía federal.
“Para enfrentar la corrupción lo que tenemos que hacer es darle más instrumentos al Estado y el único que ha presentado una propuesta seria alrededor de ese tema soy yo”, aseguró el exsecretario de Hacienda de cara a los comicios del 1 de julio.
Meade es el primer candidato presidencial del PRI que no es miembro de ese partido, algo que ha sido visto como la opción que tenía un grupo político marcado por diversos escándalos de corrupción de algunos de sus miembros.
A 90 días de las elecciones, Meade aún confía en recuperar distancia e incluso imponerse a quien ahora ocupa el primer lugar en las preferencias, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, quien por tercera ocasión busca la presidencia del país y prácticamente ha estado en campaña permanente desde hace más de una década.
Meade arranca la campaña disputando el segundo lugar a Ricardo Anaya, el candidato de una coalición de conveniencia entre dos partidos, uno de derecha y otro de izquierda.
De hecho, él se ve como el candidato más “limpio” en la campaña presidencial.
“En el tema de corrupción, que es central, tenemos tres perfiles que se contrastan: un perfil que está involucrado en un escándalo de corrupción y que lleva viviendo como magnate los últimos años; un perfil que desde el punto de vista de fiscalización es un fantasma, porque no se sabe de qué vive ni puede acreditar sus cuentas,” dijo en referencia a Anaya y López Obrador. “Y por otro lado un perfil honorable, limpio, sin ninguna mancha en su trayectoria”, añadió sobre él mismo, sin mencionar a Margarita Zavala, la cuarta candidata que contiende como independiente y está muy atrás en las encuestas.
En las últimas semanas, la Procuraduría General de la República abrió una investigación por lavado de dinero contra un supuesto socio de Anaya. Sin embargo, esta ha sido vista como un caso político para atacar al candidato e incluso un grupo de intelectuales y escritores mexicanos consideraron que se hacía un uso de la fiscalía para perjudicar al aspirante y pidieron a las autoridades que si en verdad hay pruebas en su contra le finquen cargos.
En el caso de López Obrador, por varios años sus críticos han cuestionado de qué vive López Obrador si no tiene un cargo público. Él ha respondido que obtiene recursos de los miembros de su partido y de las ganancias de sus libros.
Hasta ahora, Meade no había contendido por ningún cargo público. Fue secretario de Estado en los dos últimos gobiernos en México, el del PRI del presidente Enrique Peña Nieto y el anterior de Felipe Calderón, del conservador Partido Acción Nacional (PAN).
Entre las posiciones que ha ocupado está la de canciller, aunque dejó el cargo un año antes de que Estados Unidos eligiera como presidente a Donald Trump, quien ha hecho a México blanco de varios de sus ataques y ha repetido hasta el cansancio que construirá un muro fronterizo que hará pagar a su vecino del sur.
Para Meade, la relación entre Estados Unidos y México va más allá de los presidentes en turno, y toca no sólo diversos niveles de gobierno, sino una amplia gama de temas: migración, seguridad, comercio, pero también educación, energía e incluso el agua.
De ganar, dijo, buscará fomentar un diálogo a todos los niveles para preservar la que dice es una relación más profunda de lo que a veces se cree, y que va más allá de los temas coyunturales, como la actual renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que Trump insiste ha sido desventajoso para Estados Unidos.
Dijo que el TLCAN o NAFTA, como es conocido el tratado por sus siglas en inglés, no “ancla” la relación bilateral. “La ancla la infraestructura, la ancla los vínculos de comunicación, los vínculos de negocios, los procesos de inversión”.
Uno de los temas en los que México y Estados Unidos han trabajado de la mano es la seguridad, en particular a través de la Iniciativa Mérida, firmada en 2008 y a través de la cual el gobierno estadounidense otorga a las fuerzas mexicanas apoyo en entrenamiento y equipamiento para el combate al crimen organizado.
Meade confió en que se mantenga el diálogo en materia de seguridad con Estados Unidos, aunque dijo que el desafío sobre todo es de México.
“El reto de seguridad es un reto nuestro”, dijo el candidato sobre otro de los temas que más preocupan al electorado mexicano. “Y se va a resolver cuando tengamos una capacidad policiaca suficiente, cuando tengamos una buena capacidad de controlar el flujo de armas, de quitarle dinero al crimen organizado”, añadió Meade, quien durante su experiencia como funcionario público no ha tenido responsabilidades en esa área.
El presidente Peña Nieto, que deja el cargo el 1 de diciembre, prometió disminuir la violencia, pero México enfrenta una nueva crisis de seguridad en algunas zonas del país, lo cual se ha traducido en niveles históricos de homicidios. Según datos oficiales, las muertes violentas en 2017 superaron en un 27% a las registradas el año anterior y alcanzaron el número más alto desde que comenzaron a registrarse en 1997.
El gobierno de Calderón (2006-2012), en el que Meade fue secretario de Energía, lanzó una inédita ofensiva contra el narcotráfico y desplegó a miles de militares a lo largo y ancho del país para combatir a los carteles de las drogas, y desde entonces ha habido un debate sobre la necesidad de que las fuerzas armadas vuelvan a los cuarteles.
Meade dice que la seguridad pública es responsabilidad de las autoridades civiles, aunque las fuerzas armadas sí tienen un papel que desempeñar y eso es lo que se busca definir con una nueva ley que actualmente está siendo revisada por el Poder Judicial.